martes, 31 de diciembre de 2013
La casa del ogro (la casa en los cuentos)
El gato con botas llegó hasta las puertas del castillo. Se alzaba en lo alto de la colina. Nadie vivía alrededor. Se asemejaba a una roca yerma y aislada. El puente levadizo estaba bajado, pero los vanos cerrados. Cedieron ante el empuje del gato, y se abrieron muy lentamente, con un chirrido que hubiera despertado a los muertos cuando retumbó bajo las bóvedas a oscuras. La amplia estancia de la entrada estaba vacío. No parecía que nadie viviera en el castillo del ogro. Una empinada escalinata de piedra arrancaba frente a la puerta. Sombríos pasadizos se perdían a ambos lados. Una tenue luz se infiltraba a través de altos ventanales ojivales a través de cuyos gruesos cristales mates el cielo parecía enneblinado.
El gato se envalentonó y empezó a ascender por la escalera. Tras el primer tramo, un descansillo conducía a dos tramos siguientes que se alzaban en dirección opuesta, aún más empinados,. O así lo parecía, tal era el miedo que embargaba el gato. Una amplio paso, en el primer piso, desembocaba en la estancia más alta que cabía imaginarse. Una chimenea, al fondo, tan lejos del acceso que aparecía reducida a un fuego de muñecas, no sin mantener una inquietante prestancia, presidía la estancia. Y, en el centro, una mesa puesta, sobre la que, entre candelabros de plata cenicienta, todo tipo de manjares esperaban a comensales que se diría nunca acudirían. La vida del gato con botas estaba a salvo, y la suerte de su amo, un pobre molinero muerto de hambre, iba a cambiar. El castillo era la clave de su suerte. El gato le había salvado la vida exponiéndose a hollar el castillo del ogro.
Quizá no exista un cuento sin la presencia de una morada. Las casas suelen jugar un papel central en la narración. Algunas, incluso, dan título a cuentos: El castillo de Barba Azul es un ejemplo conocido. ¿Moradas? Palacios y chozas, construidas a menudo con materiales inesperados: hielo o azúcar. No se hallan nunca en el centro de una ciudad; antes bien, altos riscos, bosques impenetrables, densas nubes las protegen y las esconden. No es fácil llegar a ellas. De hecho, es imposible. Ni siquiera se sabe que existen. por otra parte, quienes viven en ellas no son humanos. Son ogros, brujas, enanos, reinas que son madrastras. Estas casas son tumbas más que hogares. Son moradas del Hades. Se asemejan más a la siniestra cueva de Polifemo -uno de las primeras fábulas conocidas- que el acogedor palacio de Ulises. Incluso cuando tienen propietarios, éstos no se hallan en el interior. Las casas suelen estar vacías, aunque se intuye una latente presencia amenazante. No se puede vivir el ellas. Incluso cuando se pueden recorrer, siempre existe una estancia al menos cerrada a cal y canto, cuya llave no se posee, y cuya posesión constituye el acicate de la aventura. Llave que es la clave de una vida. Son espacios plenos de puertas que no se pueden abrir, de espacios oscuros, subterráneos, o en lo alto de torreones, a los que no se tiene acceso, y a los que, empero, se tiene que llegar si se quiere vivir. Una vida que se alcanza, quizá, tras la muerte que simboliza el umbral de la estancia vetada. Las casas de los cuentos son criptas yo desvanes sin espacios de acogida. Espacios nocturnales en los que no se puede ni se debe echar luz. Espacios de misterio que invitan al desvelamiento, aun a costa de la vida.
Espacios inexistentes o inestables. Ni se ubican, ni se conocen; aparecen y desaparecen. Están fuera del tiempo y del espacio. El tiempo, por ejemplo, no rueda a la misma velocidad, en el espacio exterior y en el recluido y sombrío mundo del castillo del ogro. Espacios encantados o que han sufrido un encantamiento. Los sirvientes son magos o son espectros. Duermen el sueño eterno o adormecen a quien se atreve a cruzar el umbral.
Porque, todo y las barreras que se interponen entre las ciudades y las casas embrujadas, barreras que advierten del peligro al mismo tiempo que constituyen un acicate para sortearlas, los protagonistas de los cuentos se ven impelidos a llegar hasta la puerta. Su vida cambiará ineludiblemente y para siempre en cuanto empujen la puerta. Una fuerza inexplicable les fuerza a penetrar en el castillo. Intuyen que no se trata de lugar acogedor y que los moradores son inconcebibles. Pero no pueden dejar de acceder al interior. El acceso a la casa de los cuentos constituye una última y decisiva prueba vital. Solo podemos vivir en espacios interiores. A la intemperie, perecemos. incluso los nómadas levantan tiendas y campamentos. De algún modo retorcido, la casa de los cuentos está ligada a la vida, vida que dejará de ser lo que era y cómo acontecía antes de la entrada en el mundo de la casa encantada. La muerte quizá aguarde. Desde luego, la vida ya no será igual. El héroe morirá con respecto a su vida anterior. Pero, si supera la prueba, renacerá. La casa del cuento es un alto en la vida por la que se tiene que pasar. Quienes se enfrentan a sus muros son niños y jóvenes, muchachas casaderas, en tránsito hacia otra etapa de la vida, que quizá no alcancen.
