lunes, 20 de mayo de 2019

NEON REALISM (RUGILÉ BARZDZIUKAITÉ -1983-, VAIVA GRAINYTÉ -1984- & LINA LAPELYTÉ -1984-): SUN & SEA (MARINA) (PABELLÓN DE LITUANIA, BIENAL DE ARTE, VENECIA, 2019)








Fotos: Tocho, mayo de 2019

La playa y el sol. Un largo día de ocio. Cuerpos estirados, abandonados sobre la arena. Indolencia y despreocupación. Olvido de los problemas y de uno mismo. Entrega al abandono. El tedio, lejano. Duermevela entre un rumor de olas, risas infantiles y conversaciones apagadas. Por unas horas, o unos días, una ilusión de felicidad.
La playa es un paraíso.
Mientras, la tierra sucumbe por residuos y contaminación.

Sol y playa (Marina) es el título de la exposición que el pabellón de Lituania, ganadora del León de Oro, presenta en la Bienal de Venecia de 2019.
Éste se ubica en una remota área del Arsenal, de intrincado acceso, vetado hasta este año. Un pabellón abandonado, dejado, sin restaurar, apenas adecentado, con un amplio doble espacio circunscrito por un altillo periférico sostenido por columnas de hormigón.
Suelo cubierto de arena, de toallas de colores nórdicos arrugadas, dispuestas sin orden ni concierto (sin duda cada veraneante se aísla de los demás), de sillas y tumbonas de plástico adquiridos en un centro comercial periférico, juegos infantiles -flotadores rosas, un cubo y una pala, una raqueta, de plástico, una bicicleta caída, una pequeña piscina hinchable de colores, desordenados: la imagen de una playa del norte abandonada súbitamente a causa de un viento frío, o quizá los restos olvidados de un domingo playero, residuos de un día de ocio masivo.

Los espectadores ascienden al altillo y observan los restos de un día de fiesta, sin duda triste o ilusorio.

Cada sábado, actores y cantantes, en la playa, salmodian sus penas y sus cuitas. No son necesarios. El escenario vacío y desolado es suficiente.
La risa se convierte en un rictus.

Una extraordinaria, sobrecogedora propuesta, que no alza la voz, quizá la mejor que jamás se haya presentado en la bienal de Venecia desde el inicio del siglo XXI. Y un ejemplo o una lección para el griterío grotesco de tantos pabellones, seguramente con presupuesto mucho más elevados que el de este modesto y fascinante pabellón.
Como componer un arte poético y político con un simple flotador infantil en forma de pato.

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