Fotos: Tocho, junio de 2023
Las bóvedas de ladrillo de la sala principal de la planta baja del museo de América, cuya construcción se extendió durante unos sorprendentes cincuenta años, y que exigieron la actualización de la museografía y de los textos antes de la inauguración (que requerirían una nueva revisión, que explicase con más detalle la conquista americana, y precisará más la función de las obras), obra de los arquitectos Luis Moya Blanco y del autor del célebre rascacielos art decó del Capitol en la plaza de Callao, Luis Martínez-Feduchi, sorprenden y fascinan por la imaginación, esbeltez, elegancia y perfecto estado que manifiestan, en lo alto de una sala catedralicia, excesiva, el montaje de cuya exposición permanente impide descubrir enteramente. El museo, una inmensa nave de inspiración religiosa, fuera del tiempo, monumental, está, sin embargo, mucho más adaptado a la función museística que edificios como el museo Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, o el desafortunado MACBA de Richard Meier en Barcelona, más célebres -escaso el público en el Museo de América, y nula su promoción y divulgación de contenidos-.
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