sábado, 4 de julio de 2015
DALIBOR MARTINIS (1947): ODESSA/STAIRS (ODESSA/ESCALINATA, 2014)
Sobre una escalera se proyecta la conocida escena de la escalinata de la película El acorazado Potemkin (1925), del cineasta soviético Sergei Eisenstein (1898-1948), añadiendo el sonido de la reciente revuelta en Crimea, obtenido de vídeos anónimos subidos a Youtube.
Martinis es uno de los animadores serbios más reputados hoy.
JACOB COLLIER (1995): IN MY ROOM (EN MI CUARTO, 2015)
Sobre este joven pianista (e intérprete de múltiples instrumentos), compositor y cantante de jazz inglés, considerado el "futuro" de la música, véase su página web
BENJAMIN BIOLAY (1973): UN COIN DE RUE (LA ESQUINA DE UNA CALLE, 2015)
Benjamin Biolay chante Trenet : Coin de Rue por culturebox
Sobre este celebrado cantante y compositor francés (envidiado por estar con Vanessa Paradis), véase su página web.
jueves, 2 de julio de 2015
BLONDIE: UNION CITY BLUE (1979)
Ni siquiera las diosas, hoy, son inmortales.
Debbie Harry (cantante de Blondie, 1945) cumplió ayer setenta años.
El silencio del museo (Carles Guerra, Fundación Tàpies, Barcelona, julio de 2015)
La imagen de una mujer (Madeleine) rubia, con el pelo recogido, bien y estrictamente vestida de gris, mostrada de espaldas, sentada en silencio, la espalda recta, un un banco sin dosel, absorta ante un gran retrato femenino barroco que parece mirarla, en una sala abovedada de piedra, por la nadie circula, en el Museo de Arte de San Francisco, ha quedado como un icono de la película Vértigo (Entre los muertos, 1958) de Alfred Hitchcock.
Nadie entra ni se atreve a distraerla. Parece una estatua. El retrato, por comparación, está vivo.
Los museos son lugares de contemplación. Contemplar es una actividad. Implica mirar quietamente y pensar. El pensamiento -las ideas que ocurren- es activado por la mirada, mientras se mira.
El visitante contempla la obra. Pero es también contemplado por ésta. Se establece un juego de miradas. El visitante se sabe observado. Y se deja observar. Está fascinado por la obra, por la manera como la figura, naturalista o abstracta, lo recibe. Siente su presencia y su influjo. Tras este cruce de miradas, al menos por un momento, será distinto.
Visitar un museo es un asunto de dos: el visitante y la obra. Exige una ruptura con el mundo. Se establece un cerco alrededor de cada espectador. Comulga con la obra, no con el mundo, al que dejado de mirar, y al que volverá, transformado quizá, tras la visita.
Visitar un museo constituye en alto. Se entra en otro mundo, poblado de seres y enseres más vivos que nosotros, que nos esperan y nos observan desde el más allá. Sus ojos no parpadean. No necesitan ni siquiera el instante en que la mirada se cierra; no están sometidos a la ley de la vida mezclada con la muerte. Han superado la muerte, y miran desde el otro mundo, invitándonos a entrar. El título original de la película de Hitchcock lo dice bien: en un museo se está entre los muertos; muertos que han superado el trance de la muerte y han alcanzado la vida eterna, siendo capaces de volver la mirada al mundo que han dejado.
Apartarse y olvidarse del mundo. tal es la función que esperamos que cumpla el museo. No hace falta evocar a las musas, hijas de la diosa de la Memoria. Sin saber nada, una visita a un museo, con pinturas y esculturas, equivale a pasear entre seres, que no necesitan moverse para creerse vivos, que han escapado del mundo.
Por eso sorprende las recientes declaraciones -si están recogidas correctamente por el periodista- del nuevo director de la Fundación Tàpies, Carles Guerra: "no queremos un espectador que pase y mire". El museo deberá ser "un plató donde pasen cosas y el público no venga solo a contemplar las cosas que hay colgadas en las paredes..."
Los cuadros son cosas. Un museo es un lugar donde pasan cosas...
Las "cosas" pasan, no duran. Y nosotros no podemos "limitarnos" a contemplar. Mirar atentamente, sentirse acogida por la obra (la "cosas") ya no es suficiente.
Ya no sabemos, o no podemos, mirar, quietos, en silencio, sentados. Ya no nos dejan sentarnos y mirar. Tenemos que "participar".
Estamos en 2015.
miércoles, 1 de julio de 2015
ANTONIO BONET CASTELLANA (1913-1989) & JOSÉ PUIG TORNE: EDIFICIO MEDITERRÁNEO (BARCELONA, 1966): RELIEVES CERÁMICOS
Joan Vilacasas (1920-2007, pintor), Enric Serra (Collbató) (1908-1986) & J. Carbonell (Molins de Rey) (ceramistas): Planimetria (1967), Edificio Eivissa (Ibiza)
Josep María Subirachs (1927-2014, escultor), E. Serra (Collabató) & J. Carbonell (Molins de Rey) (ceramistas): Creta (1966), Edificio Eivissa (Ibiza)
J. M. Subirachs, Edificio Mediterráneo
J. Vilacasas (grabado), E. Serra (Collabató) & J. Carbonell (Molins de Rey) (ceramistas): Planimetría (1966), edificio Mediterráneo
Fotos: tocho, Barcelona, junio de 2015
No se suele mencionar que el edificio Mediterráneo, de Bonet Castellana y Puig Torné, alabado por su singular (¿extravagante?) manera de solventar uno de los chaflanes de una manzana del Plan Cerdá en Barcelona (Calle de Consejo de Ciento esquina con la calle del Conde de Borrell), incluye varios relieves cerámicos en cuatro de las entradas -y primeros pisos o altillos-, tres de los cuáles pueden considerarse notables obras, de los artistas Joan Vilacasas (Planimetrías) y Josep María Subirachs (uno de los relieves, titulado Creta, mientras su otra contribución, por el contrario, está a la altura de su mediocre -incluso grotesca- producción a partir de mediados de los años sesenta del siglo pasado), moldeados por los cerámicas Enric Serra y J. Carbonell (sobre el que no tenemos datos).
Los grandes relieves Planimetría y Creta merecen la visita
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