martes, 8 de enero de 2013
Bruno Bozzetto (1938): Neuro (2004)
Excelente corto de animación del excelso Bozzetto, que completa la "trilogía" dedicada a la vida en bloques de vecinos.
YAHVÉ, ARQUITECTO (O ¿QUIÉN HA COLOCADO LA PIEDRA ANGULAR?)
En las culturas antiguas, el universo fue engendrado -o modulado-
por una o una divinidades principales, normalmente masculinas, si bien,
ocasionalmente -al menos en las versiones de los mitos que nos han llegado- con
la participación, más o menos activa y voluntaria, de alguna divinidad femenina
primigenia, alguna diosa-madre.
Se trata de un
motivo mítico común. Esta o estas divinidades no crean la materia -existe
siempre una materia, o una especie de diosa informe, una materia, que es un
lugar, al mismo tiempo, divinizada, o dotada de poderes sobrenaturales(si bien
opera, a menudo, de modo plenamente orgánico)-, ni siquiera en la Biblia, sino
que esta o estas divinidades, infernales o celestiales principales, la activan,
la conforman o la animan.
La acción de la
divinidad engendradora del universo remite a modelos conocidos: normalmente al
buen hacer del artesano (el ceramista, el herrero, el tallista), pero también
al agricultor que labra la tierra, abre pozos, delimita parcelas, etc., es
decir, a modelos artesanos humanos. Los dioses creadores son artesanos
modélicos.
Existe otro
modelo, también muy conocido, existente en varias culturas, que a veces cuesta
distinguir del anterior. En este caso, la teoría del arte occidental clásica
ayuda a discernir y distinguir los modelos. La divinidad, llámese Apolo, Ptah
-en Egipto-, Enki -en ocasiones, en Mesopotamia-, o Yahvé, ya no se comporta
como un artesano, sino como quien no cabría definir sino como un arquitecto.
El modelo del mago -si es que, en tiempos arcaicos, magia, arte y
artesanía, estaban bien separadas- no es infrecuente también.
Entre los artistas
(lo que, desde el Renacimiento nombraríamos artistas) destacaban los poetas;
pero sobre todo, los arquitectos.
Un dios creador
que, en un momento u otro de la creación -o, mejor dicho, según qué versión o
visión de la creación del mundo se cuenta, que depende de la época y del bagaje
cultural de quien narra- se comportó como un arquitecto, se halla el bíblico
Yahvé.
Su obrar
arquitectónico no es descrito -porque debía ser inconcebible- en el Génesis,
sino en dos libros aún más tardíos: los Salmos (en concreto, el Salmo 104) y el Libro de Job, en particular en la demoledora autoproclamación final de Yahvé de su
absoluta libertad creativa, de la que no tiene que dar cuentas al ser humano, el
cual, por otra parte, es incapaz, no solo de emularla, sino ni siquiera de
entenderla. La creación divina es imprevisible y no atiende a modelos, pautas
ni razones.
El Salmo 104
presenta a Yahvé que, literalmente, monta el universo, descrito o simbolizado como una
tienda de campaña –una tienda de un nómada- que se tiene que plantar y
extender. Esta tienda, empero, posee un
piso, o una cámara alta, situada cerca de las aguas superiores.
Tras “plantar”
la bóveda celestial, Yahvé se ocupa de la base: la tienda descansa sobre la tierra
que dota de fundamentos o asideros sólidos, que impiden que la tienda se hunda.
El obrar de Yahvé combina el trabajo del nómada con el del asentado. La base
sobre la que planta la tienda del universo dispone de unos themela (en la
versión griega): unos cimientos. Themelion es un término propio del vocabulario
arquitectónico, que denota, puesto que deriva de Themis, la justicia –Themis es
la diosa de la justicia, madre de Apolo, el dios griego de la arquitectura-, lo
bien fundado del obrar de Yahvé, si es que se pudiera dudar de la solidez de
sus acciones. Finalmente, los elementos
que dotan de solidez al espacio son lo que la Setenta traduce por orion: es
decir mojones que delimitan parcelas y pautan el espacio. Entre estos elementos
que aportan orden, entre el orion por excelencia, se halla el oros: la línea del
horizonte, que marca un límite infranqueable. Yahvé actúa así como un
agrimensor: convierte un páramo ilimitado en un espacio pautado y, por tanto,
habitable. Crea o funda, de algún modo, hábitats.
