sábado, 28 de julio de 2018

Villa imperial romana en Noheda (Cuenca)

































Fotos: Tocho, Noheda, julio de 2018


Los humanos somos dados a menudo en buscar prontas justificaciones o explicaciones en los cielos (lunas rojas, alineaciones astrales, cometas, vuelos de los pájaros) y en imaginarios orígenes y hechos del pasado que nunca se dieron (batallas perdidas, supuestos agravios comparativos, figuras legendarias, orígenes míticos), o en figuras mitificadas (huidos convertidos en perseguidos, como Napoleón y otros ejemplos contemporáneos). La lejanía, espacial (el cielo) y temporal (el mito, la leyenda), aparece como la causa de lo que nos ocurre.
A finales del siglo cuarto, el imperio romano occidental se desmoronaba. La administración y el ejército romano eran una presencia simbólica más que efectiva en Hispania. El imperio ya no controlaba los territorios. La misma religión pagana se desvanecía. El emperador Teodosio ordenó el cierre de los templos dedicados a dioses greco-latinos. Mientras, la parte oriental del imperio romano, con capital en Constantinopla, seguía férreamente organizada.

El origen y el prestigio de Roma, contaba la leyenda, venía de Troya. El mítico fundador de Roma, eneas, era un príncipe troyano, y Venus, bajo cuya protección se había instaurado el imperio, era defensora de Troya. ¿Acaso no había sido Venus quien entregara a Helena, princesa griega, a París, el príncipe troyano, desencadenando la eterna guerra de Troya, que acabaría con la fundación de una nueva Troya, Roma?
En tiempos convulsos, era (es) necesario acudir al consuelo de mitos fundaciones, y héroes salvadores. Roma se desvanecía. Evocar su supuesto origen esplendoroso era una manera de reverdecer laureles.
La provincia hispana de la Tarraconense estaba, a finales del siglo cuarto, en manos de grandes terratenientes, dotados incluso de ejércitos, independientes del poder imperial romano deshilachado, aunque seguían rindiendo culto al emperador.
Una de esas figuras poseía la mayor villa de todo el imperio en Hispania. Hasta el mismo palacio de Diocleciano, en Split, empalidecía ante esta posesión, dedicada al ocio y el negocio agrícola. Las estancias tenían mil metros cuadrados. Se trataba ya de un edificio de gusto oriental, con un descomunal triclinio (o "comedor"), cubierto por una bóveda en cruz -una proeza constructiva-, dotado de cuatro recintos de planta semicircular, donde se situaban los comensales, alrededor de un espacio central dotado de un estanque donde se exhibían histriones, músicos y actores durante los banquetes. Los muros estaban cubiertos de relieves. Un inmenso mosaico cubría todo el suelo. Compuesto por teselas diminutas de cuarenta tipos de mármoles orientales y del norte de África, procedentes de canteras imperiales, con un coste solo al alcance de un emperador, y de piezas de oro, se conjugaba con quinientas estatuas de épocas anteriores (en el  resto de Hispania solo se han hallado doscientas esculturas). 
Los mosaicos representaban los orígenes míticos de Troya, la madre de Roma. Todo empezó con un oráculo no atendido, como es de costumbre, y con una maldición subsiguiente. Enómao, rey de Olimpia, había sido advertido que quien se esposara con su hija, la hermosa Hipodamia, lo mataría. Por este motivo, todos los pretendientes tenían, antes de la petición de mano, que participar en una carrera de carros. Todos estaban trucados. Todos perdieron la cabeza. Mas Hipodamia se enamoró de Pélope, apoyado (y amado otrora) por Poseidón. Decidió que iba a ser el vencedor de la carrera. Pidió a su esclavo que aflojara las ruedas de los carros de los contendientes. Todos sufrieron un accidente mortal. Pélope ganó, aunque las riendas sueltas estrangularon, inadvertivamente, al rey Enómao (cumpliendo así el oráculo). Pélope e Hipodamia fueron maldecidos, y la maldición recayó en sus descendientes: entre éstos,Agamenón y Menelao (el rapto de cuya esposa, Helena, desencadenó la mortífera guerra de Troya, ganada por los griegos, gracias a las reliquias de Pélope). Pero Troya no desapareció. Revivió a través de Roma.
Invocar los orígenes míticos de Roma, rendir culto a dioses orientales (entre éstos, Dionisos órfico, cuya llegada a Grecia, desde la India, está también narrada en un mosaico), dar la espalda al cristianismo en favor del culto a los dioses paganos, era, quizá una manera de apelar a la decadente grandeza romana, en una tierra, cabe Cuenca, dejada a su suerte.

