"Alteri vivas oportet, si vis tibi vivere"
"Vive para los demás, si quieres vivir para ti"
(Séneca: Cartas a Lucilio, V, 48, 2)
viernes, 3 de abril de 2020
FERNANDO ÁLVAREZ (1952-2020)
Arquitecto y restaurador, profesor titular de historia en el Departamento de Teoría e Historia de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB), director del Departamento hasta hace una horas.
Fue quién más se ocupó de preservar, junto con la familia propietaria, la villa la Ricarda, de Bonet Castellana, permanentemente amenazada por la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Quizá esta obra, que admiraba, fuera más suya que la del autor.
Trataba de mejorar las condiciones laborables y las perspectivas de los jóvenes profesores asociados, abriéndoles vía, de facilitar el ingreso de nuevos profesores jóvenes que pudieran renovar el cuerpo docente, de permitirles dirigir solos tesis doctorales, lo que les beneficiaba en su labor investigadora, y mediaba para solventar tensiones que surgen siempre en grupos que llevan (demasiado) tiempo juntos.
Hace aún apenas tres semanas se preocupaba de la salud de un profesor recomendándole que se quedara en casa y ofreciéndose para impartir su clase.
Enseñó a los estudiantes a "pensar" con las manos.
"A mí no me dio clases, pero la gente me habló muy bien de él"
"Cuanto lo siento; fue mi profesor y siempre nos sonreía de oreja a oreja"
"Fue el mejor profesor de Historia que tuve, recordaba mucho sus exámenes con nostalgia..."
"Qué triste, fue un fantástico profesor. Descanse en paz"
"Aunque no fui alumno suyo, mi pareja (que es arquitecta formada en la ETSAB) sí lo fue, y estaba ayer bastante desolada... "
son algunas de los comentarios de recientes alumnos suyos ante su fallecimiento.
Quizá, habiendo despertado tanta nostalgia, el último viaje sea más fácil....
La casa
Las raíces de las palabras producen insólitos emparejamientos que echan luz sobre aspectos desconocidos de las cosas.
Por ejemplo, de una casa.
El castellano casa (y el catalán casa) vienen del latín casa, que significa choza (casa primitiva).
Casa en latín, se decía domus. De ahí términos como domar -lograr que lo que se doma entre en una casa-, y domesticar -civilizar, adaptar a las normas de un hogar-. La casa era un signo de educación, civilización. Recordemos la oposición que Homero establecía entre el espacio del sociable Ulises -un palacio en la isla de Ítaca- y la curva donde vivía el solitario cíclope Polifemo, un ogro desconocedor de las leyes de urbanidad y hospitalidad.
Domus (casa y habitantes) procedía del griego domos (edificio)
Pero en griego, casa se decía más bien oikos (el habitante de la casa). La oiko-nomos (economía) es el conjunto de normas que permitan que una casa viva o sobreviva, evitando gastos innecesarios, deudas y desórdenes. La economía es la gestión de la vida civilizada, casera.
Oikos sería una palabra de origen indoeuropeo. Varias raíces, relacionadas entre sí, estarían en el origen de la palabra.
Una primera raíz habría dado las palabras cúpula y copa. La cerámica -si tal es el material con el que se ha modelado la copa- es un signo de civilización: un recipiente con el que contener, pero también ofrecer alimentos tanto a los mortales como a los inmortales. Una copa es un útil para compartir. No existen banquetes, donde se intercambian alimentos e ideas, donde se come y se discute, sin copas; banquetes organizados en espacios domésticos; reuniones que derriban barreras y diferencias y permiten la confraternización; banquetes con los que sellan pactos, acuerdos,con los que se facilitan intercambios, muestras de buena educación, y de la pérdida del miedo al "otro".
La cúpula remite más bien al mundo celestial -mientras que el banquete es una actividad eminentemente terrenal. La cúpula corona un edificio profano o sagrado. Otorga cierta sacralidad a la casa. La cúpula evoca la bóveda celestial; es una imagen reducida del cielo; pone el cielo al alcance de la mano. La cúpula eleva el espíritu, permite salir mentalmente de las cuatro paredes que quizá nos encierren. La cúpula libera la casa de cualquier alusión a la cerrazón, evita que sea demasiado "cuadrada". Una cúpula es aérea; parece no pesar, como si un cuerpo se hubiera hinchado, tensando y afinando una tela. Una cúpula es una vela, gracias a la cual la casa levanta cabeza. La casa se dispone bajo el cielo, en conexión con él.
