Fotos: Tocho, julio de 2022
El último taller del escultor rumano Brancusi, afincado en Paris, fue donado por el artista al estado francés, con la condición de mantenerlo tal cómo se hallaba, con todas las obras en el mismo lugar, fruto no del azar, como si fuera un almacén desordenado, sino de una larga y meditada reflexión hasta conseguir que cada escultura y cada objeto se ubicara en el lugar que le corresponde en la compleja trama de objetos que Brancusi tejió. Nada se hallaba fuera de lugar.
Debido a unas obras callejeras (y a un destructivo temporal a finales de los años 90), el taller fue desplazado varías veces y finalmente ubicado en un contenedor proyectado por Renzo Piano, ante el Centro Pompidou de París desde hace seis años. En el interior, se ha reconstruido exactamente el taller de Brancusi con todas las obras originales y los enseres que el artista dejó, respetando su ubicación, hallada y fijada después de años de ensayos por el escultor.
El conjunto constituía, para Brancusi, lo que denominaba un templo. Y éste reproducía el Templo de la Liberación que un marajá hindú le encargó en los años 30, y que nunca se construyó pese a la larga estancia de Brancusi en la India. El templo iba a acoger el tótem de madera tallada titulado El espíritu de Buda, de 1938, aún existente.
Cada obra del taller (como lo hubiera sido en el templo budista) ha sido pensada y materializada en relación con otras. Su disposición en el espacio, sobre unas bases de madera tallada, estaba también al servicio del visitante, dirigiéndolo a través de un aparente caos, que respondía sin embargo a secretas disposiciones geométricas. Tanto los motivos (pájaros, figuras) cuanto la ubicación debían influir en el ánimo de los fieles o los espectadores.
Hoy ya no se puede entrar en el estudio, sino que se recorte y se observa desde la periferia, pero el juego entre figuras naturalistas y totems, esculturas e instrumentos, obras y fotografías, pinturas y estatuas, objetos y obras, calculadamente dispuestos, serena y luminosamente -la luz cenital reverbera sobre los mármoles pulidos y los yesos blancos- constituye una de las experiencias estéticas en París más sosegadas y aleccionadoras.
Nota: El espíritu de Buda no se expone en el taller
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