lunes, 8 de diciembre de 2025

Misterio o el 8 de diciembre




8 de diciembre: fiesta de la Inmaculada Concepción de María en los países de religión católica o protestante mayoritaria o por decreto. No así en los países de religión ortodoxa.

Una concepción que es un oxímoron. Revela una contradicción o una imposibilidad que solo una gracia sobrenatural salva.

Los humanos nacemos marcados por un doble crimen: la desobediencia de Adán y Eva, la pareja primigenia, probando el fruto prohibido cuya ingesta mágicamente les habría convertido en dioses así su creador no hubiera borrado este don milagroso, un borrado deficiente que dejó para siempre una mancha indeleble que el paso de los siglos y de las generaciones no logró atenuar, y el crimen de Caín, hijo de Adán y Eva, ya ensombrecido por el mal, que asesinó a su hermano Abel por el injusto e inexplicable favoritismo que recibía del creador.

El dios cristiano es al mismo tiempo un ser humano -lo tiene que ser: solo así puede cumplir con su promesa de liberar a la humanidad de su falta inicial, liberación que pasa por su muerte a causa de nuestros males originados por el mal inicial que nos marca como un hierro candente, que nos esclaviza. La última falta, el último crimen que cometemos es la ejecución de la divinidad -o de su faceta humana, que se repite o se rememora cada año por pascua, cuando el mal del invierno llega a su fin. Cometiéndolo, agotamos al fin el poder destructor de la falta inicial siempre presente. Desde entonces, estamos libres de culpa.

Mas, en tanto que divinidad, el dios cristiano no está mancillado. Sí debería estarlo su faceta humana -si quiere ser un ser humano a parte entera, cuya muerte humana causada por nosotros nos libera del mal tras haber cometido el último crimen, tras haber gastado el último cartucho maléfico. 

En este caso, sin embargo, la faceta divina prevalece y la cara humana de la divinidad no queda afectada por el mal humano original.

En tanto que ser humano, o mejor dicho, para ser un humano, tiene la divinidad que tener un alumbramiento humano, una concepción y un nacimiento que imprime el mal en el cuerpo del recién nacido. La impresión viene causada por la madre, y el hijo a su vez transmitirá esta falta originaria que nos predispone a hacer el mal  -una predisposición innata de la que somos culpables en tanto que humanos, e inocentes puesto que nos ha sido impuesta.

Si el dios cristiano nace sin mancha necesariamente su madre a su vez tiene que estar liberada de tal falta.

Que lo esté su hijo puede explicarse, porque además de ser un humano, es también una divinidad.

Pero ¿su madre? Si no posee una mancha, solo puede ser una diosa. Pero las diosas solo pueden alumbrar a divinidades, no a humanos.

Solo un milagro, la intervención de un deus ex machina puede solventar esta contradicción irresoluble…. Una humana que no es una humana que alumbra a un ser humano que es una divinidad.


(La teología, la magia, la poesía, la física cuántica y la filosofía son fascinantes,  porque se enfrenten serenamente a la absurdidad de la vida y tratan de hallar una razón a la irracionalidad). La ciencia y ls técnica, por el contrario, solo quieren ver la luz.

De ahí la grandeza de la arquitectura -que no de la construcción- que sabe ver las alturas y el abismo.

Pero hoy la arquitectura se inclina peligrosamente hacia la mera materialidad de la construcción. Ya no cree que las piedras puedes desplazarse solas y disponerse donde les toca, mientras los héroes gemelos  Zeto y Anfión logran con su música y sus versos que la materia se libere del peso que la atenaza y la embrutece y levite.

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