Fotos: Tocho, julio de 2015
La Fundación Prada es una institución privada, dotada de una colección de arte contemporáneo, ubicada en una antigua destilería de principios del siglo XX en una zona periférica industrial de Milán, restaurada y ampliada (si cabe) por Rem Koolhaas, aun en obras. Las naves, en las que cuesta imaginar un material que no ha sido utilizado (aluminio, hierro, pan de oro -que recubre enteramente una torre, el signo distintivo y buscadamente polémico y chocante de la fundación, si bien acaba por parecer un bloque pintado de amarillo chillón-, hormigón, caucho, madera, vidrio, espejo, plástico, fibra de vidrio, metacrilato, papel pintado, cerámica, etc.), se disponen entre patios alargados, y acogen diversas funciones: salas de exposición, administración, cinemateca, biblioteca, etc. Algunas estancias apenas se han restaurado, dejando a la vista las diversas capas que denotan la historia; otras son de nueva planta. Se trata de un conjunto que conjuga el lujo exacerbado con la austeridad franciscana. El juego de luces es maestro, pero pocas salas resultan atractivas para exponer obras, salvo la gran estancia acristalada que acoge una exposición temporal de estatuas clásicas, y cuatro salas de muros de hormigón, de techo exageradamente alto, iluminadas por ventanas situadas en contacto con el techo, que acogen, cada una, una pequeña obra dispuesta como un fetiche mágico es un recinto sagrado.
La muestra inaugural más importante, Serial Classic, es una demostración de fuerza, basada en un tema escasamente innovador. Reune medio centenar al menos estatuas romanas de gran tamaño la mayoría, procedentes de los mejores museos mundiales, que muestran que la estatuaria clásica consiste en series de copias, con variaciones imperceptibles a veces, en diversos tamaños, y casi siempre de mármol, de originales griegos de bronce, que demuestran qué las nociones modernas de original y copia eran distintas de las actuales o eran indistintas o irrelevantes. La muestra, que carece de textos, expone las estatuas de modo tal que esconde las bases, a fin de las obras parezcan descansar directamente sobre el suelo. Éste se levanta y cubre las penas de mármol romanas, configurando un suelo compuesto por planos horizontales escalonados del mismo material -gruesas y grandes placas de piedra veteada- que el suelo de la sala, separadas por apoyos de metacrilato. La exposición es digna de Hollywood. Entra por los ojos. No es necesario, no se puede pensar, si bien puede ofrecer lecturas diversas, como la que destaca la entrada: la tan distinta conformación de la estatuaria masculina divina o heroica -figuras de jóvenes desnudos, exentas, de pie- y femenina -diosas de cuclillas, ensimismadas, que ofrecen su cuerpo, unidas a la tierra.
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