martes, 11 de mayo de 2010

Henri Dutilleux: Sonate (1946-1948)



Quizá la sonata del siglo XX más importante.

El arquitecto y el tejedor (el arquitecto y la tricotosa)

1.-

Basamu era uno de los verbos acadios más habituales para designar la acción creadora. Se suele traducir por crear o formar, y se aplica a la prooducción de tipo de seres y enseres, entre los que destacaban los planos de arquitectura; el verbo también significaba emplazar o situar.

El sumerio traducía basamu por la expresión verbal ki sur. En propiedad, significa delimitar, trazar límites: ki es tierra y sur, formar (se da forma a una tierra, se la conforma, se la delimita). Sin embargo, sur tenía otro significado que se aplica bien a la línea que rodea o se enrosca alrededor de una parcela: deslindar, por un lado, y trenzar, por otro.

Por tanto, estaríamos a caballo entre la arquitectura (o la planificación urbana) y el arte textil.

2.-

El hebreo es la única lengua que posee un verbo que designa la acción exclusiva de la divinidad. Mientras el verbo banah se aplica a la creación humana o divina (el hebreo banah está emparentado con una palabra en otra lengua semita, muerta, este vez -acadia-: banu, que se traduce habitualmente por construir, y que está en el origen de nuestro moderno término de albañil: un operario de la construcción), bara solo se refiere a acciones que solo pueden ser llevadas a cabo por Yavhé: acciones cuya finalidad es la creación de vida (aunque la creación de un títere como Eva, calificada, sin embargo, en el mismo Génesis, de esposa de Yavhé -y no de Adán-, responde al verbo banah).

Sin embargo, bara no significa verdaderamente crear o, mejor dicho, echa luz sobre la concepción de la creación, ofrece una imagen curiosa del acto creativo: dividir o escindir es la traducción de bara. La creación es concebida como la delimitación de seres y entes que se van escindiendo de una materia primera, las aguas primordiales que rebullen cuando el verbo de Yavhé, un día, en los comienzos, sopla sobre ellas, las hincha y las dota de toda clase de formas posibles.

Bara era un sinónimo de qanah. Qanah significa tanto ganar cuanto crear u obtener (un bien, una ganancia). Así, Eva gana o crea (qanah) con Yavhé -o con su consentimiento, el texto es voluntariamente o no ambiguo- a su hijo, el hijo de Yavhé, quizá -y su rival, entonces- Caín -rivalidad que se manifestará cuando Caín cree un pequeño mundo, una imagen reducida del cosmos: la primera ciudad.

Qanah, a su vez, era equivalente al verbo sakhak: trenzar o tejer. Y el prototipo del ente tejido fue una verdadera creación o engendración: el ser humano, definido, en el Salmo 139, 13 como un tejido, y, en el Libro de Job 10, 11, como un tejido de huesos y nervios.

El arte del telar aparece entonces como el verdadero acto creador.

Dado que el creador es siempre un arquitecto -Dios construye, edifica, incluso Yavhé, pese a la imagen tan negativa que la ciudad merece en el Antiguo Terstamento-, el arquitecto tiene que ser un tejedor, y el plano, un tejido de calles y avenidas que se cruzan o se entretejen como el hilo que zigzaguea por entre la urdimbre.

La palabra arquitectura es un término compuesto: arkhé (que, en griego, significa principal, pero también principio o fundamento, y origen) y tekhné (que se traduce habitualmente por técnica). Un breve estudio etimologíco -que Heidegger practicó, aunque no fue el primero- muestra que tekhné está emparentado con el verbo tiktoo que significa no tanto crear cuanto engendrar. El arquitecto sería una comadrona o un parturiento que alumbra la vida en la tierra. De nuevo la imagen del Sumo Creador como arquitecto despunta de nuevo.

Tekhné deriva de un radical tek que significa: crear o dar a luz. Pero esta creación remite a la acción de las diosas del destino que manejan los hilos de nuestra vida que se enroscan y se deshacen alrededor de un huso, según una majestuosa imagen platónica (el mito de Er). La concepción del ser humano como un títere o una marioneta se asocia la imagen del creador como un hilador.

En principio la familia de verbos compuestos a partir del radical tek engloba a los que significan crear y procrear. Aquéllos que se refieren a actividades manuales nombran principalmente la acción de un trabajador de la madera, un carpintero; artesano que, cuando emprende la fabricación y el montaje de armaduras de madera con vistas a una edificación, tiene que ser suficientenmente hábil y astuto para entrelazar sólidamente postes y vigas de madera. Teckhnadzoo, precisamente significaba urdir o tramar; y no solo metafóricamente.

La diosa Atenea era la patrona de los carpinteros: les había transmitido los conocimientos necesarios para el trabajo de la madera. Pero también protegía a las tejedoras. Se presentaba a sí misma como la más hábil. Aracné ¿no compitió -a costa de su vida- con Atenea para saber quien era la mejor tejedora y bordadora?

Tejer, trenzar y armar: los trabajos del carpintero y del tejedor -o tejedora, ya que era un trabajo femenino- no se distinguían. Funcionalmente, eran lo mismo; trabajaban la materia del mismo modo, con el fin de producir un objeto sólidamente trabado. Pero las obras del carpintero tampoco se distinguían de las del arquitecto. Y el arquitecto era el prototipo del creador, capaz de erigir espacios en los que la vida se recogía.

La primera de las artes era la que el tejedoir practicaba -creando seres humanos, por ejemplo, hechos con manojos de nervios. Y esta arte pertenecía al arquitecto. La trama urbana, el tejido urbano eran sus obras.

Siendo un tejedor, la suma divinidad se igualaba con las diosas tejedoras de la Suerte, la Necesidad o la Fortuna. Éstas eran, precisamente, las que protegían a las ciudades (la Fortuna, con las testa coronada por una muralla, era la divinidad protectora del espacio urbano), precisamente porque ellas, en tanto que tejedoras, las habían armado.

La fortuna pende de un hilo. Y es el arquitecto quien mueve los hilos. O ¿los enreda?

Frank Zappa: Little House I Used to Live In (1962-1971)

Frank Zappa - Little House I Used to Live In from Mark on Vimeo.