domingo, 14 de agosto de 2011
The Stone Roses: Made of Stone (1989)
"Sometimes I fantasise
When the streets are cold and lonely
And the cars they burn below me
Don’t these times fill your eyes
When the streets are cold and lonely
And the cars they burn below me
Are you all alone
Is anybody home?"
Labels:
Arquitectura verdadera,
Ciudades,
Modern Art
sábado, 13 de agosto de 2011
Priit Pärn (1946): Hotel E (1991)
La obra maestra de uno de los mejores y más experimentales animadores europeos, el estoniano Priit Pärn.
viernes, 12 de agosto de 2011
George Griffin (1943): The Club (1975)
George Griffin - The Club
Mítico corto de animación del celebrado animador independiente George Griffin, que ha expuesto desde el MoMA de Nueva York hasta el Festival de Cannes
Historia e historias mesopotámicas
Un texto, la llamada Lista Real Sumeria, agita, desde hace más de veinte años, la interpretación de la historia del Próximo Oriente Antiguo.
Se trata de un escrito, del que se conocen varias copias en tablillas y en un prisma de arcilla, inicialmente compuesto, se supone, a principios del segundo milenio, que sostiene que las principales formas con las que el hombre se ha relacionado con el mundo, y lo ha ordenado -la realeza, el urbanismo, las leyes- descendieron del cielo antes del diluvio, y que los primeros reyes antediluvianos vivieron tanto como Matusalén.
La realeza no descendió sobre todas las ciudades sumerias al mismo tiempo, sino que el poder fue pasando de ciudad en ciudad, después de que cada una lo retuviera durante el tiempo de unas linajes reales más o menos numerosos.
Si los reyes post-diluvianos son en su mayoría históricos, la lista de los monarcas de los inicios alterna figuras que sin duda existieron, con otras legendarias o míticas, como Gilgamesh (rey de Uruk), Dumuzi (amante de Inana, la diosa del deseo y la destrucción, funciones que en Grecia asumiría Afrodita), o Adapa, que ascendió a los cielos a lomos de un águila en pos de la inmortalidad.
Los historiadores tomaron al pie de la letra los dato brindados por este texto, excluyendo los que se referían a los primeros monarcas que vivieron treinta y seis mil años (aunque la base no era decimal sino sexagesimal, y no es seguro que la cifra midiera los años transcurridos). Pero, la ausencia de reyes históricos significativos, de monarcas cuya existencia estaba documentada arqueológicamente, la ausencia de ciudades importantes, y las cifras que pueden variar según las copias, ha hecho dudar sobre la veracidad de la información. ¿Se trata entonces de un texto histórico, o de historias, de fabulas? ¿Cómo juzgar el escrito: como un documento o una obra de arte? ¿Cuál es su grado de fiabilidad?
Algunos historiadores sostienen desde hace años que todo histórico es una construcción, que tiene que ser evaluado en sí mismo y no en relación a lo que acontece en el exterior. Su coherencia es interna, y no depende de la coincidencia de lo que cuenta con los datos obtenidos a partir de otras fuentes.
Este texto ha sido considerado como un documento histórico porque incluye un gran número de nombres de reyes históricos, tan importantes como Sargón I, Ur-Nammu, Shulgi, etc. La Cartuja de Parma, de Stendhal, se refiere una y otra vez a Napoleón, a la batalla de Waterloo, a la ciudad de Parma, etc., pero a nadie se le ocurriría leer la novela como si fuera un texto de una agencia de noticias. La Cartuja de Parma informa sobre sí misma, sobre su potente estructura, sobre su capacidad de suscitar un universo lógico y coherente; también informa sobre el arte de Stendhal; sobre el arte de la novela a principios del s. XIX, cuando el género novelesco se estaba definiendo; y, quizá, sobre la "sociedad" europea tras las guerras napoleónicas. Pero principalmente, se trata de un espejo en el que la propia novela se mira; y sus personajes son fascinantes no porque tengan el nombre de figuras históricas (o incluso las retraten), sino porque tienen vida propia dentro del relato.
