Recuerdo una reciente conversación ajena en un tren, por teléfono móvil: el pasajero, con voz fuerte, comentaba la reserva estival de un hotel de la costa española, de calidad, si bien ubicado en un polígono industrial cabe un prostíbulo, lo que dio lugar a inevitables chanzas antes de que el invisible interlocutor, seguramente, manifestara su absoluto rechazo a unas vacaciones en semejante entorno.
Un hotel con una cama de matrimonio en forma de corazón con una colcha sintética de color rojo brillante, y laterales fruncidos; un hotel con una lamparita de mesa con luz roja; una habitación con un armario-ducha; o con una cama sin sábanas y las paredes maculadas por insectos aplastados; hoteles con discotecas en planta baja, cuyas paredes retumban con la música a todo volumen; hoteles inacabados ; con sábanas que han vivido y no se han lavado en mucho tiempo; habitaciones tan pequeñas que no cabe el equipaje si no es encima de la cama; moteles con estalactitas recreando una gruta alpina… la variedad de habitaciones de hotel es casi infinita, y suscita una mezcla de nostalgia y repugnancia, de incredulidad y de ternura, de indignación y renuncia ante la evidente caradura, los desvelos, los deseos de agradar, la pobreza y la desidia, y la diversidad e imprevisibilidad de los gustos.
Los hoteles que no pertenecen a grandes cadenas hoteleras son un espejo de los deseos y las miserias, la imagen que se quiere ofrecer al visitante, víctima de un timo o de costumbres, posibilidades o ideales muy distintos de lo que esperamos.
Un hotel es una invitación a adentrarse en un interior que se abre y se protege a la vez.
El fotógrafo Roger Grasas ha retratado durante años modestas habitaciones de hotel, singulares, entrañables, extravagantes, deprimentes o risibles, enfocando siempre detalles que revelan qué se ofrece y qué se espera. Son las habitaciones que se descubren, con temor o esperanza, curiosidad o recelo, apenas se entreabre la puerta desde el pasillo. Habitaciones aún no habitadas, y que haremos nuestras, nos rechazarán o desestimaremos. Habitaciones de una noche de placer o de insomnio, si bien, pese a sus pobre lujo forzado, o su aire fúnebre o monacal, o sus excesos, no tienen porque impedir el sueño, en los dos significados de la palabra.
http://www.almaproducciones.es/es/projects/114/roger-grasas
Agradecimientos a Roger Grasas por este precioso, irónico y enternecedor regalo.
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