Se convoca un concurso internacional.
Se presentan dos candidatos. Uno incumple las bases que piden, por ejemplo, tener algo más que el bachillerato (no se piden máster ni doctorado).
Gana el único concursante que cumple las bases, el único entre uno.
Tiene más méritos que los pedidos. Goza de la amistad y el apoyo del consejero que echó al anterior director y lanzó el concurso y de dos miembros decisivos del jurado, con uno de los cuáles incluso ha trabajado.
Por fin vuelven, sin disimulo ni prejuicios, los entrañables buenos tiempos anteriores a 1975.
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