Toda historia es una fábula; una "history" es una "story": un texto construido. La historia no es una simple sucesión de datos (¿"simple"? y ¿qué datos? ¿qué son los datos? literalmente, "hechos" -lo que se ha hecho-; pero no es el hecho lo que cuenta, ni lo que hay que contar, sino lo que llevó a que se produjera un hecho: el proceso, es decir, una historia, un relato, es que lo que se tiene que escribir, no "sobre" lo que se tiene que escribir): una "simple sucesión de datos" implica la existencia de un sujeto que "los" engarza, que selecciona hechos, los convierte en datos y los emplaza en un discurso. "La" historia es una narración. Y se narra para contar algo.
¿Qué quería decir el "autor" de la Lista Real Sumeria? No pretendía, sin duda, establecer una cronología: la lista de los reyes de todas las ciudades en las que se hablaba sumerio. Pretendía, quizá, mostrar que la dinastía que reinaba cuando el texto fue redactado, sucedía a dinastías gloriosas. Para eso, era necesario que compusiera un texto que pudiera ser leído o interpretado como una incantación: una sucesión hipnótica de nombres y cifras.
La Lista Real Sumeria es más un texto religioso, un himno, que una crónica. La fe, la piedad, o la capacidad laudatoria o aduladora del escritor es lo que le movió a componer esta larguísimo "poema". Su lugar está en la historia de la literatura. Se tiene que comparar con el Poerma de Gilgamesh o... la Cartuja de Parma, y valorar en relación con esas y otras obras literarias.
Mas, ¿no ocurre lo mismo con cualquier texto "histórico"?
La historia, y la arqueología, son disciplinas o artes que producen espejos en los que nos miramos. Creemos que hacemos la historia de mesopotamia, pero componemos relatos que solo tienen sentido porque constituyen telas, tejidos, textos, en los que nos miramos. Hablamos o estudiamos el pasado para hablar del presente. El pasado es mudo. Solo habla cuando le hacemos decir lo que queremos que diga, cuando le dotamos de vida. La historia es nuestra historia: cuenta nuestra innata capacidad fabuladora. No sabemos ni sabremos nunca cómo eran los mesopotámicos sino que solo podemos saber cómo imaginamos que eran, y quizá or qué.
La Lista Real Sumeria es válida ni nos hace soñar, si logra que los personajes que enumera cobren vida: vida que adquieren solo en el texto. ¿Vivieron? No lo sabemos, ni importa, ya que lo que cuenta es que vivan a cada vez que leemos el texto.
A propósito de este texto, y de la "historia" de sus interpretaciones, Marc Marín (UPC, Barcelona), añade: "La historia se escribe, y se describe, como se describe una imagen o una obra de arte. El historiador es un crítico".
Y, podríamos añadir: mientras la historia no sea una obra de arte (un todo organizado), no tiene "sentido" -sentido que brota no de lo que cuenta sino de cómo lo cuenta. Cuántas "historias" nos parecen falsas porque están "mal" narradas. El historiador solo puede ser un artista si quiere que el pasado -que construye- reviva (o viva por vez primera).
Se trata de un escrito, del que se conocen varias copias en tablillas y en un prisma de arcilla, inicialmente compuesto, se supone, a principios del segundo milenio, que sostiene que las principales formas con las que el hombre se ha relacionado con el mundo, y lo ha ordenado -la realeza, el urbanismo, las leyes- descendieron del cielo antes del diluvio, y que los primeros reyes antediluvianos vivieron tanto como Matusalén.
La realeza no descendió sobre todas las ciudades sumerias al mismo tiempo, sino que el poder fue pasando de ciudad en ciudad, después de que cada una lo retuviera durante el tiempo de unas linajes reales más o menos numerosos.
Si los reyes post-diluvianos son en su mayoría históricos, la lista de los monarcas de los inicios alterna figuras que sin duda existieron, con otras legendarias o míticas, como Gilgamesh (rey de Uruk), Dumuzi (amante de Inana, la diosa del deseo y la destrucción, funciones que en Grecia asumiría Afrodita), o Adapa, que ascendió a los cielos a lomos de un águila en pos de la inmortalidad.