Este carácter del obrar de Yavhé que lo equipara con el de un
constructor, se acentúa en el Libro de Job. El final del poema enuncia la
grandeza de Yahvé: Yahvé se proclama a sí mismo como un dios trascendente. Y su
grandeza se funda en su obrar, el cual es el obrar del arquitecto. Yahvé es
grande porque crea el mundo y lo dota de sentido, y éste se adquiere o se
manifiesta por las bien fundadas acciones de la divinidad: son sus acciones las
propias de un constructor. Así, en efecto, Yahvé funda la tierra. Como en los Salmos, lo
que hinca en la tierra es un themelion: dota así a la tierra de bases seguras.
Por otra parte, Yahvé maneja con soltura cuerdas de medir y escuadras, con las
que mide y proporciona la creación. Traza líneas, hinca ganchos en la tierra,
y posa piedras de ángulo (lithoi gooniaioi). Es decir, procede a un replantea e instala
asideros (gruesas argollas metálicas, utilizadas en Mesopotamia, a las que
se ataban cables o cuerdas), y cimientos. Las condiciones están fijadas para levantar
entonces muros que contendrán las aguas, y delimitarán así un espacio libre del
asalto continuado de las aguas –la lucha de Yahvé con las aguas, ya sea en
forma de ondas, ya sea de animales serpenteantes que reciben diversos nombres,
es incesante en la Biblia; Yahvé llegará hasta a enfrentarse verbalmente con
las olas, que detendrá con un rugido-; muros en los que instala puertas
(pulai), las cuales, una vez, cerradas a cal y canto, también ayudarán a
contener las aguas que podrían disolver los límites establecidos.
El trabajo de Yashvé tiene lugar, pues, en el terreno. Asume
múltiples funciones: proyectista, director de obra, albañil, carpintero,
incluso. La descripción bíblica del obrar de Yahvé en el inicio de los tiempos
se asemeja a una minuciosa descripción de los trabajos necesarios para
delimitar y edificar un techo protector contra las inclemencias que, sin
duda, bien se conocían en el Próximo oriente Antiguo.
Ambos textos requieren un estudio minucioso, y comparativo, entre
las versiones hebrea, griega y latina, que, posiblemente, ilustren sobre todo
sobre el imaginario de los escribas,
pero que debieron reflejar la cambiante concepción del dios creador,
finalmente equiparado con un constructor, una imagen que evolucionará en la
Edad Media, cuando, definitivamente, Yahvé y, sobre todo, su Hijo, abandonarán las
prácticas manuales y, armados de un compás, emblema de la Geometría, se
dedicará a proyectar y a trazar los límites del universo, de las órbitas de los cuerpos siderales circulares o esféricos.
lunes, 7 de enero de 2013
Brighton 64: La casa de la bomba (1986) / Barcelona Blues (1983)
Cuando con Brighton 64 (que ahora vuelven, mas, ¡ay!, han pasado veinticinco años) -y Ariadna Gil, hermana de los fundadores del grupo (los hermanos Gil), que reinaba por el aquel entonces-, se vivía mejor en Barcelona.
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YAHVÉ: DE ARTESANO A PENSADOR, EN LA BIBLIA
El hecho que la Biblia no sea un libro escrito unitariamente, sino que conjuga textos de épocas (entre los siglos VI y II aC), culturas y autores diversos, en hebreo y en griego, que reflejan creencias que necesariamente variaron, puede explicar que no solo la creación del mundo se narre dos veces sucesivas, de dos modos distintos, sino que también recoge, en diversos libros, narraciones o explicaciones que no tienen porque coincidir con uno u otro de los mitos de la creación narrados en el Génesis.
El Génesis, en efecto, suma lo que posiblemente sean dos mitos, uno de tribus del sur, para las que la divinidadse llamaba Yahvé, con otro de tribus norteñas fieles a Elohim -nombre en plural pero que posiblemente refleje un plural mayestático-. Éstos, por otra parte, no son los únicos nombres que la divinidad de Israel, si es que se trata siempre de la misma, recibe.
El mito que concede la primacía a Yahvé sería el más antiguo, si bien es narrada en segundo lugar. La creación del universo es fruto de un laborioso trabajo artesano, en el que caben rectificaciones. El ser humano es modelado, la tierra es plantada y abierta, las aguas proceden de pozos abiertos esforzadamente. Es difícil saber si el texto refleja una creencia en un dios que trabaja manualmente como cualquier artesano, o si las descripciones de las labores divinas son metafóricas, mas, siendo éstas tan semejantes a las de otras culturas, mesopotámica, por ejemplo, es muy posible que, en una época más arcaica, Yahvé fuera un dios artesano cuya obra, el universo, era fruto de sus aptitudes manuales, de su trabajo físico con la materia.