La villa de Noheda fue descubierta hace diez años. La excavación prosigue. Se trata del mayor descubrimiento arqueológico romano de los últimos decenios. Aún no abierta al público, los mosaicos están ya protegidos por una ligera construcción perfectamente adaptada al entorno.

Agradecemos la detallada, entregada, apasionante visita comentada al arqueólogo, director de la misión, el profesor y arqueólogo Miguel Ángel Valero, quien ha logrado hacer revivir una villa imperial, cuyo propietario aún se desconoce, cuyo descubrimiento, siquiera muy parcial, está cambiando la imagen de la tardo antigüedad.


miércoles, 25 de julio de 2018

SANTIAGO BOU GRASSO (1979): EL EMPLEO (2008)

El Empleo / The Employment from opusBou on Vimeo.

Sobre este cineasta de animación argentino, autor de este multipremiado cortometraje, véase el enlace siguiente

TXEMA SALVANS (1971): THE WAITING GAME (EL JUEGO DE LA ESPERA, 2005-2015)






























¿Quién espera encontrar una presencia humana en semejantes entornos? Callejuelas o carreteras secundarias, desvíos, cruces de caminos y vías, asaeteados de señales de tráfico, carteles, anuncios y farolas, que llevan a descampados y urbanizaciones fracasadas -marcadas por pavimentos y bordillos incongruentes, pues nadie camina por esos campos-, bordeados de casuchas, almacenes abandonados, granjas, terrenos baldíos, rejas metálicas oxidadas, verjas, en los que destacan todos los servicios que no queremos ver, desde contadores hasta centrales eléctricas. Entornos marginales urbanizados, que necesitamos. Los servicios básicos que no queremos en nuestras ciudades o nuestras parcelas se hallan aquí, y aquí hallan refugio personas, porque son sitios solitarios, en los que, sin embargo, pasan veloces personas motorizadas, que huyen, o frenan.
Lo peor es que hay personas que aguardan. y suponemos que solo estas personas pueden soportar estos entornos, como si existiera una secreta afinidad entre lo que esperan y lo que les envuelve: coches y camiones que se detienen a veces.
Aunque quisiéramos que no se dieran esas situaciones, o no querríamos verlas. 

El fotógrafo barcelonés Txema Selvans ha documentado esperas de quienes quizá esperan poco: el anverso del decorado urbano: el territorio gangrenado por lo que rechazamos o expulsamos pero no podemos ni queremos eliminar. 
The Waiting Game es un libro que no querríamos tener y que sin embargo es necesario -que tengamos siempre presente.

Hasta la última gota

"Si los hombres no quieren morir de sed, tienen que aprender a beber de todas las copas; y si los hombres quieren permanecer puros, es necesario que cada uno se lave con agua sucia"

(F. Nietzsche: Así habló Zaratustra, segunda parte)

martes, 24 de julio de 2018

MARIA MOLDES (1974): ESCENAS DE LA VIDA RADIOACTIVA (BENIDORM, 2014)














  escenas de la vida radioactiva/ scenes of radioactive life from María Moldes on Vimeo.

 
escenas de la vida radioactiva/ scenes of radioactive life from María Moldes on Vimeo.

Siguiendo el modelo del retrato de Benidorm que hiciera el fotógrafo inglés Martin Parr, la fotógrafa gallega María Moldes ha documentado, a todo color, el circo en que se convierte la ciudad de Benidorm en verano, un espacio final donde se dan los últimos coletazos de la vida, ya liberada de cualquier límite y contingencia -salvo el de la edad.
De fondo, la ciudad absurda de los rascacielos a los pies del paseo marítimo, acorde con los atuendos, que delimita y acoge este brindis al sol, donde el gusto ya no es un problema o un impedimento. De algún modo, Benidorm es un insólito reducto de libertad -la libertad que los años finales conceden.
Benidorm, ciudad mutante, aplastada por el sol, en la que se metamorfosean las figuras carbonizadas y sus costumbres.