miércoles, 20 de julio de 2022

La escritura es gala y el arte maya murciano





 Se piensa que la escritura nació en el cuarto milenio (aC) en el Próximo Oriente, cuando eso no es cierto.

La escritura apareció dos mil años antes, en un villorio del centro de Francia llamado Glozel. Allí, a principios del siglo XX, se desenterraron miles de fragmentos cerámicos y de tablillas enteramente cubiertos de signos gráficos, la primera escritura,  idénticos a los que miles de años más tarde empezaron a utilizarse en Fenicia. Los principales estudiosos y arqueólogos que analizaron este singular y revolucionario hallazgo dieron fe de la primacía de esta escritura, llamada Glozeliense, que tardaría en llegar a Oriente.

Es por aquellos años, cuando, en el pueblo murciano de Totana, se empezaron a desenterrar maravillosas cerámicas de la edad del bronce, así como toda clase de estatuillas. No cabía cerámica antigua más perfecta. Hace cinco mil años, en Totana se produjeron objetos de terracota muy superiores a cualquier otra cultura. Museos como el Louvre de París pagaron fortunas para adquirir estas espléndidas vasijas. Su importancia se acrecentó incluso cuando se descubrieron vasijas con motivos precolombinos que dieron la vuelta a toda la historia de la humanidad.

Ambos hallazgos sacudieron de raíz la historia convencional y asumida. La cultura no se había originado en oriente sino en occidente. El mundo semita ya no estaba en el origen de ls cultura occidental.

Del mismo modo, las colonias sudamericanas no fueron colonias -territorios conquistados-, sino tierras reconquistadas, puesto que el arte precolombino era, en verdad, arte español de la edad del bronce, un arte, por otra parte, infinitamente superior.

Quizá algún lector haya parpadeado. Ambas historias son ciertas, ambos descubrimientos arqueológicos también lo son, pero las piezas halladas son uno de los fraudes más fantásticos de la arqueología ( piezas copiadas -las de Glozel de piezas fenicias, y las de Totana de imágenes mayas, todas debidamente envejecidas), fuertemente teñidos de ideología, cuando no de racismo. El pueblo de Glozel se halla muy cerca de Vichy, de infausto recuerdo durante la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Y quienes denunciaron de inmediato el fraude eran académicos judíos que, obviamente, no podían soportar ls superioridad de tribus del norte de Europa, es decir arias, sobre culturas semitas. Con los hallazgos de Glozel, Europa se sacudía el sentimiento de inferioridad ante una cultura semita, por no decir judía. 

Aún hoy, hay quien sigue creyendo en la autenticidad de las piezas de Glozel, expuestas en un museo local, que muestran la primacía de occidente sobre oriente.


Agradezco a la conservadora y estudiosa Annie Caubet la comunicación de ambos casos, conocidos y muy documentados, que ponen de manifiesto que, ayer y hoy, la arqueología se utiliza para expresar ls primacía -y por tanto la superioridad, y el dominio- de unas culturas sobre otras.

En la Europa de hoy, estos siniestros ejemplos dan qué pensar.



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