martes, 28 de agosto de 2018

JUAN CARAMUEL (1606-1682): FACHADA DE LA CATEDRAL DE VIGEVANO (ITALIA, 1680)






La catedral barroca de Vigevano cierra uno de los lados de la célebre plaza ducal de esta ciudad lombarda, proyectada, por orden del duque Ludovico Sforza "El Moro", en parte por Bramante.
La catedral, construida posteriormente a la plaza, la cierra enteramente. El arquitecto del templo no es el mismo que el de la fachada. Existe un desajuste sorprendente, pero inapreciable a primera vista, entre el templo y su fachada. Exteriormente la catedral -que sustituye a un templo medieval- se asemeja a un edificio monumental, que se extiende horizontalmente tras una fachada cóncava. Interiormente, sin embargo, se trata de un templo de planta en cruz latina, en el que domina la verticalidad. La fachada es, pues, mucho más ancha que el edificio. En efecto, se extiende hacia la izquierda. Esta extensión no es  perceptible de buenas a primeras. La fachada es perfectamente simétrica: remata armoniosamente la plaza. Sin embargo, la catedral se halla a un lado. No está centrada con el eje de la plaza. El arquitecto de la fachada la extendió a un lado hasta alcanzar el perímetro izquierdo de la plaza. La iglesia está pues descentrada interiormente, e idealmente ubicada desde fuera. La extensión de la fachada es un decorado, un telón -que no esconde sino que  potencia su bidimensionalidad, como si de una cortina de piedra se tratara, combinando la dureza de aquélla con el vuelo de una tela- un muro tan solo, sin volumen alguno detrás. Es más, en la parte posterior se abre una calle. Por tanto, el portal izquierdo actúa, en verdad, como un arco de triunfo -que recuerda el que originariamente se construyó a finales del Cuatrocientos-, que enmarca y da paso a la vía.
La fachada atiende pues tanto al templo cuanto al espacio público. Inserta el edificio en dicho espacio. La fachadas está pensada tanto hacia afuera cuanto hacia el interior. Tiene la generosidad, la amplitud de miras de adaptarse a la plaza, dándole sentido. La catedral no se desmarca de la plaza. Poder religioso y poder político, espacio público, abierto, y espacio de recogimiento se relacionan mutuamente, y cada parte se somete a las leyes de la otra. La catedral cede protagonismo al la plaza, la cual se convierte en un amplio atrio abierto ante el templo.
Tal intervención urbanística (escenográfica, barroca, brillante) solo podía ser obra de un arquitecto y pensador. En efecto, Juan Caramuel fue el filósofo, matemático y arquitecto español más brillante de su época y, sin duda, de toda la historia. Es la figura más importante que anuncia la Ilustración. Amigo de Descartes, se anticipó un siglo a Leibniz, y viajó por toda Europa, viviendo entre Praga, Roma y Escocia. Es muy posible que no le demos hoy la importancia que merece en los estudios de arquitectura.

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