viernes, 15 de marzo de 2013

Atenas, marzo de 2013









Manifestaciones y grafitis en el centro de Atenas, marzo de 2013


Desde la renovada cafetería del Museo Arqueológico Nacional, lleva un sordo y constante rumor, salpicado de subidas de tono ocasionales, como si alguien gritara a lo lejos.
El Museo ha vuelto a abrir haber permanecido cerrado, al igual que el resto de los museos públicos atenienses, durante días. La sala de cerámicas y joyas, quizá la mejor del mundo acerca de cerámicas griegas antiguas, permanece cerrada. El museo ya no dispone del personal necesario.
El rumor crece. Parece una manifestación. Lo es. El centro de la ciudad está tomado por la policía. protestan funcionarios del Ministerio de Cultura precisamente. Al día siguiente echarán a trescientos.
Los barrios acomodados nunca han lucido mejor. Fachadas rehechas, cuidados jardines, intensamente verdes por la próxima primavera y lluvias recientes. Prosperan los centros de belleza donde aplican métodos como el embadurnamiento del cuerpo con caviar iraní. No quiero pensar lo que debe de costar.
Mientras, bajo los soportales del centro de Atenas, las tiendas, cerradas, con las personas bajadas oxidadas, parecen haber envejecido decenas de año, como si hubieran quedado abandonadas desde hace demasiado tiempo. Huela a orín. Sucios plásticos o hules que fueron de colores vivos, arrugados en soportales, indican la permanente ocupación nocturna. Un perro, a veces, guarda los despojos. Todas las barandillas neoclásicas de mármol blanco que delimitan los monumentos de la plaza Syntagma y los niveles aterrazados de la misma, están extrañamente mordidos, como si alguien hubiera arrancado fragmentos a dentelladas. Las banderas del Hotel Inglaterra, uno de los más antiguos y lujosos de Europa, ondulan calmosamente.
La actividad comercial no cesa, sin embargo. Sólo se ha trasformado. Todo se vende en puestos callejeros de fortuna: recuerdos, álbumes familiares, objetos decorativos, ropa; pisos enteros parecen haber sido desmontados. Las calles del centro recuerdan a un bazar oriental.
Abundan también los puestos de lotería. Estaciones de metro se han convertido en zonas de venta de billetes.
Un gran numero de personas caminan ojerosas y lívidas, el pelo lacio y despeinado, como si no hubieran comido y dormido durante días.
En los confortables restaurantes de los museos privados, damas  enjoyadas vestidas de Hermes, y caballeros con traje negro, toman champán, antes de acudir a una visita comentada.
La música de un piano en sordina acalla el temblor que pudiera ascender de las manifestaciones cercanas.
Algunos visitantes se retiran en impólutos Mercedes negros.

Fotos: tocho, marzo de2013

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