Los historiadores tomaron al pie de la letra los dato brindados por este texto, excluyendo los que se referían a los primeros monarcas que vivieron treinta y seis mil años (aunque la base no era decimal sino sexagesimal, y no es seguro que la cifra midiera los años transcurridos). Pero, la ausencia de reyes históricos significativos, de monarcas cuya existencia estaba documentada arqueológicamente, la ausencia de ciudades importantes, y las cifras que pueden variar según las copias, ha hecho dudar sobre la veracidad de la información. ¿Se trata entonces de un texto histórico, o de historias, de fabulas? ¿Cómo juzgar el escrito: como un documento o una obra de arte? ¿Cuál es su grado de fiabilidad?
Algunos historiadores sostienen desde hace años que todo histórico es una construcción, que tiene que ser evaluado en sí mismo y no en relación a lo que acontece en el exterior. Su coherencia es interna, y no depende de la coincidencia de lo que cuenta con los datos obtenidos a partir de otras fuentes.
Este texto ha sido considerado como un documento histórico porque incluye un gran número de nombres de reyes históricos, tan importantes como Sargón I, Ur-Nammu, Shulgi, etc. La Cartuja de Parma, de Stendhal, se refiere una y otra vez a Napoleón, a la batalla de Waterloo, a la ciudad de Parma, etc., pero a nadie se le ocurriría leer la novela como si fuera un texto de una agencia de noticias. La Cartuja de Parma informa sobre sí misma, sobre su potente estructura, sobre su capacidad de suscitar un universo lógico y coherente; también informa sobre el arte de Stendhal; sobre el arte de la novela a principios del s. XIX, cuando el género novelesco se estaba definiendo; y, quizá, sobre la "sociedad" europea tras las guerras napoleónicas. Pero principalmente, se trata de un espejo en el que la propia novela se mira; y sus personajes son fascinantes no porque tengan el nombre de figuras históricas (o incluso las retraten), sino porque tienen vida propia dentro del relato.
Toda historia es una fábula; una "history" es una "story": un texto construido. La historia no es una simple sucesión de datos (¿"simple"? y ¿qué datos? ¿qué son los datos? literalmente, "hechos" -lo que se ha hecho-; pero no es el hecho lo que cuenta, ni lo que hay que contar, sino lo que llevó a que se produjera un hecho: el proceso, es decir, una historia, un relato, es que lo que se tiene que escribir, no "sobre" lo que se tiene que escribir): una "simple sucesión de datos" implica la existencia de un sujeto que "los" engarza, que selecciona hechos, los convierte en datos y los emplaza en un discurso. "La" historia es una narración. Y se narra para contar algo.
¿Qué quería decir el "autor" de la Lista Real Sumeria? No pretendía, sin duda, establecer una cronología: la lista de los reyes de todas las ciudades en las que se hablaba sumerio. Pretendía, quizá, mostrar que la dinastía que reinaba cuando el texto fue redactado, sucedía a dinastías gloriosas. Para eso, era necesario que compusiera un texto que pudiera ser leído o interpretado como una incantación: una sucesión hipnótica de nombres y cifras.
La Lista Real Sumeria es más un texto religioso, un himno, que una crónica. La fe, la piedad, o la capacidad laudatoria o aduladora del escritor es lo que le movió a componer esta larguísimo "poema". Su lugar está en la historia de la literatura. Se tiene que comparar con el Poerma de Gilgamesh o... la Cartuja de Parma, y valorar en relación con esas y otras obras literarias.
Mas, ¿no ocurre lo mismo con cualquier texto "histórico"?
La historia, y la arqueología, son disciplinas o artes que producen espejos en los que nos miramos. Creemos que hacemos la historia de mesopotamia, pero componemos relatos que solo tienen sentido porque constituyen telas, tejidos, textos, en los que nos miramos. Hablamos o estudiamos el pasado para hablar del presente. El pasado es mudo. Solo habla cuando le hacemos decir lo que queremos que diga, cuando le dotamos de vida. La historia es nuestra historia: cuenta nuestra innata capacidad fabuladora. No sabemos ni sabremos nunca cómo eran los mesopotámicos sino que solo podemos saber cómo imaginamos que eran, y quizá or qué.
La Lista Real Sumeria es válida ni nos hace soñar, si logra que los personajes que enumera cobren vida: vida que adquieren solo en el texto. ¿Vivieron? No lo sabemos, ni importa, ya que lo que cuenta es que vivan a cada vez que leemos el texto.
