En la espléndida exposición sobre la magia, la alquimia, el ocultismo y el surrealismo, en la fundación Peggy Guggenheim de Venecia, frente a grandes cuadros de Ernst y de Chirico, sobresale un inquietante y melancólico cuadro con la imagen de inestables y desolados andamios por encima de un paisaje cubierto por nubes o niebla. El interior de algunas estructuras está recorrido por telas blancas retorcidas y fantasmagóricas. El título de la obra es Mañana es Nunca, o no hay Mañana. Pintado por la artista surrealista norteamericana Kay Sage, sucede al fallecimiento de su esposo, el también pintor surrealista francés Yves Tamguy, cuya muerte llevó a Sage al suicidio.
Una gran parte de su obra está recorrida por estructuras arquitectónicas vacías, abandonadas, casi ruinas, estructuras de rascacielos deshabitados o inhabitables, con puertas que abren al vacío, en paisajes desérticos y neblinosos, por el que transitan espectros ocasionalmente, una imagen del futuro que nunca será.
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