lunes, 13 de junio de 2022

NITOCRIS DE BABILONIA



Eustache Le Sueur (1617-1655): Darío ordena abrir la tumba de Nitocris (1637)


Semíramis, sobre quien se han compuesto un sin número de óperas y obras de teatro barrocas, a la par que se le han dedicado más cuadros que a cualquier figura legendaria mesopotámica, fue, en efecto, la mítica reina del Próximo Oriente antiguo, reina de Babilonia, más conocida. Suyos habrían sido las murallas de la ciudad y los jardines colgantes. Figura compleja, de origen egipcio, casada con un general del que se separa para unirse al emperador asirio Nino, al que acabará asesinando para, convenientemente disfrazada, obtener el poder, haciéndose pasar por Nino, sin dejar de ser Semíramis cuando se mostraba como la esposa sumisa de Nino quien, en este caso, era su hijo, llamado también Nino, una figura débil con quien mantenía una relación incestuosa. Un personaje perfecto para el drama operístico.

Sin embargo, según Herodoto (Historias, I, 185), Semiramis no fue una perfecta gobernanta. Empalidecía si se le comparaba con otra reina posterior, con la que a veces fue confundida: Nitocris, tan real o imaginaria como Semíramis, con el mismo nombre de otra reina, Nitocris de Egipto, que logró llegar a ser faraón o faraona. Nitocris habría sido madre de Baltazar, cuyo festín desencadenó la furia de Yahvé, e hija del emperador babilónico Nabuconodosor, de inquietantes sueños premonitorios que  constituyen, junto con el maldito festín, la narración principal del libro del profeta Daniel.    

A Nitocris de Babilonia, menos conocida -aunque se le dedicaron también tragedias igualmente en el siglo XVII-, se le atribuía la construcción del primer puente sobre el río Éufrates, a su paso por el centro de Babilonia, dividiendo la ciudad en dos barrios -es curiosa esta asociación entre reinas y puentes, ya que también se relacionaba a Semíramis con el primer puente de piedra de la historia, cruzando el Éufrates en el corazón de Babilonia-. A fin de evitar las graves inundaciones que asolaban la ciudad, e impedir una vía de acceso cómoda y directa a la ciudad, Nitocris mandó construir un gran pantano al norte de Babilonia, un sólido puede de pilares de piedra y uniones de hierro y plomo, y una pasarela de madera que se retiraba cada noche, y desvió el recto cauce del río en un sinnúmero de meandros que dificultaban y desorientaban a quienes quisieran acercarse demasiado a Babilonia.

Finalmente ideó una singular protección mágica de Babilonia. Aun hoy, a nadie la alegra tener que cruzar debajo de una tumba que se sabe contiene restos humanos. Por eso, Nitocris mando construir su tumba suspendida en el aire ante la entrada principal de Babilonia, por la que nadie se atrevía a cruzar, por miedo al influjo de la tumba, con un cebo -la promesa de un tesoro si se abría la tumba- y una maldición -que se descubría, demasiado tarde, al violar la tumba.  A quien se recuerda no es a Darío, maldecido, condenado por la avidez, sino a su hijo Ciro. 



 

 George Friedrich Händel (1685-1759): Belshazzar (1744): Nitocris

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