lunes, 7 de diciembre de 2015
Arte y dinero
Se subastaba una obra recién descubierta. Un anticuario muy conocido puso en venta una pieza excepcional, por su tamaño, forma, estado de conservación y época, de la que solo se conocen unos pocos ejemplares en el mundo, todos en grandes museos nacionales e internacionales. El precio de salida superaba varias decenas de millones de euros, un precio inaudito, un récord mundial jamas alcanzado.
A poco, varios estudiosos mostraron que se trataba de un falso. La prueba era contundente. Dos museos poseían copias idénticas, algo imposible en un original supuestamente hecho a mano. Se trataba, en este caso, de una pieza procedente del mismo molde que las dos antes citadas.
Un gran museo organizó una pequeña exposición con solo dos piezas: la obra que iba a subastarse junto con la que el museo poseía. Ambas eran copias. Pero la muestra tenía como finalidad demostrar, por el contrario, la excepcionalidad y singularidad de la pieza que rivalizaba solo con una obra maestra de un museo mundial (que normalmente no la expone pues sabe que se trata de un falso).
Pese a las protestas de los estudiosos, dicho museo emitió un certificado de autenticidad.
La obra pudo venderse con todas las garantías. No levantó duda alguna.
El precio superó todas las expectativas.
La pieza fue adquirida por un multimillonario, conocido por su afición a construirse réplicas de construcciones del pasado.
Poco tiempo después, se anunciaba una deslumbrante y carísima remodelación del museo. La financiación fue privada en gran parte. Un multimillonario pagó todos los trabajos.
Los responsables del museo reconocieron que la autentificación se llevó a cabo por presiones políticas del más alto nivel. ¿Cómo se podía dejar pasar semejante ocasión?
Una historia verídica. Es imposible imaginarse semejante trama.
A poco, varios estudiosos mostraron que se trataba de un falso. La prueba era contundente. Dos museos poseían copias idénticas, algo imposible en un original supuestamente hecho a mano. Se trataba, en este caso, de una pieza procedente del mismo molde que las dos antes citadas.
Un gran museo organizó una pequeña exposición con solo dos piezas: la obra que iba a subastarse junto con la que el museo poseía. Ambas eran copias. Pero la muestra tenía como finalidad demostrar, por el contrario, la excepcionalidad y singularidad de la pieza que rivalizaba solo con una obra maestra de un museo mundial (que normalmente no la expone pues sabe que se trata de un falso).
Pese a las protestas de los estudiosos, dicho museo emitió un certificado de autenticidad.
La obra pudo venderse con todas las garantías. No levantó duda alguna.
El precio superó todas las expectativas.
La pieza fue adquirida por un multimillonario, conocido por su afición a construirse réplicas de construcciones del pasado.
Poco tiempo después, se anunciaba una deslumbrante y carísima remodelación del museo. La financiación fue privada en gran parte. Un multimillonario pagó todos los trabajos.
Los responsables del museo reconocieron que la autentificación se llevó a cabo por presiones políticas del más alto nivel. ¿Cómo se podía dejar pasar semejante ocasión?
Una historia verídica. Es imposible imaginarse semejante trama.
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El sueño de una sombra,
Modern Times
domingo, 6 de diciembre de 2015
Con motivo de una pasada charla sobre el Paraíso en la Fundación Barrié de Vigo
http://www.farodevigo.es/cultura/2015/12/03/pedro-azara-alumnos-son-cain/1362138.html
Véase el programa en la página web de la fundación.
Véase el programa en la página web de la fundación.
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actualidad de los mitos,
Arqueologia
LEÓN FERRARI (1920-2013) & RICARDO PONS (1967): CASA BLANCA (2005)
Casa Blanca - Videoarte - Leon Ferrari/Ricardo Pons from Ricardo Pons on Vimeo.
Obra expuesta en el MARCO (Museo de Arte Contemporáneo) de Vigo.