El Génesis recoge una segunda versión de la creación, posiblemente más reciente, llevada a cabo por Elohim. Por razones que se me escapan, esta versión es la que aparece en primer lugar en la Biblia: se trata del primer texto. Elohim, en este caso, ya no es un artesano sino un orador. El mundo se hace según su dictado. El verbo divino es el que crea o nombra las cosas y los entes; éstos son engendrados, o se materializan, en cuanto son llamados. Esta versión no es insólita. Los mismos mitos mesopotámicos describen al dios ordenador del universo, a Enki, ya sea como un dos artesano que moldea a los humanos, abre canales y trabaja la tierra -amén de masturbarse para llenar los cauces secos de los ríos-, ya sea como un ordenador cuyo verbo, cuyas palabras son efectivas ya que logran que las cosas sean o se muestren.
Los mitos mesopotámicos, en ocasiones, insisten en la capacidad planificadora de los dioses. Éstos, antes de crear, idean. Las imágenes mentales son generadoras. Están en el origen de las formas materiales. No queda claro, empero, dónde se hallan estas ideas necesariamente divinas, si en las divinidades o por encima o fuera de éstas, como si fueran otras deidades, superiores incluso a las que materializan dichas ideas. La importancia de la idea no va en detrimento de la materialización de las formas y los entes. Ambos procesos son necesarios y son llevados a cabo por deidades, si bien, parece que la ejecución material es confiada a deidades menores, engendradas incluso para la ocasión.
Tal concepción tiene su reflejo o corre de parejo con lo que cuenta algún libro tardío del Antiguo Testamento con son los Proverbios. Aquí, Yahvé, definitivamente planifica. Posee sabiduría. No queda claro, tampoco en este caso, si la Sabiduría divina consiste en una facultad divina, gracias a la que Yahvé idea, o si ser trata de una segunda divinidad, quizá emanada de Yahvé. Pero esta Sabiduría es anterior a la creación. Parece haber sido establecida por Yahvé. Fue engendrada antes que el universo; no se precisa por quien; mas es esta Sabiduria la responsable de la creación. Piensa por Yavhé, o es el pensamiento de Yahvé quizá hipostasiado, a quien Yahvé confía la creación del universo. El texto ya no describe trabajos manuales; tampoco se refiere a órdenes dadas, sino al trabajo intelectual de Yahvé que idea el universo gracias a la presencia de la Sabiduria, que dota a Yahvé de la capacidad de imaginarse el universo. La Sabiduría es la razón de ser de la creación; es lo que otorga entidad, da cuerpo a lo que va formando el escenario cósmico. Éste "responde" a un pensamiento, y existe ya en tanto que es concebido mentalmente. Su proyección material no altera ni completa, como si no fuera necesaria, la creación. Una idea es ya una obra.
Este proceso, que, casualmente recuerda la evolución de la concepción de la creación occidental -desde la manualidad artesana al arte conceptual, pasando por una fase en la que el artista da órdenes a los arrtesanos y aprendices de los talleres manieristas y barrocos italianos sobre todo, refleja el tránsito de la Edad de Bronce, en la que el trabajo de la tierra era esencial para la supervivencia, a la Edad del Hierro, cuando los intercambios comerciales eran constantes y fluidos, y los productos eran manufacturados en países o talleres, cercanos a fuentes materiales o a condiciones de trabajo más favorables, pero que respondían al gusto, los requisitos, los deseos de cortes muy alejadas. Las obras ya no eran trrabajadas por quienes las ideaban, y era la idea la que caracterizaba la creación; la factura manual, todo y siendo necesaria, no intervenía en la importancia o singularidad de la obra.
El Génesis, en efecto, suma lo que posiblemente sean dos mitos, uno de tribus del sur, para las que la divinidadse llamaba Yahvé, con otro de tribus norteñas fieles a Elohim -nombre en plural pero que posiblemente refleje un plural mayestático-. Éstos, por otra parte, no son los únicos nombres que la divinidad de Israel, si es que se trata siempre de la misma, recibe.
El mito que concede la primacía a Yahvé sería el más antiguo, si bien es narrada en segundo lugar. La creación del universo es fruto de un laborioso trabajo artesano, en el que caben rectificaciones. El ser humano es modelado, la tierra es plantada y abierta, las aguas proceden de pozos abiertos esforzadamente. Es difícil saber si el texto refleja una creencia en un dios que trabaja manualmente como cualquier artesano, o si las descripciones de las labores divinas son metafóricas, mas, siendo éstas tan semejantes a las de otras culturas, mesopotámica, por ejemplo, es muy posible que, en una época más arcaica, Yahvé fuera un dios artesano cuya obra, el universo, era fruto de sus aptitudes manuales, de su trabajo físico con la materia.
