domingo, 5 de mayo de 2024

Examen

 El mes de mayo, el mes de los exámenes académicos.

Encontramos exámenes que tienen contenido, con peso, y otros ligeros, livianos, insustanciales. Argumentos de peso contrapuestos a los que apenas dejan huella, como si no pesaran suficientemente y son barridos ante cualquier objeción. Pero un texto pesado tampoco es relevante; no se le puede acarear; no aporta nada, no enriquece. Se tiene que abandonar. 

Pesar, medir son consustanciales con las pruebas o los exámenes. Literalmente, un examen, en latín, es la aguja de una balanza. Un examen mide o pesa conocimientos y capacidades de utilizarlos. Las ideas o los argumentos fundamentados tienen poso. Pensar y pesar son verbos sinónimos. Un pensamiento que marca, merecedor de atención, sopesa argumentos como si los depositara en una balanza y acaba con un balance gracias al cual decide cuáles tienen mayor entidad, obviando los que son evanescentes.


¿Examinar o examinarse? Todo examen nos pone a prueba. La resolución del problema exige un careo. Tenemos que hacer preguntas, hacernos preguntas. Un examen nos permite y nos obliga a estudiarnos. Tenemos que poner el acento y mirar a lo que estudiemos, pero también debemos que volver la mirada hacia nosotros y ser plenamente conscientes, lúcidos, de lo que vamos a emprender. Pues un examen es una aventura que mide nuestras fuerzas. Se trata de un reto que debemos superar, sin abandonarnos, superados por el envite. Un examen exige conocimientos y fuerza moral. De algún pone, un examen mide nuestra capacidad, nuestro ánimo, nuestra entereza para afrontar la vida. El resultado de la resolución del examen es una sensación de alegría y paz. No nos hemos derrumbado. Acabamos fortalecidos.


La palabra examen está emparentada con el término actuación. Examinar es un hacer (agere, en latín, que ha dado el verbo francés agir). Este acto se comunicaba al exterior (ex-amen), para que sea sopesado. Agere es uno de los verbos latinos con más matices, con un campo semántico más amplio. Designa todo tipo de actuaciones, elaboraciones, construcciones; entre aquéllas, las que recurren a la palabra: las interpretaciones del actor. Sus palabras y sus gestos son vitales porque permiten que un personaje cobre vida. 

Un examen modélico no es letra muerta: aporta un punto de vista personal, echa luz sobre un problema, lo resuelve. El enigma se desvela. Su contenido inalcanzable se pone a nuestra disposición. El examen es una ventana al mundo. Valora la capacidad de apreciarlo, de abrirlo. Gracias al examen se manifiesta nuestra comprensión del mundo y nuestra habilidad para comunicarla a través de unos recursos al alcance de todos. 

Un examen no es un castigo. Es un juego de precisión que exige que sepamos calibrar bien lo que tenemos que analizar, distribuyendo el peso de cada argumento a fin de lograr un resultado, un punto de vista equilibrado, en el que propuestas contrapuestas se conjuguen y den cuenta de la complejidad del mundo. Pesar o pensar requiere atender a visiones distintas, poniendo en evidencia las múltiples caras de la realidad.

Un examen es un juego de construcción que requiere hallar el lugar correcto de cada punto de vista, a fin que la demostración no se derrumbe. Agilidad, destreza, vista, previsión son dones o capacidades (que se cultivan, se adiestran)  que entran en juego para edificar un texto sólido, bien trabado, en el que las partes se relacionan y se suceden sin desequilibrar el conjunto. 

De algún modo, un examen es una precisa obra de arquitectura, una construcción que se eleva paso a paso apuntando a la resolución de un problema. Un hermoso ejercicio que se vive siempre con el miedo al derrumbe. Como en toda construcción que trata de aclarar el mundo. Construir conlleva la asunción del fracaso, cuya superación pone de manifiesto la capacidad creativa de quien está sometido a examen.

Dicho eso, todos tememos suspender: quedar colgados, como si tuviéramos unas soga al cuello, sin poder avanzar….


sábado, 4 de mayo de 2024

GEORGES FRANJU (1912-1987) & HENRI LANGROIS (1914-1977): LE MÉTRO (1934)


 

Franju y Langlois fueron los fundadores de la Cinemateca Francesa, el archivo de cine más importante del mundo 

GEORGES FRANJU (1912-1987): LES YEUX SABS VISAGE (LOS OJOS DIN ROSTRO, 1960)


 