Pero el mismo radical que asocia la casa y la cúpula, también liga la casa a la celda. En este caso, el movimiento es inverso; de ascendente se convierte en descendente. De la elevación pasamos al recogimiento. La celda suscita imágenes de encierro; obligado, forzado, o voluntario. En este caso, el encierro físico no impide sino que facilita la elevación mental o espiritual. Quieto el cuerpo, el espíritu asciende, y la imaginación recrea lo que acontece tras los muros de la celda. Una celda voluntaria activa la imaginación. Las celdas pueden ser espacios personales; desde luego son espacios donde solo puede morar una persona. Espacios propios en los que el cuerpo se amolda; espacios protectores, aunque puedan sobreproteger. Signos de miedo o de tenaz voluntad de evadirse con la mente. Lugares recogidos donde estudiar, meditar. En las celdas se habla solo con la voz interior. El griterío no tiene sentido. Se dispone de todo el tiempo necesario para pensar.
Un segundo radical, en el posible origen de la casa en griego, también ha dado las palabras cubrición y color. El color neutraliza lo que la cubrición puede tener de inquietante. La cubrición esconde, como si algo no pudiera mostrarse públicamente. La cubrición cubre nuestros actos, los recubre de una pátina de legitimidad. La cubrición protege, ciertamente, pero también recuerda la presencia de daños y enemigos. La cubrición es signo de debilidad y de temor. El mundo nos supera. Necesitamos desaparecer. No no vemos con ánimos ni fuerzas para afrontar el mundo.
Pero el color, por el contrario, que cubre enteramente la superficie externa de la cubrición, pone el acento en ésta. La destaca, la hace brillar. La cubrición que trataba de pasar desapercibida, escondiendo lo que sepulta, de pronto hace que la luz y el brillo prendan en lo que nos cubre.
¿Qué color? ¿Qué color ha sido el más utilizado, el que se encuentra más a mano? El color de la tierra, rojo como la tierra, que evoca la sangre, no tanto la sangre vertida -que también, la sangre sacrificial, que nos conecta con los inmortales- sino la sangre que nos mantiene en vida, que nos dota de un carácter sanguíneo; sangre necesaria para que el ánimo y el cuerpo no decaigan. El color estalla, proclama que la vida se halla aquí, en la casa, bajo la cubrición que la cúpula brinda, un centro vital.
Las conexiones, las relaciones entre cualidades y cantidades, entre lo material y lo ideal se conjugan al ampara de la casa, un lugar donde convergen sueños y realidades, dónde asentarse por un tiempo y pensar.
Por ejemplo, de una casa.
El castellano casa (y el catalán casa) vienen del latín casa, que significa choza (casa primitiva).
Casa en latín, se decía domus. De ahí términos como domar -lograr que lo que se doma entre en una casa-, y domesticar -civilizar, adaptar a las normas de un hogar-. La casa era un signo de educación, civilización. Recordemos la oposición que Homero establecía entre el espacio del sociable Ulises -un palacio en la isla de Ítaca- y la curva donde vivía el solitario cíclope Polifemo, un ogro desconocedor de las leyes de urbanidad y hospitalidad.
Domus (casa y habitantes) procedía del griego domos (edificio)
Pero en griego, casa se decía más bien oikos (el habitante de la casa). La oiko-nomos (economía) es el conjunto de normas que permitan que una casa viva o sobreviva, evitando gastos innecesarios, deudas y desórdenes. La economía es la gestión de la vida civilizada, casera.
Oikos sería una palabra de origen indoeuropeo. Varias raíces, relacionadas entre sí, estarían en el origen de la palabra.
Una primera raíz habría dado las palabras cúpula y copa. La cerámica -si tal es el material con el que se ha modelado la copa- es un signo de civilización: un recipiente con el que contener, pero también ofrecer alimentos tanto a los mortales como a los inmortales. Una copa es un útil para compartir. No existen banquetes, donde se intercambian alimentos e ideas, donde se come y se discute, sin copas; banquetes organizados en espacios domésticos; reuniones que derriban barreras y diferencias y permiten la confraternización; banquetes con los que sellan pactos, acuerdos,con los que se facilitan intercambios, muestras de buena educación, y de la pérdida del miedo al "otro".