A propósito de este texto, y de la "historia" de sus interpretaciones, Marc Marín (UPC, Barcelona), añade: "La historia se escribe, y se describe, como se describe una imagen o una obra de arte. El historiador es un crítico".
Y, podríamos añadir: mientras la historia no sea una obra de arte (un todo organizado), no tiene "sentido" -sentido que brota no de lo que cuenta sino de cómo lo cuenta. Cuántas "historias" nos parecen falsas porque están "mal" narradas. El historiador solo puede ser un artista si quiere que el pasado -que construye- reviva (o viva por vez primera).
martes, 9 de agosto de 2011
Suzan Pitt: Joy Street (1995)
Joy Street . Suzan Pitt . 1995 from RRRRR on Vimeo.
Tocho ya incluyó su corto de animación Asparagus el 11 de enero de 2011
Sobre esta artista, una de las grandes creadoras de la animación experimental contemporánea, véase su web
SYMPATHY FOR THE DEVIL, O EL GUSTO MESOPOTÁMICO (Enki, el Planificador, 2)
La adquisicón de conocimientos implica la participción conjunta de los sentidos de la vista y del oído, principalmente, (aunque el gusto y el olfato son necesarios para estudiar texuras y olores) y de la razón. Los sentidos aportan los datos básicos sensibles que la razón desmenuza y analiza. Decimos de una persona inteligente que tiene "mucha vista".
Las fuentes que se estudian son la "naturaleza", o son "librescas": textos, relatos, historias contados o leídos. La vista o el oído son, ciertamente, órganos privilegiados para la adquisición de conocimientos sobre lo que nos rodea.
Desde el siglo XVIII, el arte es una fuente de conocimiento. El conocimiento del arte también se basa en la coordinación de la percepción sensorial y de la razón o en entendimiento, que permiten "entender" qué es y qué significa la obra, qué aporta. Antes del siglo de las luces, se pensaba que el arte no era una fuente fiable de conocimientos (placía o instruía a quienes no sabían leer; era, pues, un recurso para iletrados, para los "simples de espíritu").
Sin embargo, la capacidad de juzgar o enjuiciar el arte (a fin de saber qué transmite) se llama gusto. El gusto es la facultad de valorar el arte como fuente fiable de conocimientos sobre el mundo.
El término gusto, empero, no se refiere a la vista o al oído, sino al sentido del gusto, precisamente. Éste permite conocer el sabor y la textura de las cosas que se prueban (goûtent, en francés, taste, en inglés: lenguas en las que probar algo, no necesariamente con la boca -se pueden probar los placeres de la vida, la libertad, etc.- se dice con un verbo que se relaciona con el acto de saborear). Una persona de gusto es una persona con discernimiento, capaz de distinguir entro lo que cuenta y lo irrelevante, lo adecuado y lo indecuado). El diablo endiablado y seductor, dotado de "buenas maneras", en la canción de los Rolling Stones, Simpatía hacia el demonio, se presenta a sí mismo del modo siguiente:
Please allow me to introduce myself "
I'm a man of wealth and taste"
Esta aparentente contradicción entre el nombre del sentido utilizado en el conocimiento del arte (y de la apariencia o cualidad de las cosas), y el o los sentidos realmente implicados (la vista y el oido) ¿es una rémora de un tiempo en que la inteligencia se medía no por una "vista aguda" o una "buena vista", sino por un gusto desarrollado?
En efecto, en Mesopotamia (en acadio), la inteligencia se decía temu. Temu era una cualidad o facultad tanto humana cuanto divina. Algunos mitos cuentan que los humanos fueron moldeados por el dios Enki para atender a los dioses, para trabajar para ellos y alimentarlos. Los humanos fueron hechos de barro y de una pequeña cantidad de materia divina, procedente de un dios ancestral, Wê-ilu, sacrificado en pos de la humanidad: Wê-ilu, astuto, agudo, encabezó la revuelta de los dioses primordiales cansados de trabajar para las nuevas divinidades del cielo; atacaron el bastíón celestial de éstos. Enki, preocupado pero ingenioso, pactó con ellos, les propuso fabricar unos muñecos que trabajarían para todos ellos; mas a cambio, tenían que entregar el jefe de la rebelión que sería sacrificado. Parte de su "energía" "animó", dotó de "alma" a las figuritas de barro moldeadas.
