martes, 23 de octubre de 2012

Museu de les Cultures del Món (Museo de las Culturas del Mundo) (Barcelona)

Apenas cerró el Museo Barbier Muller de Arte Precolombino de Barcelona, dedicado a las culturas prehispánicas, que se anunció, hace días, su reapertura, en menos de un par de años, convertido en el Museo de las Culturas del Mundo.
El museo Barbier Muller se hallaba ubicado en dos mansiones de la calle Montcada. Comprendía una parte de la colección privada Barbier Müller, que dispone de, al menos, otra sede en Ginebra. Las piezas habían sido cedidas por un tiempo limitado. El Ayuntamiento de Barcelona, propietario del museo, nunca tuvo un gran interés en esta colección, que pasó desapercibida. Apenas se organizaban exposiciones temporales, no disponía de una guía, y casi no se anunciaba. Pese al interés de las obras, era un museo dejado de lado. Los problemas legales que planteaban algunas piezas, reclamadas por países sudamericanos como Perú, tampoco invitaba a darle publicidad.
Las piezas han retornado a su propietario, una vez finalizado el acuerdo. Desconozco si nuevas condiciones económicas impidieron su prolongación, o si la desidia pública dejó partir las obras.

Las salas no van a permanecer vacías. Nuevas colecciones privadas barcelonesas de artes asiáticas, oceánicas y africanas, junto con piezas públicas, también oceánicas y africanas, del moribundo Museo Etnológico, van a ocuparlas.
Como todo lo que los poderes públicos barceloneses deciden, al momento el nuevo museo se anuncia como el más importante en mil doscientos quilómetros a la redonda (la distancia que media entre París y Barcelona) y, se afirma, competirá con el Museo Británico londinense, el Museo Metropolitano de Nueva York y el Museo del Quai Branly de París. Que Lión o Niza, con grandes colecciones, estén a unos seiscientos quilómetros no parece importar.

La creación del Museo del Quai Branly de Paris, que acoge piezas precolombinas, africanas, oceánicas, del su-este asiático, es decir de casi todas las culturas, pasadas y presentes, antiguas y "tradicionales", no europeas, fue precedido de una decena de años de enconadas discusiones teóricas acerca de la idea y de la idoneidad del museo que se estaba proponiendo.
Las obras procedían de una gran parte de antiguas colonias occidentales. No se distinguía entre piezas del pasado y del presente. Lo que contaba era su "otredad", su "exotismo". El museo se ha llamado "de las artes primeras": es decir, primitivas, como si éstas, pese a que algunas son de mediados del siglo XX, fueran, debido a su antinaturalismo, y al espíritu "animista" al que responden o que las anima, semejantes a las obras "de la infancia del arte": las "primeras obras de la historia.

El Museo de las Artes Primeras de París no acoge obras paleolíticas europeas -si de Australia-; tampoco piezas arqueológicas arcáicas europeas y del Próximo Oriente (el Próximo Oriente siempre se (por Occidente) ha considerado como la raíz del arte occidental, nunca del arte del Próximo Oriente). Tampoco incluye piezas egipcias (pese a que acoge piezas de otras culturas africanas), ni asiáticas -chinas, japonesas, hindúes- (salvo obras "primitivas o "animistas").
Es decir, las "artes primeras" occidentales se exponen en museos de arte (el Museo del Louvre, el Museo Guimet), mientras que las del resto del mundo, pese a ser a menudo recientes, se almacenan, de modo atiborrado, primando la cantidad sobre la selección, en un Museo llamado "de las Artes Primeras", considerado un museo etnológico. Se da a entender que esas culturas -sin que se marquen diferencias entre Oceanía, Ame´rica del Sur o África- no han dado lugar a "arte" sino a artesanía, o, en todo caso a "artes primeras", es decir a obras de arte que no son verdaderamente artísticas, más cercanas a los fetiches que a las creaciones que solo existen para placer desinteresadamente.
Sin embargo, el concepto de obra de arte, tal como lo entendemos -obras que existen para ser contempladas, produciendo sensaciones desapasionadas, para placer a los sentidos-, se forjó en el siglo XVIII; desde entonces, todas las pinturas, esculturas, obras literarias y musicales, y la arquitectura, no solo creadas a partir de entonces, sino las que se crearon antes del Siglo de las Luces,fueron consideradas obras de arte. ¿Lo eran? Antes del siglo XVIII existían, sin duda, objetos cuya única finalidad era producir gusto o disgusto: eran curiosidades, piedras curiosas, conchas extrañas, flores raras, fósiles, ramas secas sorprendentes, etc., que poblaban los llamados gabinetes de curiosidades reales. Por el contrario, pinturas, esculturas, obras musicales y teatrales tenían una finalidad muy clara. Eran útiles, que servían para educar, aleccionar, advertir. El que fueran bellas o técnicamente irreprochables podía tener un interés pues su atractivo ayudaba en ocasiones a comunicar mejor las verdades que se pretendía divulgar; mas la forma de exponer no estaba clara, y teóricos hubieron que defendieron cierta imperfección, cierta aridez expositiva, a fin que los receptores no se entretuvieran mirando las formas, en detrimento de la recepción de los mensajes. De algún modo, el arte anterior al siglo XVIII, era "político", educativo, al servicio de intereses que no eran los de gustar, placer, entretener. Las "obras de arte" no eran una distracción, sino un medio eficaz de educación y control.
En este sentido, estas obras no se distinguían demasiado de los fetiches "primitivos". Tampoco éstos fueron trabajados para gustar sino para transmitir fuerzas que alentaran o cohibieran. Eran eficaces medios de control de mentes y poblaciones.

Discusiones como éstas agitaron la vida cultural francesa, en medio de acusaciones de neo-colonialismo o de mala conciencia, antes de la apertura, constantemente atrasada, del Museo de las Artes Primeras.

Es posible que esas discusiones hayan tenido lugar o lo tengan en Barcelona. No es lo que dan a entender las noticias. A rey depuesto rey puesto. Se vacía un museo para llenarlo de nuevo de inmediato, afirmando que se está a punto de abrir un museo de interés mundial. Quizá.
Pero sorprende que los retablos románicos, las predelas góticas, las piezas litúrgicas medievales, cristianas, occidentales, permanezcan en un museo de arte" a secas, de "arte-arte" (como el Museo Nacional de Arte Catalán, en absoluto llamado de las Culturas Catalanas, u Occidentales -expone pinturas y esculturas italianas, francesas, etc., también), mientras que el trabajo de artesanos, o creadores, no occidentales, se agrupen en un museo "de las culturas del mundo".
O el arte occidental no es de este mundo, o se sigue juzgando la mayor parte de las creaciones humanas, salvo las occidentales, del pasado y del presente -lo que implica que se considera a éstas superiores, o pertenecientes a otro universo-, como piezas intercambiables, obras de salvajes o seres que viven entre espíritus y fantasmas, que aun no han llegado al "arte": obras que necesitan enmarcarlas en su cultura, contrariamente a las occidentales que han logrado desprenderse de ataduras, ya se sabe que un tanto brutas, oscuras, "primitivas", nada refinadas,  y flotar en el mundo desencarnado y luminoso de las ideas. Platónicas, obviamente

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