Esos son los espacios objeto de un próximo libro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Gracias !! De pequeña pensaba que vivir en el castillo que gana el gato con botas no era ningún premio.Parecía lo contrario de lo que debía de ser una casa.
ResponderEliminarLa cabaña de la iniciación y el paso el reino de los muertos según V.Propp
Se espera el libro !
¡Muchas gracias! y gracias por las sugerencias.
ResponderEliminarDesde luego, pienso volver a consultar a Propp. Y releer los cuentos.
Es posible que el libro se publique en 2015
Lo estaremos esperando .Creo que V.P inició un camino fascinante aunque pone un poco los pelos de punta oirle hablar de una ciencia burguesa y de una metodología y una ciencia al servicio del pueblo;pero en fin:era su época y también eso le permitió un enfoque distinto y muy interesante.
ResponderEliminarCuando se le lee dá rabia no saber ruso,por la cantidad de estudios ,que cita en ese idioma,sobre todo etnográficos .
Esas casas amenazantes condensan la experiencia universal de la intrusión, la conciencia de invadir la morada ajena, la esperanza de la recompensa y el temor del castigo. Parece que todos podemos (¿queremos?) ser, al menos en la imaginación, ladrones. De tesoros, secretos, doncellas ... ¿Qué héroe no robó?
ResponderEliminarSaludos,
Santiago
Niños o jóvenes que en unas casa ajena, de noche, parece ser un motivo literario, y quizá un juego real, que pone a prueba la valentía y la inteligencia del adolescente, en efecto.
EliminarEl castillo encantado, maléfico o benéfico, en efecto, creo que puede ser visto como una estación de paso en un ritual en el cambio de etapa o fase en la vida de un ser humano. Si se entra y se sale con vida, se demuestra que uno está preparado para la vida.
EliminarY sus habitantes,los ogros ,brujas etc evocan un miedo también universal ,sobre todo durante la infancia:el de ser devorados.Aunque no sé si será un miedo inducido culturalmente o si tiene un origen más profundo.
ResponderEliminarReflexión aguda: el miedo a ser devorado, que ya aparece en los mitos (Saturno devorando a sus hijos, Zeus engullendo a Metis), algo así como un retorno al vientre, del que ya no se podrá salir
EliminarHay algunos libros que me parece pueden ser de interés para un trabajo así; aunque yo no los he leído tienen buena prensa: “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, de Bruno Bettelheim (un psicólogo muy controvertido, por otra parte), “The Art of Dramatic Writing”, de Lajos Egri (que pese a centrarse en la narración teatral, es una referencia también para analizar los cuentos infantiles). También varias obras de Tzvetan Todorov, como “Los géneros del discurso”, o “Introducción a la literatura fantástica”. También algún ensayo de C.S. Lewis, él mismo celebrado escritor de cuentos como las famosas “Crónicas de Narnia”, que cumplen muy buena parte de las 31 funciones del cuento según V. Propp.
ResponderEliminarSaludos.
Muchísimas gracias.
EliminarConocía el libro de Bettelheim, leído hace años (en efecto, criticable o superado, seguramente envejecido, pero aun con intuiciones muy útiles), así como los análisis de Propp, pero desconocía el resto de las obras.
Como comenta María, la bibliografía en ruso puede ser inabordable, no solo por el idioma, sino por su extensión, por lo que cualquier estudiio que no pueda tenerla en cuenta detalladamente, quizá esté pisando huevos
aguardo el nuevo libro con expectación.
ResponderEliminary yo impaciente por seguir estudiando el tema.
Eliminar¡Gracias!
Me has hecho recordar... hace mucho tiempo... cuando nos explicaste el cuento del gato con botas... en el jardin de aquella urbanización horrosa... junto a un lago color turquesa... en Iran.
ResponderEliminarRecuerdo que hace años... al atardecer... en un jardín de una urbanización horrorosa... junto a un lago azul turquesa...... en Iran... nos explicaste el cuento del gato con botas
ResponderEliminarRecuerdo que hace años, al atardecer, en el jardin de una casa, de una urbanización horrososa, junto a un lago azul turquesa... en Iran, nos explicaste el cuento del gato con botas...
ResponderEliminarRecuerdo que hace años, al atardecer, en el jardin de una casa, de una urbanización horrososa, junto a un lago azul turquesa... en Iran, nos explicaste el cuento del gato con botas...
ResponderEliminarNo recordaba este hecho; solo haber comentado algo mucho más intrascendente, los textos de Zoroastro.
EliminarSi se tratara de este momento, supongo que hablamos de este cuento motivados por la horrorosa situación en la que estábamos, medio, o totalmente, secuestrados en medio de montañas, en medio de la nada, sin saber dónde estábamos, creo recordar.