Dicho estado solo afectaba a los genios, artistas siempre singulares, imprevisibles, incomprensibles e incomprendidos, y sin embargo admirados e imitados.
La melancolía contrastaba con la ligereza, vitalidad y banalidad de una fruta tan insípida y acuosa como una sandía, dulce y al momento olvidada.
La soledad del melancólico ensimismado, enfrentado a sus visiones interiores poco tenían que ver con la jugosidad de una fruta común y cotidiana. Ésta parecía ironizar sobre la trascendencia del artista genial.
La melancolía casi parecía una parodia de la sandía solitaria: melon alone., the lonely melon. Un juego de palabras que reduce y acota la trágica y a veces ampulosa concepción del artista divino, que dio lugar a una serie de delicadas acuarelas de Thomas Shütte, insólitamente poéticas.
La serie se muestra en la exposición antológica que el MoMA de Nueva York dedica a este artista .
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