Wê-ilu estaba dotado de têmu, que se transfirió al ser humano recién moldeado.
Têmu se traduce por inteligencia; también por alma. También por espectro o doble (Etemmu, significa espíritu, "demonio": nombra a un ser compuesto de aire -maléfico).
En la Balada de los Gobernantes de Antaño, citada en la entrada anterior, Enki está dotado de temu. Gracias a su temu planifica el mundo y la vida de los humanos, maneja el destino de éstos. Se trata de una cualidad que tiene que ver con la arquitectura, la organización del mundo. Mientras los humanos nada saben de lo que les aguarda, Enki maneja los hilos, traza los planes vitales de sus criaturas, planifica, sin que éstas lo sepan, sus vidas, y las controla. Bienes y males están decidido por la temu de Enki.
Pero têmu o tabu significa, principalmente, apetitoso, saboreable. Se trata de una propiedad o cualidad que se descubre con el paladar, el gusto. En tanto que agradable, temu aparece como bueno (bueno, en español, bon, en francés, good, en inglés, bo, en catalan, etc. se aplican a una persona moralmente deseable o deseada, y a una cosa gustosa: que deja "bien" a la persona que la prueba, en "buen" lugar a quie la pose). Por tanto, lo gustoso, en tanto que satisface, colma, parece necesario. No se trata de una cualidad efímera o prescindible, sino "esencial"; es decir, ya no es una "cualidad", sino una "propiedad"; forma parte, o es, la "esencia" del objeto deseado, saboreado, necesario. Benéfico, oportuno: un rosario de "cualidades", que son las mismas que poseerá, milenios más tarde, el hombre de gusto, es decir, capaz de enjuiciar o valorar adecuadamente, de percibir el contenido o la idea expresada plástica o sensiblemente en una obra de arte.
Temu es o que distingue a la persona que tiene luces, que percibe mensajes o señales (contenidos) en las cosas que se le aparecen o que percibe. Se trata, entonces, de una persona dotada, inteligente.
La inteligencia, en Mesopotamia, es una propiedad, un don o facultad que tiene que ver con el alma: denota el "buen" corazón del que la posee, y su agudeza, su capacidad de escoger lo que conviene, de ver donde no se ve nada. Expresa luces. No se relaciona con la vista (bajo el sol cegador del desierto, nada se ve con "claridad", quizá), ni con el oido, sino con el gusto. La inteligencia es el don de paladear lo "bueno", de optar sin confusión posible por lo que redunda en beneficio de la vida, que permite evitar enemigos y calamidades: la cualidad de quienes están ayudados por los dioses.
Las fuentes que se estudian son la "naturaleza", o son "librescas": textos, relatos, historias contados o leídos. La vista o el oído son, ciertamente, órganos privilegiados para la adquisición de conocimientos sobre lo que nos rodea.
Desde el siglo XVIII, el arte es una fuente de conocimiento. El conocimiento del arte también se basa en la coordinación de la percepción sensorial y de la razón o en entendimiento, que permiten "entender" qué es y qué significa la obra, qué aporta. Antes del siglo de las luces, se pensaba que el arte no era una fuente fiable de conocimientos (placía o instruía a quienes no sabían leer; era, pues, un recurso para iletrados, para los "simples de espíritu").
Sin embargo, la capacidad de juzgar o enjuiciar el arte (a fin de saber qué transmite) se llama gusto. El gusto es la facultad de valorar el arte como fuente fiable de conocimientos sobre el mundo.