La cúpula remite más bien al mundo celestial -mientras que el banquete es una actividad eminentemente terrenal. La cúpula corona un edificio profano o sagrado. Otorga cierta sacralidad a la casa. La cúpula evoca la bóveda celestial; es una imagen reducida del cielo; pone el cielo al alcance de la mano. La cúpula eleva el espíritu, permite salir mentalmente de las cuatro paredes que quizá nos encierren. La cúpula libera la casa de cualquier alusión a la cerrazón, evita que sea demasiado "cuadrada". Una cúpula es aérea; parece no pesar, como si un cuerpo se hubiera hinchado, tensando y afinando una tela. Una cúpula es una vela, gracias a la cual la casa levanta cabeza. La casa se dispone bajo el cielo, en conexión con él.
Pero el mismo radical que asocia la casa y la cúpula, también liga la casa a la celda. En este caso, el movimiento es inverso; de ascendente se convierte en descendente. De la elevación pasamos al recogimiento. La celda suscita imágenes de encierro; obligado, forzado, o voluntario. En este caso, el encierro físico no impide sino que facilita la elevación mental o espiritual. Quieto el cuerpo, el espíritu asciende, y la imaginación recrea lo que acontece tras los muros de la celda. Una celda voluntaria activa la imaginación. Las celdas pueden ser espacios personales; desde luego son espacios donde solo puede morar una persona. Espacios propios en los que el cuerpo se amolda; espacios protectores, aunque puedan sobreproteger. Signos de miedo o de tenaz voluntad de evadirse con la mente. Lugares recogidos donde estudiar, meditar. En las celdas se habla solo con la voz interior. El griterío no tiene sentido. Se dispone de todo el tiempo necesario para pensar.
Un segundo radical, en el posible origen de la casa en griego, también ha dado las palabras cubrición y color. El color neutraliza lo que la cubrición puede tener de inquietante. La cubrición esconde, como si algo no pudiera mostrarse públicamente. La cubrición cubre nuestros actos, los recubre de una pátina de legitimidad. La cubrición protege, ciertamente, pero también recuerda la presencia de daños y enemigos. La cubrición es signo de debilidad y de temor. El mundo nos supera. Necesitamos desaparecer. No no vemos con ánimos ni fuerzas para afrontar el mundo.
Pero el color, por el contrario, que cubre enteramente la superficie externa de la cubrición, pone el acento en ésta. La destaca, la hace brillar. La cubrición que trataba de pasar desapercibida, escondiendo lo que sepulta, de pronto hace que la luz y el brillo prendan en lo que nos cubre.
¿Qué color? ¿Qué color ha sido el más utilizado, el que se encuentra más a mano? El color de la tierra, rojo como la tierra, que evoca la sangre, no tanto la sangre vertida -que también, la sangre sacrificial, que nos conecta con los inmortales- sino la sangre que nos mantiene en vida, que nos dota de un carácter sanguíneo; sangre necesaria para que el ánimo y el cuerpo no decaigan. El color estalla, proclama que la vida se halla aquí, en la casa, bajo la cubrición que la cúpula brinda, un centro vital.
Las conexiones, las relaciones entre cualidades y cantidades, entre lo material y lo ideal se conjugan al ampara de la casa, un lugar donde convergen sueños y realidades, dónde asentarse por un tiempo y pensar.
Museu de les Cultures del Mòn (Museo de las Culturas del Mundo, Barcelona): nuevo recorrido, al filo de lo visible
Edición: Lucas Dutra
Ésta es la penúltima entrega de una visita virtual -dado los tiempos actuales- al Museu de les Cultures del Mòn de Barcelona, para estudiantes de penúltimo curso de arquitectura (ejercicio de práctica de la asignatura de Teoría II de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona UPC-ETSAB).
Al igual que los vídeos anteriores, ya "colgados" en este blog, la visita tiene como finalidad, no la adquisición de conocimientos históricos sobre esas creaciones, sino el encuentro con éstas -desgraciadamente a través de una pantalla, un encuentro que solo tiene sentido cuando tiene "lugar"-, y una reflexión sobre este encuentro o diálogo entre obras concebidas para determinados fines, entre los que no se hallan fines de diversión o distracción, y menos decorativos, sino finalidades educativas y mediadoras entre nosotros mortales y los inmortales. Estas creaciones no siempre existen para nosotros, mortales, pero sí que pretenden permitirnos acceder a realidades a las que no llegamos con nuestros sentidos, realidades que traen ante nosotros, o hacia las que nos transportan, aunque también estas obras pueden vetarnos el acceso, advirtiéndonos del peligro que correríamos si traspasáramos cierto umbral. Estas obras no son de este mundo pero en ocasiones acontecen en nuestro mundo para darnos señales de lo que ocurre más allá de nuestra limitada percepción del mundo.
Hay que tener en cuenta que muchas de estas obras no existen para ser contempladas por nosotros, sino que entran a formar parte de la familia de los inmortales.