Quizá se agradecería una reflexión menos obvio o fácil /la Casa Blanca) a cambio de una mirada sobre otros edificios institucionales (la Casa Rosada, quizá, siendo el artista argentino). La obra se expuso en el MALBA (Museo de Arte Latino de Buenos Aires).
De todos modos, una obra poderosa y turbadora.
ALDO ROSSI (1931-1997) & CÉSAR PORTELA (1937): MUSEO DEL MAR, VIGO (1992-2002)
Fotos: Tocho, diciembre de 2015
El hermoso edificio del Museo del Mar en la ciudad gallega de Vigo fue un encargo al arquitecto italiano Aldo Rossi desarrollado, tras su fallecimiento, por el arquitecto gallego César Portela.
El museo rehabilitó unas fábricas de conservas de finales del siglo XIX a las que se le añadieron dos nuevos cuerpos: una sala expositiva y un acuario.
El conjunto, de granito, se adapta a las cantos y las rocas del entorno, y conforma un paseo cerca del mar, entre el mar abierto y un recoleto puerto para barcas de pescadores.
Los edificios no sirven para la función encomendada. La imposibilidad de controlar la iluminación (excesiva), la temperatura (una heladera en invierno, un horno en verano), y la humedad impiden que se puedan exponer obras originales que requieran ciertos parámetros ambientales, a menos de construir un segundo recinto hermético dentro del propio museo, lo que encarece en exceso cualquier muestra.
Sin embargo, parece que el arquitecto no quiso construir un museo sino "algo" indefinible (¿qué es la "esencia" que el visitante pueda encontrar?)
«… una constelación de sitios que hace posible que cada visitante pueda encontrar ‘el suyo’
propio, acompañado siempre por el color, el sonido, la esencia…, el misterio del mar, teniendo siempre como referencia la línea del horizonte o, al atardecer, las luces de los faros de Cabo Home, de Cabo Silleiro, de las Islas Cíes, del Monte de la Guía, o de las innumerables balizas estratégicamente emplazadas que delimitan los caminos del mar…. Un encuentro afortunado entre una arquitectura lógica, unas artes hermosas y una naturaleza feliz».
La utilización de puertas de metal, que se oxidan, tampoco favorecen el coste del mantenimiento.
Un lugar muy hermoso para pasear y contemplar el pintoresco entorno, y a evitar si se quieren mirar obras.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
El Palacio de Satanás
Vulcano era un dios cojo, deforme y de rostro ennegrecido. Juno, la esposa del dios de los cielos Júpiter, estaba cansada de las infidelidades de su esposo y de que éste hubiera concebido sin ella a Minerva, la hija predilecta del dios-padre, diosa de las artes inteligibles, nacida de la augusta testa de su padre. Logró que sus padres, el Cielo y la Tierra, le permitieran, a su vez, alumbrar sin la participación de su pareja.
Quizá asustada por lo que había hecho, o desinteresada por la suerte de su hijo solo deseado por venganza, Juno dejó caer al recién nacido, o lo echó desde lo alto del Olimpo, a fin de eliminar la prueba de su falta y despecho. Vino Vulcano a caer en las profundidades marinas, cabe la costa de la isla de Lemnos, en el mar Egeo, en cuyas cuevas marinas, los Telquines, genios enanos dedicados al cuidado del fuego volcánico, le cuidaron y le adiestraron en el arte de la forja.
Años más tarde, Vulcano labraría un palacio reluciente de metales preciosos para su padre, el olímpico Júpiter.
Vulcano sufrió graves daños de su caída. Se rompió una pierna para siempre. Su vida en lo hondo de una cueva oscura, en contacto directo con las bramantes calderas de Pedro botero donde forjaba útiles, armas y palacios resplandecientes, le pasó factura. Su cara estaba ennegrecida como la de un demonio y su porte se deformó debido a la cojera permanente. Apenas se sostenía de pie.