La obra maestra del cine de terror, del director de cine francés Georges Franju, conocido por sus documentales sobre arquitectura (véanse entradas sucesivas en los próximos días) -la casa del cirujano es un elemento protagonista de esta historia-, reveladora de la relación entre rostro y máscara, que los griegos ya postularon. El rostro -o la máscara-, como imagen prototípica, reveladora a la vez que capaz de ocultar lo que recubre (y exhibe o, mejor dicho, distorsiona).
La película es dura. Pero es el mejor tratado sobre el retrato, origen del arte como medio para interpretar , recrear (y suplantar) la creación de vida. 

jueves, 2 de mayo de 2024

Salvador Dalí sobre Le Corbusier




https://www.ina.fr/ina-eclaire-actu/video/i12250878/salvador-dali-propos-sur-le-corbusier-et-picasso 

Visión legal de la filmación de la entrevista

Cuando Dalí es lúcido y certero -si es que alguna vez no lo fue

Intérprete


 

Quién es el autor de un texto: ¿el redactor, o el lector?

La pregunta, en este caso, tiene una respuesta rápida y contundente: el lector o intérprete.

El texto adquiere pleno sentido, gana matices en los que el redactor no pensó, y se enriquece, se construye o reconstruye, se estructura y sobre todo apunta hacia un objetivo claro, evitando la dispersión, gracias a los comentarios de quien va a presentar el libro. 

El redactor escribe una partitura; el lector (la lectora) la interpreta. Le da vida. Pone el acento en lo relevante, si lo hubiera, obviando lo superfluo y lo innecesario.

 Un trabajo de composición que el corrector de estilo ya ha realizado previamente, analizando cada palabra, reestructurando frases, eliminando líneas o párrafos innecesarios o redundantes, e interrogando el texto. 

Mas, aún falta un componente innecesario: la voz que aporta el intérprete (el lector, el presentador), leyendo calladamente o en voz alta. 

Del mismo modo que una composición solo puede ser juzgada a través de su interpretación, la valoración, positiva o negativa, de un texto, se alcanza gracias a la lectura (pública, en este caso) de éste. 

Solo se puede dar las gracias a María Rubert, autora del libro -si no se avergüenza de él.

Mas adelante, una nueva presentación podría tener lugar en Madrid 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Señal

 El curso llega a su fin. El fin del discurso está cerca. Ha discurrido siguiendo un cauce que se ha ido trazando a medida que se avanzaba. El objetivo podría cumplirse. Pero no está ganado de antemano. La aproximación ha requerido un viaje, emprendido conjuntamente.

Un objetivo: el verbo latino objicio significa lanzar hacia adelante, colocar delante de nosotros, proyectar y animar. También, inspirar, a fin de facilitar el avance, la aproximación a lo que se hallaba lejos y era desconocido. Tras el curso seguido, el avance, se descubre poco a poco, se devela. El saber es una iluminación que requiere una aproximación a tientas en los inicios, acompañada por el guiar del enseñante/

Enseñar implica, literalmente, hacer señales. El enseñante apunte, muestra, revela, descubre. Invita al descubrimiento, y deja que éste acontezca, que la revelación sea una experiencia personal. El placer des descubrimiento. 

Una señal es una advertencia, un aviso. Indica la dirección que se sigue, si ésta se dirige hacia la meta que se persigue. El enseñante es un guía. Deja marcas que ayudan a no no errar. Marcas que son palabras, gestos que orientan. Facilita el avance; muestra los obstáculos; anima a proseguir pese a las posibles dificultades. No grita, ni expulsa a nadie. El grito encoge el ánimo. Impide el avance.

Todos tienen que poder seguirle, cuidando por  donde camina, si la senda es practicable. Abre la vía por la que los estudiantes transitan. Un enseñante tiene que estar a la escucha de los que siguen sus pasos. Vela para evitar que nadie se pierda. Se detiene si es necesario. El descanso y la recapitulación  son imprescindibles. Se revisa el camino ya cubierto. Se apuntan las últimas etapas. 

Las señales tienen sentido. Son significativas . Significare, en latín, se traduce por mostrar, por dar a entender. La enseñanza es un don, es decir es un bien que se ofrece. Un gesto en doble dirección: la donación y la recepción, que da sentido a la ofrenda. El receptor, el estudiante, al igual que el enseñante, son los beneficiarios de la entrega. Ambos ganan. El gesto del enseñante no acontece el vacío. Pero el don solo es aceptable -y se acepta-, es de recibo, si no se impone. El bloqueo de la imposición cierra la puerta a la transmisión del conocimiento. 

Enseñar es saber escuchar, estar receptivo a las necesidades de quienes quieren aprender, es decir aprehender, ser capaces de coger y acoger un conocimiento, haciéndoselo suyo.

