La catedral de Estrasburgo es también célebre porque es la única que aún mantiene la logia masónica, o la caseta de obra de los albañiles (maçons, en francés) que junto con los tallistas, los pintores, los arquitectos, los teólogos, los herreros, los vidrieros formaron un equipo de trabajadores, liberados de sus respectivos gremios, para proyectar y construir una catedral. Las casetas de obra se desmontaban al acabar el edificio. La duración de la construcción de la catedral de Estrasburgo logró que la caseta -donde también se guardaban útiles, instrumentos, planos y libros de referencia- perdurara en el tiempo.
El arte medieval, denostado por el clasicismo, suscitó la nostalgia de unos tiempos “puros”, en los que el trabajo artesanal y la piedad pautaban la vida, a principios del siglo XIX, y los edificios góticos dejaron de ser considerados obras de los godos o bárbaros.
El entusiasmo por esos tiempos también se manifestó en las artes plásticas, con la pintura de estilo trovador, que representaba escena piadosas, de amor cortés, ilustrativas del honor caballeresco.
Este estilo , risible hoy, llamado a veces prerrafaelista, que se oponía al clasicismo que Rafael encarnó, tubo en el pintor alemán Mortiz von Schwind (1804-1871) un artista entregado a una iconografía que ilustraba sobre las virtudes del amor puro y del trabajo desinteresado en favor de causas elevadas y de la salvación del alma, como en este cuadro que muestra al legendario arquitecto de la catedral de Estrasburgo llevado por los aires por el Arcángel Gabriel, para que pueda observar desde lo alto su obra magna la flecha de cuya torre quería alcanzar el cielo.
Agradezco al arquitecto, artista y profesor David Mesa, investigador en Múnich donde se halla este cuadro, la referencia a la obra, el artista y el arquitecto.
Los arquitectos también ascienden.
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