Su connivencia con el fuego también le otorgaba un aspecto inquietante. En Roma, los santuarios dedicados a Vulcano debían ubicarse en la periferia de las ciudades, no fuera que su fuego acabara con la ciudad. Sin embargo, el fuego que manejaba., pese a no tener nada que ver con el fuego doméstico al cuidado de Vesta, lo aproximó a esta diosa, incapaz también de desplazarse debido a los constantes desvelos al cuidado del fuego del hogar y ciudadano. Ambos eran dioses queridos, necesarios, próximos a los hombres, pero temidos.
El manejo del fuego que Vulcano obraba lo convertía en señor de los metales. Éstos, que eran la sangre de la diosa Tierra, se ablandaban cuando los forjaba. De ahí que el poeta Ovidio calificara a Vulcano de Múlciber: el ablandador de metales. Vulcano pegaba, maltrataba (mulcare, en latín), el fuego. Cicerón calificaba a Múlciber, de herrero cruel.
Por sus connivencias con el fuego de las profundidades, su aspecto afeado y su rostro requemado, Múlciber se convirtió en en demonio en el cristianismo.
Milton, en el largo poema barroco dedicado a la noche El Paraíso Perdido, lo presentó como el arquitecto de Satanás. Así, cuando Satanás y otros ángeles caídos, fueron echados por Yahvé desde el Cielo a las profundidades de la tierra (como Vulcano),y se fueron reponiendo, decidieron retornar al Cielo, tomando la cumbre al asalto. Todos los ángeles caídos tenían que unirse y debatir. Dirigidos por Mammón, "el espíritu menos elevado de todos los que cayeron en la tierra" (I, 677-678), ávido de las riquezas del cielo, del oro que en lo alto refulgía cuando el sol ascendían, se reunieron en el "campamentto real", justo allí donde, desde las profundidades de la tierra,
"surgió cual una exhalación una estructura enorme de la Tierra (...) Construido como un templo, que tenía pilares circulares y unas columnas dóricas cubiertas de arquitrabes dorados (...) Ni Babilonia ni la grandiosa Menfis la igualaban en su magnificencia y en su gloria, para la honra de Belus o Serapis, sus dioses, o para sede de reyes, cuando Egipto era rival de Asiria en opulencia y lujo. La ascendente mole se quedo fija al alcanzar un nivel mayestático de altura y al abrirse en seguida los portales, sus broncíneas hojas descubrieron en su ancho interior grandes espacios de un pavimento suave e igualado (... algunos elogiaron la obra y otras al arquitecto" (710-727, 732-733):
Pandemonio (Todos los demonios), había amanecido, "el capitolio supremo de Satán y de sus pares" (756-757), forjado por Múlciber, arquitecto también de los Infiernos que, un día había construido en el Cielo donde ""su mano era famosa por sus muchas torres y altas estructuras donde moraban los ángeles que cetros ostentaban, y en donde se sentaban como príncipes, a quienes exaltó el supremo Rey" (733-738).
El cielo y el infierno fueron construidos por el mismo arquitecto.
Pandemonio, el edificio más resplandeciente de la historia, inigualable, fue retratado por el pintor romántico inglés John Martin y hoy se incluye en la exposición Mitos fundacionales, de Hércules a Darth Vader, en el Museo del Louvre de París, donde el oscuro Varder, como es lógico, reina ante un Hércules cabizbajo al que ya nadie presta atención.
Dedicado a Marcel B., y su próximo regalo
Quizá asustada por lo que había hecho, o desinteresada por la suerte de su hijo solo deseado por venganza, Juno dejó caer al recién nacido, o lo echó desde lo alto del Olimpo, a fin de eliminar la prueba de su falta y despecho. Vino Vulcano a caer en las profundidades marinas, cabe la costa de la isla de Lemnos, en el mar Egeo, en cuyas cuevas marinas, los Telquines, genios enanos dedicados al cuidado del fuego volcánico, le cuidaron y le adiestraron en el arte de la forja.
