domingo, 14 de febrero de 2021

Reliquias

 Quizá fue la emperatriz Helena, madre del emperador Constantino, quien, a principios del siglo IV dC, partió a Jerusalén para hallar fragmentos de la verdadera cruz en la que el hijo de Dios había sido crucificado, la que desencadenó el culto de las reliquias que, en la tardo-antigüedad y en la alta Edad Media, afectó a toda la Europa Cristiana.

 Viajes a Tierra Santa, pero también incesantes y ávidas excavaciones en todos los lugares donde se habían  enterrado santos reales o imaginarios, o figuras más o menos imaginarios de la corte celestial, tenían como fin hallar restos de figuras sobrenaturales: objetos con los que habrían estado en contacto -como la corona de espinas, o el paño de la Verónica-, y restos orgánicos de las figuras, desde algún hueso hasta plumas de las alas del Arcángel Gabriel (quien anunciara a María que sería mágicamente, sin contacto físico, la madre del hijo De Dios).

La búsqueda y el culto de las reliquias se dio no sin suspicacias ni acusaciones de idolatría; adorar a restos y objetos en vez de seres sobrenaturales podría evocar denostados cultos y creencias politeístas. Pero estas acusaciones no impidieron la búsqueda de reliquias ni menguaron la devoción que suscitaban.
Se desató una competencia entre monasterios y lugares de culto por la posesión  de las reliquias más valiosas. El número de miembros de una misma figura se multiplicó. Juntando los fragmentos de la verdadera cruz se alcanzaba una sobre la cual hasta un gigante como Goliat hubiera quedado empequeñecido. 
Esta pasión no era sólo espiritual. Los lugares de culto con más y mejores reliquias recibían más ofrendas y donaciones, constituyéndose en centros de poder que podían llegar a retar los poderes imperiales y papales.

Es por este motivo que la exposición, en el desmesurado espacio central del Museo Nacional de Arte de Cataluña, en  Barcelona, de un calzado deportivo usado y sudado de una figura tan objeto de culto como el jugador de fútbol Leo Messi, en una urna blanca, inmaculada, aislada cual aparición, aislada tras una catenaria que contenga la entrega de los fieles, como una reliquia maravillosa ofrecida a la devoción de los creyentes , no debe sorprendernos, ni siquiera si abandonamos el mundo de los objetos sagrados y nos asomamos a los del arte, ya que éste, desde hace cien años, acoge lo que sea -una funda de máquina de escribir o una lata de conservas con la deposición de un artista- con tal que sea un objeto tocado por la cara mágica de un creador (un crítico o un director de museo), sea un futbolista o un cuentista .



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