Es el museo el que las fuerza a mostrarse, aunque no las puede obligar a revelar lo que no quieren o pueden decir. De ahí el carácter enigmático de ciertas obras (tanto para nosotros como para los fieles a los que se dirigían, a los que dirigían), pese a lo que podamos saber o aprender acerca de su creación y de su razón de ser. Son obras no aptas para humanos, al igual que gran parte de la creación humana antigua, salvo quizá la cristiana (la zoroástrica, y algunas religiones tardo-romanas orientales como el mitraísmo), toda vez que la divinidad cristiana (si solo nos referimos a ella), Jesucristo, nació para convivir con los humanos, para mostrarse, dejándose múltiples muestras de su presencia y de la finalidad de su presencia: abrir los ojos ante el mundo, y el otro mundo, a través de múltiples señales visuales y verbales.
El arte moderno y contemporáneo ha vuelto a retrotraerse al mundo de los enigmas, un mundo sin trascendencia, sin embargo, oscuro antes que luminoso (aunque cegador).
jueves, 2 de abril de 2020
Creación y destrucción de la obra de arte en la actualidad
Montaje y edición: agradecimientos a Lucas Dutra
Aunque sea desalentador hablar ante una pequeña pantalla reflectante, en la que solo se ve la cara de uno hablando al vacío, rodeado de un altavoz, un micrófono, y los libros que se deberán leer, junto con las notas de clase, y alguna luz o foco, haciendo "ver", sin embargo, que no ocurre nada, y aunque no se pueda responder directamente a los ocasionales estudiantes que plantean dudas o preguntas, o expresan un comentario, opinión o punto de vista que no tiene porqué corresponder con el del profesor, lo que permite ampliar, matizar o corregir las explicaciones, y convierte la clase en una experiencia nueva, que sigue derroteros a veces no previstos, impidiendo la cansina recitación de una clase ya sabida, no queda más remedio, en los tiempos de confinamiento, recurrir a las grabaciones para evocar algo así como una clase cuya duración no está supeditada a un formato preestablecido.
Esperamos que puedan ser de interés para los estudiantes de la asignatura de Teoría II, de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB), cuyo temario desarrollan esa serie de vídeos grabados para suplir la ausencia de clases "normales", compuestas entre docentes y estudiantes.
Este vídeo continua unos vídeos anteriores ya presentados en este blog, y proseguirá con una nueva grabación de aquí a quince días -si todo va bien
Continuará.
miércoles, 1 de abril de 2020
PINA BAUSCH (1940-2009): PALERMO, PALERMO (1989)
Palermo, Palermo es uno de los últimos ballets de Pina Bausch. Encargo del ayuntamiento de Palermo, la obra evita las imágenes más conocidas de la decrépita ciudad barroca, pero quizá evoque el cáncer de la mafia a través de una célebre escena: un muro de ladrillos que se derrumba...
La filmación del ballet, restaurada recientemente, puede contemplarse en directo.
Visión legal de todo el ballet en:
http://www.pinabausch.org/en/editions/film/palermo-palermo
Nota:
Hoy, todos estamos conectados. La visión de la filmación de este largo ballet puede interrumpirse momentáneamente.
La filmación del ballet, restaurada recientemente, puede contemplarse en directo.
Visión legal de todo el ballet en:
http://www.pinabausch.org/en/editions/film/palermo-palermo
Nota:
Hoy, todos estamos conectados. La visión de la filmación de este largo ballet puede interrumpirse momentáneamente.
La casa y nosotros (arquitectura y construcción)
Preguntarse si estamos en casa o la casa está en nosotros puede ser, en estos inciertos tiempos de reclusión, un acertijo sarcástico.
Sin embargo, dicha cuestión se la planteó el filósofo francés, atento a la capacidad evocadora de las imágenes, Gaston Bachelard. Casi podríamos decir que resolvió la cuestión, nunca respuesta con seguridad, sobre la relación entre la construcción y la arquitectura. La casa en la que nos hallamos es una construcción; la casa en la que soñamos, o que recordamos, por el contrario es arquitectura. La arquitectura no está ante nosotros sino en nosotros. La habitamos, sin duda, y quizá ésta sea la verdadera o auténtica "forma" de habitar: nos proyectamos hacia ella, tendemos hacia su umbral, y moramos en sueños, o con la imaginación en su interior.