El término gusto, empero, no se refiere a la vista o al oído, sino al sentido del gusto, precisamente. Éste permite conocer el sabor y la textura de las cosas que se prueban (goûtent, en francés, taste, en inglés: lenguas en las que probar algo, no necesariamente con la boca -se pueden probar los placeres de la vida, la libertad, etc.- se dice con un verbo que se relaciona con el acto de saborear). Una persona de gusto es una persona con discernimiento, capaz de distinguir entro lo que cuenta y lo irrelevante, lo adecuado y lo indecuado). El diablo endiablado y seductor, dotado de "buenas maneras", en la canción de los Rolling Stones, Simpatía hacia el demonio, se presenta a sí mismo del modo siguiente:
Please allow me to introduce myself "
I'm a man of wealth and taste"
Esta aparentente contradicción entre el nombre del sentido utilizado en el conocimiento del arte (y de la apariencia o cualidad de las cosas), y el o los sentidos realmente implicados (la vista y el oido) ¿es una rémora de un tiempo en que la inteligencia se medía no por una "vista aguda" o una "buena vista", sino por un gusto desarrollado?
En efecto, en Mesopotamia (en acadio), la inteligencia se decía temu. Temu era una cualidad o facultad tanto humana cuanto divina. Algunos mitos cuentan que los humanos fueron moldeados por el dios Enki para atender a los dioses, para trabajar para ellos y alimentarlos. Los humanos fueron hechos de barro y de una pequeña cantidad de materia divina, procedente de un dios ancestral, Wê-ilu, sacrificado en pos de la humanidad: Wê-ilu, astuto, agudo, encabezó la revuelta de los dioses primordiales cansados de trabajar para las nuevas divinidades del cielo; atacaron el bastíón celestial de éstos. Enki, preocupado pero ingenioso, pactó con ellos, les propuso fabricar unos muñecos que trabajarían para todos ellos; mas a cambio, tenían que entregar el jefe de la rebelión que sería sacrificado. Parte de su "energía" "animó", dotó de "alma" a las figuritas de barro moldeadas.
Wê-ilu estaba dotado de têmu, que se transfirió al ser humano recién moldeado.
Têmu se traduce por inteligencia; también por alma. También por espectro o doble (Etemmu, significa espíritu, "demonio": nombra a un ser compuesto de aire -maléfico).
En la Balada de los Gobernantes de Antaño, citada en la entrada anterior, Enki está dotado de temu. Gracias a su temu planifica el mundo y la vida de los humanos, maneja el destino de éstos. Se trata de una cualidad que tiene que ver con la arquitectura, la organización del mundo. Mientras los humanos nada saben de lo que les aguarda, Enki maneja los hilos, traza los planes vitales de sus criaturas, planifica, sin que éstas lo sepan, sus vidas, y las controla. Bienes y males están decidido por la temu de Enki.
Pero têmu o tabu significa, principalmente, apetitoso, saboreable. Se trata de una propiedad o cualidad que se descubre con el paladar, el gusto. En tanto que agradable, temu aparece como bueno (bueno, en español, bon, en francés, good, en inglés, bo, en catalan, etc. se aplican a una persona moralmente deseable o deseada, y a una cosa gustosa: que deja "bien" a la persona que la prueba, en "buen" lugar a quie la pose). Por tanto, lo gustoso, en tanto que satisface, colma, parece necesario. No se trata de una cualidad efímera o prescindible, sino "esencial"; es decir, ya no es una "cualidad", sino una "propiedad"; forma parte, o es, la "esencia" del objeto deseado, saboreado, necesario. Benéfico, oportuno: un rosario de "cualidades", que son las mismas que poseerá, milenios más tarde, el hombre de gusto, es decir, capaz de enjuiciar o valorar adecuadamente, de percibir el contenido o la idea expresada plástica o sensiblemente en una obra de arte.
Temu es o que distingue a la persona que tiene luces, que percibe mensajes o señales (contenidos) en las cosas que se le aparecen o que percibe. Se trata, entonces, de una persona dotada, inteligente.
La inteligencia, en Mesopotamia, es una propiedad, un don o facultad que tiene que ver con el alma: denota el "buen" corazón del que la posee, y su agudeza, su capacidad de escoger lo que conviene, de ver donde no se ve nada. Expresa luces. No se relaciona con la vista (bajo el sol cegador del desierto, nada se ve con "claridad", quizá), ni con el oido, sino con el gusto. La inteligencia es el don de paladear lo "bueno", de optar sin confusión posible por lo que redunda en beneficio de la vida, que permite evitar enemigos y calamidades: la cualidad de quienes están ayudados por los dioses.
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