jueves, 19 de diciembre de 2013
Seshat, la diosa egipcia de la arquitectura
Escasean las diosas de las artes.
Aracne, divinidad del telar, es una humana, más que una divinidad, que compite con Atenea por saber quien teje más rápido. Atenea, por su parte, sí está asociada a diversas técnicas artesanales, desde el tejido hasta la carpintería -y la arquitectura-, pero Atenea siempre ha parecido una diosa extraña, inhumana (en el sentido actual del término): nacida de la testa de Zeus, sin la intervención de madre alguna, no fue nunca una niña sino que emergió adulta, vestida, portando casco y coraza labrada y blandiendo una lanza. Atenea era una divinidad más masculina que femenina. Pese a sus numerosos amantes, no fundó nunca una familia, por lo que no extrañaba que se ubicara y se moviera por el espacio exterior, tradicionalmente propiedad de divinidades masculinas.
Démeter era la diosa de la agricultura, pero las técnicas agrícolas fueron enseñadas a los hombres por su hijo, el divino Triptoleno.
Sin embargo, Egipto sí tuvo una gran diosa de la técnica: Seshat, diosa de la escritura y la arquitectura, si bien cayó lentamente en el olvido, recordada tan solo por su papel de esposa del dios Toth de la escritura.
Seshat, que significaba escriba (femenino), moraba en la casa de los escritos, que protegía. Su papel principal consistía en cuidar de los archivos y anotar por escrito cuantos acontecimientos eran relevantes para los distintos reinados. Fue, junto con Toth, quien transmitió a los humanas la técnica de la escritura. En este sentido, asumía el papel que la diosa Nisaba -otra de las pocas divinidades femeninas de las técnicas- cumplía en Mesopotamia.
Arquitectura y escritura han estado siempre asociadas. Son actividades manuales parecidas. Cumplen un mismo fin. Guardar el registro de una imagen o una intuición. Materializan una forma incorpórea. Esta tarea también incube al dibujo, mas sociedades antiguas como la egipcia y la griega no distinguían entre dibujar y escribir. Un eco queda hoy de esta concepción: la grafía es la escritura, mas un gráfico es un dibujo.
Seshat no proyectaba sobre un papiro o una tablilla de madera recubierta de cera, sino que trazaba directamente sobre la tierra. Seshat acompañaba al faraón y le ayudaba en las tareas fundacionales. La delimitación del terreno, gracias a una cuerda, la apertura de las zanjas en las que se hincarán los cimientos, y la propia instalación de ,los mismos corrían a cargo de Seshat. La estabilidad de las construcciones dependía, literalmente de Seshat. No se le dedicó ningún templo, porque se hallaba presente en todos los santuarios: Seshat era los cimientos de los mismos. Estos se apoyaban, brotaban del mismo cuerpo de la diosa. El conocimiento de las técnicas edilicias y su correcta aplicación estaban al cuidado de Seshat. Ésta, sin embargo, no velaba solo sobre la puesta en práctica, sobre la fase constructiva. También supervisaba el proyecto, dibujado sobre el mismo terreno. En tanto que diosa de la escritura, ducha en el trazo y el trazado, sabía plasmar imágenes mentales. Los proyectos que inscribía estaban bien orientados. Seshat era también la diosa de la planimetría celestial. Su manto, una piel de leopardo, estaba moteado, y cada mancha era una estrella. lSeshat se revestía con el cielo. Una estrella de siete puntas coronaba su testa y le permitía orientar correctamente lo que proyectaba y levantaba (este dibujo también podría representar una hoja de cáñano, planta con la que se trenzaba la cuerda que se utilizaba para delimitar el espacio).
Toda fundación refundaba el universo. Seshat, así, lo recreaba; lo creaba como la vez primera. Era la diosa de la creación. Ordenaba el mundo. Por eso, se equiparaba con Maat, la diosa del orden y la justicia -maat era el concepto principal que explicaba la justa organización del cosmos-, cuyo cuerpo tendido y arqueado aguantaba la bóveda celeste.
Seshat era la diosa del mundo visible. El espacio y el tiempo estaban en sus manos. Pautaba el espacio, con la cuerda y el estilete, así como el tiempo: el afilado instrumento de dibujo o escritura le permitía registrar con una marca el paso del tiempo sobre el tronco del árbol de la vida, la palmera, árbol que constituía el pilar que sustentaba el mundo terrenal. Gracias a las anotaciones de Seshat, el pasado quedado bien ordenado. De este modo, el caos no retornaba. Los hechos memorables estaban inscritos en la estructura del mundo. El olvido no afectaba la creación.
Hoy, Seshat ha empalidecido ante Isis, por ejemplo. Sin embargo, en el Imperio Antiguo el faraón sabía que el mundo se mantenía gracias a la estabilidad que Seshat aportaba. Quizá debamos recordarla.
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Mi padre me enseñó el oficio de peletero, la confección de vestidos con pieles de animales y, según parece, Seshat se revestía con una de leopardo.
ResponderEliminarComo usted ya sabrá, la peletería es una actividad artesanal, trabajar con las manos permite pensar, ordena el tiempo y el espacio, una cuchilla peletera es casi igual que un lápiz.
Saludos.
Desconocía el trabajo del peletero. Sí, trabajar con las manos suspende el tiempo.
ResponderEliminarSin embargo, me pregunto si la piel que Seshat porta no simboliza las fuerzas salvajes, indómitas, sobre las que Sehat ejerce el poder, similar al que un dios supremo aplica cuando doma la naturaleza. Si así fuera, la piel de leopardo no habría sido trabajada por mano humana alguna, simbolizaría lo que escapa al control humano.