El intenso y ciego color negro, que se adivina recubre un espacio profundo, en las fotografías del fotógrafo y cineasta danés Krass Clement , tiene la solemnidad de una ceremonia mortuoria. Recubre e inmovilizada todo sobre lo que se posa, y los objetos y las estancias devienen ofrendas fúnebres.
La relación con la muerte que la fotografía establece -toda fotografía evoca una esquela, la imagen congelada de quien ya se está yendo, lo que queda de nosotros cuando ya no estamos- se acentúa en las imágenes de Clement. Una gran parte de su trabajo se centra en el tránsito: los últimos viajes de enfermos, el transporte de cenizas, viajes por pueblos que ya no son pueblos o si aún lo son es porque la parca los ha olvidado y permanecen en silencio, para no despertarla.
Pocas veces París, en estas fotos de juventud tomadas en los años sesenta y publicadas al cabo de decenas de años, se ha mostrado como una ciudad rendida antes de tiempo ante el paso tiempo, que es una manera de avanzarse a su paso quizá para esquivarlo, quedando fuera del tiempo, aferrado a una imagen. Imágenes que obvian la nostalgia para desvelar la (cruda) verdad.
Casi todo su trabajo está destinado a darse a conocer a través de libros ilustrados -epitafios inmisericordes.
Sobre este lúcido (puesto que sombrío) fotógrafo, véase, por ejemplo, su página web: https://krassclement.com/
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