miércoles, 22 de enero de 2025

Imagen y escritura en el islam



La tradición occidental cristiana señala una nítida distinción entre imagen naturalista y texto. Las imágenes se aprecian con la vista; se interpretan con el intelecto. Su significado puede ser ambiguo o múltiple, o pueden no tener significado alguno, ser meras imágenes decorativas.

Los textos se leen. Se recorren con la vista. La lectura activa de inmediato la comprensión del texto. Su significado suele ser unívoco. 

El texto no cumple ninguna función decorativa -aunque el arte contemporáneo puede comprender textos como imágenes, cuyo significado suele ser obvio, sin requerir interpretación alguna.

El islam (sunita, principalmente), por el contrario, suele o ha sólido proscribir imágenes naturalistas religiosas. Mas, esta prohibición, al contrario que la prohibición luterana, no conlleva la ausencia de motivos, por ejemplo en una fachada o cara de un edificio o un objeto. En estos casos, la geometría, que en el mundo cristiano actúa como base de la composición de las imágenes naturalistas -cuyos primeros bocetos pueden consistir en un juego de figuras geométricas, como ocurre a veces en los apuntes de Durero-, se presenta como la protagonista de las trazas en las paredes o las superficies. 

Las formas geométricas, que no son apreciadas en el mundo cristiano, subsumidas en las formas naturalistas (que se apoyen en la geometría), deben ser consideradas en sí mismas. No componen simples motivos decorativos, sino que su presencia y las relaciones que las figuras geométricas establecen -relaciones complejas, uniones, enlaces, lazos que complican y enriquecen el encuentro o la yuxtaposición de las figuras- deben ser interpretadas.

Como deben ser interpretadas las frases, procedentes del Corán, por ejemplo, que recorren las fachadas, componiendo motivos entrelazados que se distinguen difícilmente de los lazos que las figuras geométricas trazan. Las palabras se leen y se aprecian visualmente, casi como los motivos geométricos. La diferencia entre letra e imagen no es de recibo: las letras, a menudo, se componen -se  grafían, es decir, se inscriben y se escriben- con formas geométricas indistinguibles de las figuras geométricas  “libres”.

Toda vez que las vocales no suelen escribirse, son puntos, semejantes a notas de una partitura, sembrados o diseminados sobre y bajo las consonantes que facilitan la lectura, animan la grafía y se mezclan con los puntos que junto con líneas y planos configuran las composiciones geométricas.

Las imágenes naturalistas, terrenales están proscritas o desaconsejadas, pero no ocurre lo mismo con las palabras y las figuras geométricas, figuras ideales, que “iluminan” las superficies opacas de cuerpos y volúmenes.

La palabra instruye. La imagen distrae.

Una visión distinta -y complementaria- de la que el Renacimiento impuso en occidente.


Véase el texto de Hans Belting: Florencia y Bagdad 

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