miércoles, 26 de marzo de 2014

Arte conceptual (Prácticas artísticas en España, 1985-2005)

La tertulias tras el almuerzo durante la preparación de la exposición Mediterráneo.Del mito a la razón, en Caixaforum, en febrero de este año, permitió a los que trabajamos en la exposición, recordar los buenos tiempos entre la segunda mitad de los años ochenta y principios del siglo XXI, junto antes de la crisis.
Añoramos cuando algunos críticos de arte y comisarios de exposiciones de arte contemporáneo, que llegaron a ser directores de museos públicos, podían pedir comisiones a galerías cuyos artistas incluían en las muestras que organizaban con dinero público; evocamos los años felices en que todas las cajas de ahorro de España querían organizar exposiciones sin tener ningún departamento de arte, por lo que algunos comisarios crearon empresas, de acuerdo con galerías, que permitían ofrecer exposiciones con fondos de aquéllas, y podían cobrar honorarios de unos treinta mil euros -cajas que podían disponer de un responsable cultural que cobraba por su trabajo amen de cobrar por las exposiciones que organizaba en horas de trabajo como si fuera una persona ajena a la institución; mientras, similarmente, algunos directores de museos de arte público eran pagados como comisarios externos cuando organizaban muestras en los centros que dirigían, mientras podían mantener un sueldo público por dirigir dichos museos. Eran los añorados tiempos en que algunos teóricos y comisarios, de prestigiada firma, no escribían ningún texto de catálogo por menos de seiscientos o mil doscientos euros por folio; en aquellos años, era comprensible que especialistas en arte contemporáneo asesoraran coleccionistas privados que les pagaban por su trabajo, sin que dejaran de pedir comisiones a las galerías cuyos artistas recomendaban, incluso cuando el coleccionista adquiría una obra, a escondidas, en contra del parecer del asesor. Años benditos que permitían a estudiosos profesores universitarios, que ejercían de comisarios, cobrar un tanto por ciento, un veinte en general, de las becas, no excesivamente sustanciosas, que alumnos -a los que habían redactado una cata de recomendación- obtenían.
¿Cuándo florecerán nuevamente los años de billetes verdes?  

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