El Génesis recoge una segunda versión de la creación, posiblemente más reciente, llevada a cabo por Elohim. Por razones que se me escapan, esta versión es la que aparece en primer lugar en la Biblia: se trata del primer texto. Elohim, en este caso, ya no es un artesano sino un orador. El mundo se hace según su dictado. El verbo divino es el que crea o nombra las cosas y los entes; éstos son engendrados, o se materializan, en cuanto son llamados. Esta versión no es insólita. Los mismos mitos mesopotámicos describen al dios ordenador del universo, a Enki, ya sea como un dos artesano que moldea a los humanos, abre canales y trabaja la tierra -amén de masturbarse para llenar los cauces secos de los ríos-, ya sea como un ordenador cuyo verbo, cuyas palabras son efectivas ya que logran que las cosas sean o se muestren.
Los mitos mesopotámicos, en ocasiones, insisten en la capacidad planificadora de los dioses. Éstos, antes de crear, idean. Las imágenes mentales son generadoras. Están en el origen de las formas materiales. No queda claro, empero, dónde se hallan estas ideas necesariamente divinas, si en las divinidades o por encima o fuera de éstas, como si fueran otras deidades, superiores incluso a las que materializan dichas ideas. La importancia de la idea no va en detrimento de la materialización de las formas y los entes. Ambos procesos son necesarios y son llevados a cabo por deidades, si bien, parece que la ejecución material es confiada a deidades menores, engendradas incluso para la ocasión.
Tal concepción tiene su reflejo o corre de parejo con lo que cuenta algún libro tardío del Antiguo Testamento con son los Proverbios. Aquí, Yahvé, definitivamente planifica. Posee sabiduría. No queda claro, tampoco en este caso, si la Sabiduría divina consiste en una facultad divina, gracias a la que Yahvé idea, o si ser trata de una segunda divinidad, quizá emanada de Yahvé. Pero esta Sabiduría es anterior a la creación. Parece haber sido establecida por Yahvé. Fue engendrada antes que el universo; no se precisa por quien; mas es esta Sabiduria la responsable de la creación. Piensa por Yavhé, o es el pensamiento de Yahvé quizá hipostasiado, a quien Yahvé confía la creación del universo. El texto ya no describe trabajos manuales; tampoco se refiere a órdenes dadas, sino al trabajo intelectual de Yahvé que idea el universo gracias a la presencia de la Sabiduria, que dota a Yahvé de la capacidad de imaginarse el universo. La Sabiduría es la razón de ser de la creación; es lo que otorga entidad, da cuerpo a lo que va formando el escenario cósmico. Éste "responde" a un pensamiento, y existe ya en tanto que es concebido mentalmente. Su proyección material no altera ni completa, como si no fuera necesaria, la creación. Una idea es ya una obra.
Este proceso, que, casualmente recuerda la evolución de la concepción de la creación occidental -desde la manualidad artesana al arte conceptual, pasando por una fase en la que el artista da órdenes a los arrtesanos y aprendices de los talleres manieristas y barrocos italianos sobre todo, refleja el tránsito de la Edad de Bronce, en la que el trabajo de la tierra era esencial para la supervivencia, a la Edad del Hierro, cuando los intercambios comerciales eran constantes y fluidos, y los productos eran manufacturados en países o talleres, cercanos a fuentes materiales o a condiciones de trabajo más favorables, pero que respondían al gusto, los requisitos, los deseos de cortes muy alejadas. Las obras ya no eran trrabajadas por quienes las ideaban, y era la idea la que caracterizaba la creación; la factura manual, todo y siendo necesaria, no intervenía en la importancia o singularidad de la obra.
Peter Blake (1932): Sergeant Foster´s Lonely Hearts Club Band (2012)
La noticia (arquitectónica) del año 2013: Por fin, ¡un arquitecto en el Olimpo! ¿No somos dioses? Entonces....
Así que Sir Norman Foster entra a formar parte, por encima de Stella McCartney -modista, conocida por su ropa deportiva y, lógicamente, justo debajo de Mary Quant, la inventora de la minifalda -la arquitectura ha estado siempre ligado a la moda, y los edificios de Foster parecen todos gimnasios o "palacios" de deporte; son "minimalistas", transparentes, y dejan al descubierto la estructura de los cuerpos- de la nueva versión litografiada de la mítica portada del LP de los Beatles, Sergeant Pepper´s Loney Hearts Club Band (1967), en la que posan las nuevas estrellas, divos y luminarias de nuestro tiempo, que el autor de la misma, el octogenario artista pop Peter Blake, acaba de realizar este año.
domingo, 6 de enero de 2013
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