Años más tarde, Vulcano labraría un palacio reluciente de metales preciosos para su padre, el olímpico Júpiter.
Vulcano sufrió graves daños de su caída. Se rompió una pierna para siempre. Su vida en lo hondo de una cueva oscura, en contacto directo con las bramantes calderas de Pedro botero donde forjaba útiles, armas y palacios resplandecientes, le pasó factura. Su cara estaba ennegrecida como la de un demonio y su porte se deformó debido a la cojera permanente. Apenas se sostenía de pie.
Su connivencia con el fuego también le otorgaba un aspecto inquietante. En Roma, los santuarios dedicados a Vulcano debían ubicarse en la periferia de las ciudades, no fuera que su fuego acabara con la ciudad. Sin embargo, el fuego que manejaba., pese a no tener nada que ver con el fuego doméstico al cuidado de Vesta, lo aproximó a esta diosa, incapaz también de desplazarse debido a los constantes desvelos al cuidado del fuego del hogar y ciudadano. Ambos eran dioses queridos, necesarios, próximos a los hombres, pero temidos.
El manejo del fuego que Vulcano obraba lo convertía en señor de los metales. Éstos, que eran la sangre de la diosa Tierra, se ablandaban cuando los forjaba. De ahí que el poeta Ovidio calificara a Vulcano de Múlciber: el ablandador de metales. Vulcano pegaba, maltrataba (mulcare, en latín), el fuego. Cicerón calificaba a Múlciber, de herrero cruel.
Por sus connivencias con el fuego de las profundidades, su aspecto afeado y su rostro requemado, Múlciber se convirtió en en demonio en el cristianismo.
Milton, en el largo poema barroco dedicado a la noche El Paraíso Perdido, lo presentó como el arquitecto de Satanás. Así, cuando Satanás y otros ángeles caídos, fueron echados por Yahvé desde el Cielo a las profundidades de la tierra (como Vulcano),y se fueron reponiendo, decidieron retornar al Cielo, tomando la cumbre al asalto. Todos los ángeles caídos tenían que unirse y debatir. Dirigidos por Mammón, "el espíritu menos elevado de todos los que cayeron en la tierra" (I, 677-678), ávido de las riquezas del cielo, del oro que en lo alto refulgía cuando el sol ascendían, se reunieron en el "campamentto real", justo allí donde, desde las profundidades de la tierra,
"surgió cual una exhalación una estructura enorme de la Tierra (...) Construido como un templo, que tenía pilares circulares y unas columnas dóricas cubiertas de arquitrabes dorados (...) Ni Babilonia ni la grandiosa Menfis la igualaban en su magnificencia y en su gloria, para la honra de Belus o Serapis, sus dioses, o para sede de reyes, cuando Egipto era rival de Asiria en opulencia y lujo. La ascendente mole se quedo fija al alcanzar un nivel mayestático de altura y al abrirse en seguida los portales, sus broncíneas hojas descubrieron en su ancho interior grandes espacios de un pavimento suave e igualado (... algunos elogiaron la obra y otras al arquitecto" (710-727, 732-733):
Pandemonio (Todos los demonios), había amanecido, "el capitolio supremo de Satán y de sus pares" (756-757), forjado por Múlciber, arquitecto también de los Infiernos que, un día había construido en el Cielo donde ""su mano era famosa por sus muchas torres y altas estructuras donde moraban los ángeles que cetros ostentaban, y en donde se sentaban como príncipes, a quienes exaltó el supremo Rey" (733-738).
El cielo y el infierno fueron construidos por el mismo arquitecto.
Pandemonio, el edificio más resplandeciente de la historia, inigualable, fue retratado por el pintor romántico inglés John Martin y hoy se incluye en la exposición Mitos fundacionales, de Hércules a Darth Vader, en el Museo del Louvre de París, donde el oscuro Varder, como es lógico, reina ante un Hércules cabizbajo al que ya nadie presta atención.
Dedicado a Marcel B., y su próximo regalo
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