lunes, 8 de octubre de 2012

Arte y Deseo, o -al grano- el Salón Erótico de Barcelona, 2012


Eros era el dios del deseo en la Grecia antigua (Cupido se llamaba en Roma). Hijo de Afrodita (Venus) estuvo toda la vida a la búsqueda de la que le faltaba: su media naranja. Quería completarse, edificarse. Su búsqueda era creativa. Acabaría conformándose hasta alcanzar la (imposible) perfección, la unidad (rajada desde la noche de los tiempos cuando Zeus mandó separar a los humanos, hasta entonces completos puesto que dotados de dos sexos, en dos géneros, incompletos y, por tanto, necesitados el uno del otro.
La creación a la que ser humano, azuzado por Eros, aspira, es similar a la del artista o el poeta. Recordemos que hacer, obrar, crear, en griego, se decía poieo, y que poiesis significaba creación: humana -o procreación- y artesanal o artística. El poeta, que creaba con el verbo, era el prototipo del artista, sobre todo cuando Eros le inspiraba, alentándose a componer versos amorosos.

Arte y Eros están unidos. El mito de la primera pintura también evoca la conjunción de lo erótico y lo artístico. Como su prometido partía a la guerra, una joven de Corinto mandó a su padre, un ceramista que cubriera el muro sobre el que, a la luz de una vela, durante una cena íntima, se proyectaba el perfil de su amado, con una capa de barro para, a continuación siluetar y recortar con precisión el contorno de la testa amada. Fue el primer relieve.
Una historia que corre de parejo con la de Narciso, enamorado de su imagen reflejada en las quietas aguas de un lago, fascinado por su autorretrato posado sobre una superficie espejada.

Así que nada es más lógico que el próximo Salón Erótico de Barcelona se anuncie con un mítico cuadro rojo y rajado de... ¡Lucio Fontana!, el gran pintor italiano de los años cincuenta. Su serie llamada Buchi (Agujeros, u Orificios) también habría sido la mar de adecuada.
Quizá, ya en esta vena, el año que viene se escoja a un retrato en traje de faena -suscinto traje, casi invisible- de Cicciolina pintada por su esposo, el gran Jeff Koons, el pintor más caro de la historia.

Para que luego se diga que el arte moderno no llega a la calle. Y no sugiere nada.


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