Casa del pasado o del futuro; casa anhelada; pero casa siempre dispuesta a acogernos. "La casa, incluso más que un paisaje, es un "estado del alma"", escribe Bachelard en la Poética del espacio. La casa es una construcción imaginada. Existe, de eso no cabe duda, no es una obra imaginaria; existe, puesto que podemos volver a ella o tender hacia ella; podemos imaginarnos viviendo en ella. Recorremos sus estancias, descubrimos los muebles, y escogemos dónde instalarnos. Esta casa nos protege realmente del exterior. El entorno ya no nos afecta. La casa recordada o imaginada suscita imágenes placenteras, de plenitud. Esta casa no se puede construir, no se tiene que construir: Si quisiéramos levantar los muros, paradójicamente los derribaríamos. La casa construida es una caja en la que no siempre encajamos. Tiene la dureza de lo que no simpatiza con nosotros. Podemos sentirnos bien, o tener la sensación, cierta, de estar a gusto. Pero la casa edificada no está hecha a nuestra medida, a la medida de nuestros sueños. Solo cuando soñemos con ella, cuando ya no estemos físicamente en y con ella, la construcción se convierte en arquitectura. En tanto que lejana, en el tiempo o el espacio, está cerca de nosotros, está en nosotros. Por eso, cobra vida. La animamos, y nos anima. Nos devuelve a la vida. Ésta una casa, pero también un refugio, un laberinto, un palacio y una cueva. Es lo que queremos que sea. Se amolda a lo querríamos que fuera, lo que querríamos ser. No podemos medir la arquitectura. Ésta se amplía o se encoge en función de nuestros sentimientos, de las emociones que nos suscita. Casa secreta, íntima, sin duda. Pero casa abierta a todos con quienes simpatizamos, con quienes queremos o querríamos estar -aunque ya no estén. En ella no soñamos con emprender acciones inesperadas ni en establecer un permanente estado de fiesta, sino que es una casa en la que nos vemos, el tiempo de un sueño, o de una imagen, para siempre.
Sin embargo, dicha cuestión se la planteó el filósofo francés, atento a la capacidad evocadora de las imágenes, Gaston Bachelard. Casi podríamos decir que resolvió la cuestión, nunca respuesta con seguridad, sobre la relación entre la construcción y la arquitectura. La casa en la que nos hallamos es una construcción; la casa en la que soñamos, o que recordamos, por el contrario es arquitectura. La arquitectura no está ante nosotros sino en nosotros. La habitamos, sin duda, y quizá ésta sea la verdadera o auténtica "forma" de habitar: nos proyectamos hacia ella, tendemos hacia su umbral, y moramos en sueños, o con la imaginación en su interior.
Casa del pasado o del futuro; casa anhelada; pero casa siempre dispuesta a acogernos. "La casa, incluso más que un paisaje, es un "estado del alma"", escribe Bachelard en la Poética del espacio. La casa es una construcción imaginada. Existe, de eso no cabe duda, no es una obra imaginaria; existe, puesto que podemos volver a ella o tender hacia ella; podemos imaginarnos viviendo en ella. Recorremos sus estancias, descubrimos los muebles, y escogemos dónde instalarnos. Esta casa nos protege realmente del exterior. El entorno ya no nos afecta. La casa recordada o imaginada suscita imágenes placenteras, de plenitud. Esta casa no se puede construir, no se tiene que construir: Si quisiéramos levantar los muros, paradójicamente los derribaríamos. La casa construida es una caja en la que no siempre encajamos. Tiene la dureza de lo que no simpatiza con nosotros. Podemos sentirnos bien, o tener la sensación, cierta, de estar a gusto. Pero la casa edificada no está hecha a nuestra medida, a la medida de nuestros sueños. Solo cuando soñemos con ella, cuando ya no estemos físicamente en y con ella, la construcción se convierte en arquitectura. En tanto que lejana, en el tiempo o el espacio, está cerca de nosotros, está en nosotros. Por eso, cobra vida. La animamos, y nos anima. Nos devuelve a la vida. Ésta una casa, pero también un refugio, un laberinto, un palacio y una cueva. Es lo que queremos que sea. Se amolda a lo querríamos que fuera, lo que querríamos ser. No podemos medir la arquitectura. Ésta se amplía o se encoge en función de nuestros sentimientos, de las emociones que nos suscita. Casa secreta, íntima, sin duda. Pero casa abierta a todos con quienes simpatizamos, con quienes queremos o querríamos estar -aunque ya no estén. En ella no soñamos con emprender acciones inesperadas ni en establecer un permanente estado de fiesta, sino que es una casa en la que nos vemos, el tiempo de un sueño, o de una imagen, para siempre.
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