miércoles, 19 de enero de 2022

La Casa-Dios (Arcano XVI, Tarot)

 









Fotos: Tocho, exposición Los tarots miniados. Obras maestras del Renacimiento , Museo Francés de las Cartas de Jugar, Issy (París), enero de 2022

https://www.museecarteajouer.com/les-expositions/


Comentamos, en una entrada anterior que una de las cartas más importantes del juego del tarot es la carta mayor llamada Arcano XVI, que representa una Torre, y que es la Torre de Babel: una imagen de sombrío pronóstico, que anuncia la pérdida tras la desmedida ambición.

Mas, si buscamos dicha carta por aquel nombre no siempre la encontraremos, ya que no suele denominarse Torre, sino Casa-Dios o Casa de Dios, lo que, en principio, es o significa justo lo contrario que la Torre (de Babel).

¿Qué ocurre?

El tarot es un juego de cartas italiano creado a principios del siglo XV en las cortes ducales de Milán, Ferrara y Florencia. Juego de corte devenido muy pronto popular. 

Las connotaciones esotéricas propias de un echador de cartas, la cartomancia que recurre a cartas para leer el porvenir y para la cual las veintiún cartas mayores juegan un papel decisivo en la interpretación, solo aparecieron en Francia en el siglo XVIII, cuando el tarot dejo de ser un simple juego de mesa para convertirse en un un lenguaje cifrado que se asoció a los jeroglíficos egipcios que la campaña de Napoleón I en Egipto divulgó e interpretó. El siglo XIX dio cartas de nobleza a ese juego esotérico que aún hoy se practica.

La carta que se inspira en la Torre de Babel pero se conoce como la Casa de Dios (o Casa-Dios) ofrece una lectura compleja. Representa una alta torre fulminada por un rayo, a menos que el rayo emane de la Torre y haga saltar el “techo de vidrio” que impide el contacto directo entre la torre y lo más alto. Dos figuras caen de la Torre, precipitándose al vacío, seguramente a causa del rayo que destruye la cumbre. Caen, sin duda, pero no expresan horror ni desesperación; se dejan caer, como si flotaran.

La Torre de Babel era una ambiciosa obra humana a la que Yahvé puso fin, quedando inconclusa: la desmesurada altura de la Torre que apuntaba al cielo cortocircuitaba la distancia entre la divinidad y sus criaturas. La Torre de Babel no era un edificio con el que Yahvé simpatizara. Ponía en jaque su omnipotencia.

Pero la torre era también el símbolo del deseo humano de ir más allá, de contactar directamente con la divinidad, ofreciéndole, por otra parte, un abrigo en la tierra donde poder morar. La casa de los hombres se convertía en la morada de la divinidad. Ésta, en verdad, no destruyó  la torre, sino que le puso  coto, interrumpió  las obras pero no ordenó su desaparición, manteniendo así cierta distancia entre los hombres y la divinidad, pero acercando a ambos. 

Por este motivo, la interpretación de la carta es compleja y requiere la presencia de otras para determinar el tono, mayor o menor, de lo que la carta anuncia, si la caída o la aspiración, un cambio sin duda, pero que pone fin a la aventura humana, o le abre las puertas de la Luz. Quizá acontezcan ambos destinos, pues a la caída, inevitable y necesaria, sigue un nuevo despertar. La torre o Casa de Dios manifestaría el acercamiento entre lo terrenal y lo celestial, doloroso y anhelante. En francés, un coup de foudre (la caída de un rayo), fulmina, pero la caída puede conducir a Damasco. Es un golpe alto y bajo que no deja indemne. Expresa una brutal turbación y revelación, un movimiento pasional que saca de las casillas y cambia la vida, para bien y para….

Y los despertares son complejos igualmente. 


A MD y a HT















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