jueves, 8 de febrero de 2018

La cara de dios (o la cara del juez)


María Mancini, amante italiana del rey francés Luis XIV, retratada como la Santa, virgen y mártir, Catalina de Alejandría


Los habitantes de la isla griega de Cnido se quedaron estupefactos cuando el escultor Praxíteles les desveló la estatua de Afrodita encomendada: lo que vieron fue el cuerpo desnudo de su amante y modelo Friné, por lo que acabaron por rechazar una efigie tan humana de la diosa. Esta estatua, sin embargo, se convertiría en el modelo de todo desnudo femenino, humano o divino, hasta la exposición del cuadro con la efigie de Olimpia, de Manet, en la que cualquier alusión sobrenatural, pese al título, había desaparecido.
Todo pintor y escultor "clásico" utiliza modelos de carne y hueso para representar a una divinidad o una figura heroica. En ocasiones, el artista se toma a sí mismo como modelo. En la Escuela de Atenas, el fresco vaticano de Rafael, éste incluyó su imagen, y el mismo Miguel Ángel aparece en el fresco del Juicio Final que pintara en la Capilla Sixtina.
Recurrir a modelos par representar a seres sobrenaturales -o imaginarios- no ocurría solo en figuraciones mitológicas paganas sino también en escena sagradas cristianas. Los pintores y los escultores no siempre disimulaban los rasgos. Una de las últimas Pietá de Miguel Ángel (hoy en el Museo del Duomo de Florencia), en la que el sabio judío Nicodemo reconoce en Jesús al Mesías esperado, es tanto una representación de una escena clave en la proclamación de la divinidad de Cristo como un autorretrato de Miguel Ángel, que prestó sus rasgos y su amargura a la figura del sabio.
En la Sevilla barroca -la época en la que más proliferaron las imágenes, más incluso que en la era de Instagram-se pusieron de moda los llamados retratos a lo divino. Zurbarán no cesó de ejecutar obras tales. Mujeres aristocráticas se retrataban disfrazadas de santas de manera a mostrar que estaban imbuidas de virtudes sagradas. El parecido no se ocultaba sino que se acentuaba. Quienes contemplaban las pinturas reconocían sin duda alguna a la figura representada, cuyo disfraz, en ocasiones, bien podía parecer una caricatura o una burla.  Sin embargo, los llamados retratos a lo divino nunca fueron cuestionados por la Inquisición.
Ocurre, hoy, que un juez condena a una costosa multa -o a una pena de cárcel- a un joven que prestó su rostro elongado, que bien pudiera haber sido pintado por el Greco-  a una efigie de Cristo. Dicho gesto ha sido juzgado blasfemo.
Quizá los jueces deberían tener algunas nociones de arte....
Hasta en la pía Teheran el profeta tiene el rostro de adolescentes sicialianos fotografiados por nobles alemanes a principios del siglo XX, sin que lapiden al artista.
Somos unos adelantados, y vemos lo que otros aun no han visto....(ni se les ocurrirá ver)

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