sábado, 31 de mayo de 2014
LEWIS BLATZ (1945): TRACK HOUSES (1969-1971) Y OTRAS SERIES
Sobre Lewis Blatz, véase esta página web.
Los muros ciegos de Blatz, de los años setenta, se asemejan a las construcciones mudas de los escultores minimalistas. Con una diferencia. Los muros que Blatz retrata de manera tan precisa y tan hermosa, jugando con el contraste entre el blanco deslumbrante y un negro profundo, forman parte de casas en los que se vive o malvive.
Y, sin embargo, no se detectan huellas de vida. Paredes -que no muros- representados de frente. Y desde muy cerca. Se podría percibir el grano, la textura de la pared. si la tuviera. Si tuviera algo que ofrecer, que atrapara la mirada. La vista se pierde por los lados. La mirada desliza sobre los planos. Nada la detiene. No hay nada que ver. Amplios ventanales, de marcos delgados, sin duda de metal, tapiados o cegados. Puertas estrechas, sin marco -puertas traseras- cerradas que, en ocasiones, apenas se distinguen de las paredes. Absurdos detalles industriales magnificados, convencionales -ni uno propio-, algo raídos -sin llegar a ser evocativos, ni suscitar sentimientos de nostalgia-, animan las vistas: un aparato de aire acondicionado, un bajante, un poste de luz. La luz es uniforme. Aplana formas de por sí chatas.
Blatz ha querido documentar la fealdad de las casas modernas en los suburbios norteamericanos a finales de los años setenta y principios de los setenta: una plaga de cajas anónimas, impersonales, incapaces de constituir una ciudad o una comunidad. Yerbas ralas asoman en la base casi como un error o un borrón.
Una lección para los arquitectos. Y las escuelas de arquitectura.
Blatz expone hoy en Le Bal en París.
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