La escritura, una invención aparecida en muchas culturas, en épocas diversas, pero en primer lugar, mientras no se encuentren pruebas de lo contrario, en el sur de Iraq a mediados del cuarto milenio (se discute acerca de unos signos hallados en Bulgaria, del quinto milenio, escritura o, más probablemente, anotación simbólica u ornamentación mágica), tuvo que finalidad, y consecuencia, la posibilidad de fijar un enunciado en el tiempo, disponiéndolo para poder ser pronunciado de nuevo, con las mismas palabras con las que fue enunciado la primera vez, en cualquier momento.
Es cierto que se discute si todas las escrituras reproducen el habla. La peculiar gramática sumeria, que ubica el verbo al final de la frase (como en alemán), acompañado de prefijos y sufijos que indican qué elementos (sujetos y predicados) componen la frase enunciada, y cual es el tono, el matiz, y la intención (afirmativa, negativa, dubitativa) expresada, ha llevado a considerar que quizá el sumerio escrito no podía ser una mera reproducción del sumerio hablado -si es que se hablaba-, del mismo modo que el francés escrito, que recurre a tiempos verbales como el pasado del subjuntivo, y a expresiones inexistentes o no utilizadas en el hablar (à l´aune, por ejemplo, que se traduce por "por comparación") no se corresponde con el francés hablado.
La confusión entre sexo y género, y el rechazo de una regla gramatical de las lenguas latinas, según la cual el género masculino designa tanto a seres de sexo masculino cuando a seres independientemente de su sexo, es decir a seres tanto de sexo masculino cuanto femenino, ha llevado, en Francia, a una curiosa situación: textos que, paradójicamente, no se pueden leer en voz alta, desmontando la función básica de la escritura, y acercándola a un lenguaje cifrado, propio del lenguaje de espías, u, hoy, de las maneras de escribir en mensajería electrónica.
Así, los textos, en ciertos entornos, por ejemplo, en el mundo del arte contemporáneo -así en el Palacio Tokio de París-, todos los sustantivos, los adjetivos y los artículos definidos e indefinidos, referidos a seres, vienen sucedidos por un signo gráfico, un grueso punto negro, y por una vocal seguida en ocasiones de una consonante.
No todos los signos gráficos se leen. El conocimiento de la escritura y de sus reglas, permite que, al instante, sepamos qué signos se leen -letras- y qué otros permiten que entonemos: signos de puntuación (comas, punto y comas, puntos seguidos y aparte) y de expresión (signos de interrogación y admiración, por ejemplo), amén de otros signos que indican la distinta procedencia de voces, tales como comillas, y otros que ayudan tanto a entonar, como a comprender la relación entre partes del enunciado sin una continuidad evidente, tales como insertos en una frase, que se marcan con paréntesis, guiones, barras.... Las tildes, finalmente, no se leen pero indican dónde recae el acento de una palabra, qué letra o sílaba recibe un enunciado más largo o insistente, lo que dota a las palabras y las frases de cierto ritmo casi musical.
Mas, los signos que se utilizan hoy en ciertos textos en francés, no se leen, ciertamente, pero tampoco se sabe qué hacer con ellos, cómo modular la frase con su presencia. Son unos signos que perturban e imposibilitan la lectura. Es cierto que la introducción de cifras entre letras puede causar cierto desconcierto, pero, aunque gramaticalmente, dicha inserción sea incorrecta, existe cierto consenso acerca de qué hacer: la cifra se lee como si su significado estuviera escrito con letras. Los puntos negros adheridos a ciertas palabras, sin embargo, no pueden leerse del mismo modo. No se puede leer "punto" o "punto negro". De hecho no se pueden leer, son impronunciables, lo que dificulta aun más la lectura ya que una vocal o una vocal y una consonantes los suceden, sin que se sepa cómo articularlas a la palabra anterior, de manera que el texto solo permite una lectura personal, calladamente, con un contenido que no se puede enunciar ni comunicar públicamente, acercando estas frases a una oración o plegaria de la que el resto de los miembros de una comunidad están excluidos. Un lenguaje secreto que oculta lo que significa; un lenguaje intransferible, un lenguaje que no se puede hablar, un lenguaje, en fin, solo al alcance de los iniciados, como cuando la escritura era un medio de discriminación entre los letrados y los iletrados, un lenguaje que era un arma de poder, exclusivo y excluyente.
Así, por ejemplo, el final de la última frase, traducida al francés, y redactada tal como algunos escriben, da como resultado: "uniquement à la portée des initiés.es, comme lorsque l´écriture était un moyen de discrimination entre les lettrés.es, un langage qui était une arme de pouvoir, exclusif, et qui excluait."
Initiés.es y lettrés.es: ¿cómo se pronuncian? No se sabe; la frase pierde su sentido, carece de él, y se convierte en un balbucear incomprensible -o solo comprensible para los iniciados, un lenguaje sectario.
NB: anotación del arquitecto y artista David Mesa, a quien agradezco la precisión:
“Así es con el lenguaje inclusivo. En lenguas como el alemán donde hay además el género neutro, se ve más que el género de las palabras no tiene nada que ver con el sexo (la luna es masculina y el sol femenino) sino con la evolución de la lengua. Aún así se marca con un asterisco el doble género (Architekt*in). Lo que sí hay que apuntar es que el verbo en alemán no siempre va al final en alemán. Normalmente, se sitúa en la segunda posición de la oración y sólo en determinados tipos de oraciones va al final o, si se trata de un verbo compuesto, el auxiliar va en segunda y el principal al final, etc. De todos modos, en japonés (y otras lenguas asiáticas) sí que se sigue el esquema SOV, ¡cómo en sumerio!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario