viernes, 3 de abril de 2020

La casa

Las raíces de las palabras producen insólitos emparejamientos que echan luz sobre aspectos desconocidos de las cosas.
Por ejemplo, de una casa.
El castellano casa (y el catalán casa) vienen del latín casa, que significa choza (casa primitiva).
Casa en latín, se decía domus. De ahí términos como domar -lograr que lo que se doma entre en una casa-, y domesticar -civilizar, adaptar a las normas de un hogar-. La casa era un signo de educación, civilización. Recordemos la oposición que Homero establecía entre el espacio del sociable  Ulises -un palacio en la isla de Ítaca- y la curva donde vivía el solitario cíclope Polifemo, un ogro desconocedor de las leyes de urbanidad y hospitalidad.
Domus (casa y habitantes) procedía del griego domos (edificio)
Pero en griego, casa se decía más bien oikos (el habitante de la casa). La oiko-nomos (economía) es el conjunto de normas que permitan que una casa viva o sobreviva, evitando gastos innecesarios, deudas y desórdenes. La economía es la gestión de la vida civilizada, casera.
Oikos sería una palabra de origen indoeuropeo. Varias raíces, relacionadas entre sí, estarían en el origen de la palabra.
Una primera raíz habría dado las palabras cúpula y copa. La cerámica -si tal es el material con el que se ha modelado la copa- es un signo de civilización: un recipiente con el que contener, pero también ofrecer alimentos tanto a los mortales como a los inmortales. Una copa es un útil para compartir. No existen banquetes, donde se intercambian alimentos e ideas, donde se come y se discute, sin copas; banquetes organizados en espacios domésticos; reuniones que derriban barreras y diferencias y permiten la confraternización; banquetes con los que sellan pactos, acuerdos,con los que se facilitan intercambios, muestras de buena educación, y de la pérdida del miedo al "otro".
La cúpula remite más bien al mundo celestial -mientras que el banquete es una actividad eminentemente terrenal. La cúpula corona un edificio profano o sagrado. Otorga cierta sacralidad a la casa. La cúpula evoca la bóveda celestial; es una imagen reducida del cielo; pone el cielo al alcance de la mano. La cúpula eleva el espíritu, permite salir mentalmente de las cuatro paredes que quizá nos encierren. La cúpula libera la casa de cualquier alusión a la cerrazón, evita que sea demasiado "cuadrada". Una cúpula es aérea; parece no pesar, como si un cuerpo se hubiera hinchado, tensando y afinando una tela. Una cúpula es una vela, gracias a la cual la casa levanta cabeza. La casa se dispone bajo el cielo, en conexión con él.
Pero el mismo radical que asocia la casa y la cúpula, también liga la casa a la celda. En este caso, el movimiento es inverso; de ascendente se convierte en descendente. De la elevación pasamos al recogimiento. La celda suscita imágenes de encierro; obligado, forzado, o voluntario. En este caso, el encierro físico no impide sino que facilita la elevación mental o espiritual. Quieto el cuerpo, el espíritu asciende, y la imaginación recrea lo que acontece tras los muros de la celda. Una celda voluntaria activa la imaginación.  Las celdas pueden ser espacios personales; desde luego son espacios donde solo puede morar una persona. Espacios propios en los que el cuerpo se amolda; espacios protectores, aunque puedan sobreproteger. Signos de miedo o de tenaz voluntad de evadirse con la mente. Lugares recogidos donde estudiar, meditar. En las celdas se habla solo con la voz interior. El griterío no tiene sentido. Se dispone de todo el tiempo necesario para pensar.

Un segundo radical, en el posible origen de la casa en griego, también ha dado las palabras cubrición y color. El color neutraliza lo que la cubrición puede tener de inquietante. La cubrición esconde, como si algo no pudiera mostrarse públicamente. La cubrición cubre nuestros actos, los recubre de una pátina de legitimidad. La cubrición protege, ciertamente, pero también recuerda la presencia de daños y enemigos. La cubrición es signo de debilidad y de temor. El mundo nos supera. Necesitamos desaparecer. No no vemos con ánimos ni fuerzas para afrontar el mundo.   
Pero el color, por el contrario, que cubre enteramente la superficie externa de la cubrición, pone el acento en ésta. La destaca, la hace brillar. La cubrición que trataba de pasar desapercibida, escondiendo lo que sepulta, de pronto hace que la luz y el brillo prendan en lo que nos cubre.
¿Qué color? ¿Qué color ha sido el más utilizado, el que se encuentra más a mano? El color de la tierra, rojo como la tierra, que evoca la sangre, no tanto la sangre vertida -que también, la sangre sacrificial, que nos conecta con los inmortales- sino la sangre que nos mantiene en vida, que nos dota de un carácter sanguíneo;  sangre necesaria para que el ánimo y el cuerpo no decaigan. El color estalla, proclama que la vida se halla aquí, en la casa, bajo la cubrición que la cúpula brinda, un centro vital.
Las conexiones, las relaciones entre cualidades y cantidades, entre lo material y lo ideal se conjugan al ampara de la casa, un lugar donde convergen sueños y realidades, dónde asentarse por un tiempo y pensar.

4 comentarios:

  1. Alonso Quijano nació en la cárcel de Sevilla y el Cántico espiritual en la cárcel de los carmelitas de Toledo.
    Si no fuera por la cantidad de gente que está sufriendo con todo esto ,el confinamiento puede ser bueno para muchos ,porque permite volver a habitar en nosotros mismos,sin el estres y la dispersión de la vida cotidiana.No es fácil ,sobre todo al principio,pero con un mínimo de condiciones puede ser constructivo

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    1. Desde luego, la reclusión, la retirada voluntaria es o debe ser enriquecedora. En verdad, cuando uno estudia o escribe, se aísla por unas horas, descolgando el teléfono fijo y silenciando el móvil.
      Pero la reclusión forzada quizá no sea tan alentadora, aunque bien es cierto que Cervantes, Sade o Wilde escribieron obras maestras presos en condiciones durísimas. Cervantes escribió sobre aventuras, y Sade sobre lo que solo podía -y quizá debía- imaginar.

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  2. La manera mejor de asumirlo es pensar que es una disciplina necesaria para preservar la salud propia y la de los demás;que no es una orden caprichosa ni injusta .Vá a ser una prueba muy dura para la convivencia dentro de las casas aunque también servirá para que algunas personas puedan reencontrase con sus familias.
    Está muy bien la comparación entre Ulises y Polifemo

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    1. El confinamiento redunda en beneficio de la salud física aunque la falta de sol y de movimiento puede acarrear consecuencias sobre dicha salud. Sobre la salud mental, en unos casos puede beneficiar el encuentro y en otras azuzar conflictos. El tamaño y la organización de la casa, su ubicación, el vecindario y la propia estructura familiar o de los ocupantes pueden ser causas de conflictos o encuentros.
      Las normas, por desgracia, tienen que ser generales aunque también atender a casos difíciles de gestionar.

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