El espacio está vacío; es el vacío. El espacio se equipara con el cosmos: un mundo oscuro, ilimitado (o infinito) y silencioso, que encoje el ánimo, ante el que nos sentimos empequeñecidos; un mundo que no nos necesita, que existe independientemente de nosotros, que seguirá siendo cuando nos extingamos, que nada tiene que ver con nuestra vida. El espacio aparece como lo que se opone a nuestra vida, en el que nuestra vida peligra, sin apoyos ni referencias. Preexiste a todas los entes y los seres, desde los cuerpos siderales hasta los inmortales y los mortales. El espacio es la condición de la existencia y la presencia de aquéllos. El espacio les ofrece un lugar, los mantiene en el lugar que les corresponde, bien protegidos y aislados, como seres y entes que no se necesitan entre sí.
Spatium, en latín
-de donde viene el moderno vocablo de espacio- no designaba en primer lugar un
vacío sino una construcción: un estadio -dónde competir: una pista de carreras
a pie o en una cuadriga. El estadio es donde la comunidad pasaba mucho tiempo,
dónde estaba en días señalados. El estadio invitaba a quedarse para participar
de un ritual o un espectáculo, que daba sentido a la vida y la organizaba. Hacia
el estadio confluía la muchedumbre que, de pronto, descubría que tenía una meta
y un objetivo. El espectáculo llenaba la vida.
Spatium,
entonces, nombró la distancia que media entre los seres y los entes. El espacio
no preexistía, sino que se determinaba a partir de las cosas y las personas.
Éstas fundaban el espacio mientras se hallasen separadas. En cuanto se fundían
-en un abrazo o una contienda-, el espacio desaparecía. El espacio se concebía como
un intervalo que medía lo que faltaba para ir de un punto a otro. Por el
espacio se transitaba, siempre que hubiera una meta, so pena de perderse. El
verbo spatiare, en efecto, se traduce
por errar, deambular sin rumbo, como si no se supiera dónde ir, no se tuviera
ningún objetivo. El espacio se percibía siempre activamente; invitaba al
movimiento. El espacio se vivía. Se descubre tras haberlo recorrido. El verso
casi tópico del camino que se hace al andar, bien se aplicaría para referirse a
lo que el espacio es: un interludio que se descubre -y se crea- a medida que se
avanza. El espacio depende del desplazamiento entre cuerpos fijos. El espacio
es lo que podemos recorrer; responde a nuestras posibilidades; da la medida de
nuestro recorrido por el mundo. El espacio es lo que somos capaces de
emprender. Ciertamente, el viaje no debe estar forzado. La caminata debe ser
libre, mas sabiendo hacia dónde se va. No se trata de ir de un lado para otro,
sino de ser consciente de los pasos que se dan. El espacio tiene una componente
ética: es fruto de las decisiones que tomamos, de cómo actuamos, de hacia dónde
nos dirigimos en el mundo. Revela nuestra relación con el mundo, nuestro estar
en él, no aprisionado o acobardado, sino con una visión de futuro y deseos de
llegar a algún “sitio”, de tener un futuro. El espacio es la consecuencia de
nuestras expectativas vitales, de nuestros deseos de hallarnos cómodamente en
un lugar por el que transitaremos; un lugar que no nos inquieta, sino que azuza
la curiosidad. El espacio, literalmente, es el resultado de un proyecto, de una
visión de futuro. Depende de que queremos ser, de la huella que pretendemos
dejar, de cómo pensamos comportarnos. No vale ir a ciegas. La exploración, el
recorrido pretende alcanzar un determinado objetivo. La meta, empero, se halla
a cierta distancia. Alcanzarla conlleva tiempo. Y esto es lo que también
significa spatium: tiempo, o, mejor dicho, un intervalo, no solo espacial, sino
también temporal, toda vez que el espacio solo se entiende como una extensión por
la que se debe transitar entre dos puntos que abren y cierran el espacio. El
espacio es, por tanto, musical: el tiempo entre dos notas, el espacio por el
que transita el sonido que abre un campo sonoro y visual.
Excelente como suele suceder en este sitio. Aguardo con expectativa unas elucubraciones (complementarias, alternativas, contradictorias) acerca del lugar.
ResponderEliminarSaludos cordiales desde Montevideo
Gracias, Pedro, otro magnífico texto que ayuda a pensar nuestro trabajo diario.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
ResponderEliminarDe tanto en tanto me pregunto por el significado de palabras habituales en arte y arquitectura, y abro dos muy buenos diccionarios de latín y de griego antiguo. También pienso que esta pequeña búsqueda puede ser útil para los estudiantes de arquitectura, para las clases de teoría, pues podría aportar algún dato que se desconozca.
Gracias de nuevo por los ánimos
Un cordial saludo
El comentario anónimo es de Tocho….
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