sábado, 23 de agosto de 2014

GERHARD PLANCK: CASA-ESTUDIO OSKAR ZÜGEL (TOSSA DE MAR, 1934)




















No es la casa más hermosa construida en los años treinta, los muebles -salvo un excepcional conjunto de cajones y estantes dispuestos horizontalmente justo debajo del ventanal del estudio por el que la luz del norte, adecuada para pintar, se infiltra- son anodinos, y  no se trata ni de un arquitecto cuyo nombre sea recordado (quizá el arquitecto judío alemán Gerhard Planck, alumno de la Bauhaus, autor de la notable iglesia de Gustavo Adolfo, en Frankfurt, en 1926, emigrado en los años treinta a Tossa de Mar), ni de un pintor moderno de primera fila, pero la casa-estudio de Oskar Zügel, todo y estando aplastada por la masa vulgar de un hotel de la costa, y pese a estar cerrada al público y no aparecer en ninguna guía, conserva un interior, tal como lo dejó el pintor a su muerte, que, en palabras del arquitecto Gonzalo Alcazar, tiene alma. No es un castillo encantado, en el que la vida se hubiera congelado a la espera de ser despertada, ni de una casa en la que, tras la apresurada huida de los habitantes, hubieran quedado muebles y enseres tal como se hallaba cuando se vivía en ella, sino más bien de una tumba, con el ajuar funerario, compuesto por todos los útiles del difunto, conservado, por la que se percibe un inesperado hálito, en el que el retraído visitante, que se desplaza lentamente, como si no quisiera dejar huella, pese al decaído cuidado, a la tristeza de los muebles, y de los cuadros raídos y mal colgados, se siente, no se sabe porqué, a gusto.
Tiene todo lo que hacía falta para pensar, pintar, morar: un estudio grande, bien iluminado por un gran ventanal, rincones para descansar con un par de sillones alrededor de una lámpara de pie, estanterías cargadas de libros que han sido leídos, y una sencilla escalera de caracol, sin alardes constructivos ni formales, perfecta, enroscándose, delimitada por una barandilla admirable en su sencillez, a contraluz ante una composición en damero de huecos enmarcados y acristalados.
Se trata, hoy, de un edificio público, aunque cerrado y olvidado. Pero quizá sea mejor que no se abra casi nunca, no fuera que el ruido exterior, dada la fragilidad del espíritu que alberga, desvaneciera su tesoro más valioso: un meditado y callado silencio.

Agradecimientos al arquitecto municipal de Tossa de Mar, Gustavo Alcaraz, por esta inesperada y singular visita.

Algunas obras de Oskar Zügel (1882-1968 -un pintor a quien los nazis quemaron la obra en Stuttgart y saquearon el estudio en 1933-1934, de donde tuvo que huir a Tossa de Mar, que abandonó para emigrar a Argentina cuando la Guerra Civil, antes de regresar a mediados de los años cincuenta) en colecciones internacionales:












No hay comentarios:

Publicar un comentario