martes, 24 de febrero de 2015

JACQUES RANCIÈRE (1940): ¿CÚAL ES LA FUNCIÓN DE LA OBRA DE ARTE?


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El no siempre claro filósofo y teórico francés de las artes, prestigiado entre estudiosos y defensores de determinadas formas de arte contemporáneo (críticas con las relaciones de poder entre grupos e individuos), Jacques Rancière -pese a la espesura de la escritura, gran escritor "clásico"- sostiene, en uno de sus últimos libros, Le destin des images (La Fabrique éditions, París, 2003), que las imágenes o las formas de arte válidas son las que ni contribuyen al caos general, ni reflejan una imagen ilusoria o dogmáticamente ordenada del mundo (no deben pertenecer al mundo de los Accionistas vieneses, ni al zalamero mundo de Koons), sino que, recurriendo tanto a la palabra cuanto a la imagen -y, por tanto, se expresa en formas de arte tales como el cine o el "collage"-, ponen de manifiesto el carácter absurdo de la realidad trabajosamente construida y presentada siempre como un modelo de sociedad.
Así, para Rancière, una de las primeras escenas de la película Una noche en Casablanca (minuto 3, más o menos), interpretada por los hermanos Marx, constituye un ejemplo paradigmático de la función que la imagen tiene que satisfacer. Un militar se acerca a Harpo. Le pregunta, seca y groseramente qué hace allí, en la calle, con aire desenfadado, apoyado contra un muro. "¿No me replicarás que lo aguantas", le grita el militar. Harpo, mudo, asiente. El militar, violentamente, lo arrastra, separándole de la pared. Y ésta se derrumba. El mudo "decía" la verdad. Las palabras, en cambio, distorsionaban la realidad.
La imagen desvela lo inesperado. Muestra, cómicamente, las grietas de la realidad. Las palabras entran en contradicción con las imágenes. Del choque de ambas surge una imagen compleja que expone el carácter insostenible de una concepción dogmática del mundo. La imagen no es un espejo, o lo es de un modo mágico. Del mismo modo que el espejo de la madrastra expone lo que está no es pese a todos sus esfuerzos, esta escena, sostiene Rancière, muestra que el mundo que nos hemos construido es un decorado. Éste se derrumba cuando no debería o, mejor dicho, cuando no es concebible que se cayera. La imagen es la que revela lo que no queremos que ocurra, lo que no queremos ver.
Una concepción curiosa -pero sin duda cierta- de la función del arte de la imagen, capaz de hacer saltar la lógica -ficticia- sobre la que se apoya lo que hemos construido sin ver su sin-sentido.

2 comentarios:

  1. En suma, la función de la obra de arte (imagen o no) es la de romper "la costra dura de la nomenclatura" :)
    Me alegra leerlo en un filósofo reconocido.
    Un cordial saludo.

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  2. El arte debe ser crítico con la realidad, es decir, etimológicamente (crítica significa segregar, corte, y evaluación), debe ofrecer una mirada que evalúa, juzga, lo que contempla.
    Supongo, entonces, que la realidad, sea cual fuere, siempre es observada detenidamente para descubrir que yace debajo o detrás de la apariencia -sin dañar a ésta, sin embargo.
    Muchas gracias por la observación.

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