Un conocimiento que tras la distribución se convierte en un bien compartido. La transmisión del saber es un ritual. Acontece en el aula, una palabra que, en griego antiguo, designaba el patio (aulé) de una morada y también de santuario en el que, poco a poco, se va ilustra, se va haciendo la luz. De hecho, aunque no existía una palabra específica para designar un templo, toda vez que un templo era una morada (oikos) de un dios, la aulé era el espacio donde la divinidad, encerrada en su celda, aceptaba mostrarse y dialogar con los mortales. El aulé era el lugar donde los inmortales se “humanizaban”. Una clase, en cierta medida, es una ceremonia; una ceremonia de entrega de algo inmaterial: el conocimiento que llena una hora o una vida. Un aula es un espacio de diálogo, de intercambio. No existe experiencia más plena que una clase donde el diálogo prende, donde se debate -para sortear, entender, aceptar los obstáculos que se nos interponen en la prosecución del saber.

El enseñante se pone a la cabeza. Los signos que emite invitan al tránsito. Toda una clase se pone en marcha. El movimiento es sostenido. Los paros provisionales. Los abandonos rescatados, aunque impliquen la revisión del camino proyectado. La senda tiene que adaptarse a las fuerzas de quienes transitan. 

Pero el avance del enseñante no es indefinido. Llega el día en que sabe que debe ceder el paso y entregar el testigo a quien le sucede.

El conocimiento forma parte de una cadena. Es un trabajo o un esfuerzo colectivo, un bien que no es de nadie sino común, comunitario, una puesta en común de lo descubierto y aprendido.




La tumba del héroe fundador











Fotos: Tocho, Paestum, abril de 2024

 
Lejos del acceso, apartado de los tres célebres grandes templos griegos, casi intactos, cercano a la muralla de la ciudad, tras cruzar un campo cubierto por un manto de hierbas crecidas por las recientes lluvias, y salpicado de sillares de construcciones griegas y romanas sepultadas, invisible desde los distintos caminos que cruzan el yacimiento, mal ubicado incluso en los mapas, y escapado de las visitas masivas de grupos de turistas y escolares, agazapado sobre la tierra como la concha de un animal prehistórico, apenas levanta la cabeza un modesto tejado a dos aguas, rehundido en una hondonada artificial. Medio enterrado, enteramente invisible hace dos mil setecientos años bajo un túmulo circula que señala la tumba del fundador de la colonia griega de Posidonia (Paestum, tras la conquista romana), se halla lo que se conoce como un herôon: un santuario dedicado al fundador de la ciudad.

Se trata de uno de los dos únicos herôa llegados hasta nosotros. La otra tumba descubierta se halla en Cirene, en la costa libia, si bien el herôon de Cirene estaba dedicado a la fundadora mítica de la colonia, mientras que el de Posidonia albergaba, entre ofrendas, los restos del fundador real, hoy desconocido, empero, de la colonia griega.

Los herôa eran unos santuarios muy especiales. Cubrían la tumba de un humano, enterrado, al contrario que el resto de los ciudadanos, cuyas tumbas se ubicaban fuera del recinto de la ciudad, en el centro de la urbe, en ocasiones en el corazón mismo del ágora. Por otra parte, se trataba del único recinto sagrado, y del único culto asociado a éste, consagrado a un mortal, y no a una divinidad o a un héroe mítico.

Los fundadores eran quienes habían encabezado los desplazamientos coloniales desde la Grecia continental hasta nuevas tierras donde los colonos se instalaban. Dichas colonias ocupaban espacios muy acotados, cabe la costa, desdeñados por poblaciones nativas siempre instaladas en altozanos. Estos inciertos desplazamientos por mar no pretendían explotar tierras ni poblaciones, sino que se trataba de movimientos migratorios provocados por el hambre, dado que las limitadas riquezas agrícolas y ganaderas griegas no permitían el cuidado de una creciente población urbana a partir del siglo VIII aC, un movimiento que cesó con la ocupación romana de Grecia.

Templos griegos en buen estado se encuentran en el Mediterráneo y en el Próximo Oriente, en Atenas misma. Ten solo quedan dos herôa, en cambio.

Protegido por tejas planas bien conservadas, la tumba del héroe fundador es un modesto santuario, testimonio del agradecimiento de los colonos hacia su guía. Desde la tumba, éste seguía velando sobre la ciudad que había fundado. Su presencia era necesaria. Por este motivo, la ubicación del herôon era secreta. Estaba oculto y solo los rituales llevados a cabo carca del túmulo indicaban que la tierra albergaba los restos de un ser que merecía ser tratado como un dios.

El herôon de Paestum es uno de los pequeños monumentos más significativos de la cultura de la Grecia antigua, continental y colonial.