El intenso y ciego color negro, que se adivina recubre un espacio profundo, en las fotografías del fotógrafo y cineasta danés Krass Clement , tiene la solemnidad de una ceremonia mortuoria. Recubre e inmovilizada todo sobre lo que se posa, y los objetos y las estancias devienen ofrendas fúnebres.
miércoles, 10 de agosto de 2022
KRASS CLEMENT (1946): PARIS (AÑOS 60 Y 70)
El intenso y ciego color negro, que se adivina recubre un espacio profundo, en las fotografías del fotógrafo y cineasta danés Krass Clement , tiene la solemnidad de una ceremonia mortuoria. Recubre e inmovilizada todo sobre lo que se posa, y los objetos y las estancias devienen ofrendas fúnebres.
martes, 9 de agosto de 2022
Fuera de tiesto
Regalo contundente: una obra de seis metros de alto, de acero Corten, compuesta por paralelepípedos encajados verticales y horizontalmente. Se titula Alerta. El escultor es Anthony Gormley, el Plensa inglés.
La escultura no pasa desapercibida a causa de sus “cualidades estéticas”. Pero no son éstas las que han excitado la imaginación de los estudiantes que se han confabulado para alertar de la llegada de un gigante erecto. Lo que estaría en alerta sería uno de los largos componentes horizontales.
¡Arte falocrata! Arte no representativo (en efecto, no lo es, es abstracto) de la presencia de los dos sexos en el college. La obra solo exalta uno; parece simbolizar el dominio de un sexo, o defender la inegalidad entre sexos. Inapropiada, claman. El tamaño importa.
Lo más curioso ha sido la reacción del escultor: la obra no sería una composición abstracta, ensimismada, referida solo a sí misma, vagamente constructivista, sino que representaría a un hombre (ay, esa palabra) de cuclillas -la imagen no es muy afortunada- que contempla el cielo y se une al mundo, un símbolo místico del saber.
La teoría está a la altura de la obra y de su interpretación.
Al menos los inquisidores del siglo de oro eran diestros teólogos y se enfrentaban a obras de artistas de la talla de El Veronés o de Teresa de Jesús.
lunes, 8 de agosto de 2022
Vivo sin vivir en mí
Como en un experimento de la NASA para preparar un asentamiento humano permanente en el planeta Marte, unos estudiantes de arquitectura se han encerrado durante un mes en una modesta casa aislada de madera de ciento cuarenta metros cuadrados, de planta libre, que han proyectado y construido en un solar de un campus universitario, para probar nuevas maneras de vivir ecológicamente eficientes.
El resultado es curioso. Transcribo el texto de un arquitecto, profesor de instalaciones en una escuela de arquitectura.
Los jóvenes que han vivido un mes en su propia obra “experimental” posan felices: quizá porque abonan sus tomateras con sus propias heces.
Aunque no se trate de un anuncio de Dolce & Gabbana, un joven teclea, estirado en un tatami , en un Mac que descansa en su regazo, otro, en un segundo plano, posa cuál San Sebastián asaetado , a punto de ducharse, un tercero prepara una sopa de melón, mientras que una cuarta estudiante, con un floreado vestido provenzal, lánguidamente recostada en una otomana, lee de perfil una revista.
El experimento encierra una buena y una mala noticia.
La mala es que el noventa por ciento de los resultados de la prueba ya lo sabían las abuelas de antaño. La buena, es que han recuperado ese conocimiento.
Algunas leves dudas: bombear el agua de la ducha quizá sea una innovación en un espacio doméstico en tierra, sin embargo ya se hace en algunas embarcaciones.
Poder elegir cada noche el lugar donde dormir, como acontece en la casa tradicional iraní, es fácil en un piso de ciento cuarenta metros cuadrados, pero quizá no lo sea tanto en los pisos que se anuncian en El Idealista, fuente de la mayoría de las viviendas de alquiler.
Ponerle ruedas a la bañera, está bien, es ingenioso, pero es posible que se requiera aún más ingenio para dotar a los grifos y al desagüe de ruedecitas (o de tuberías elásticos que se puedan alargar y encoger).
Que los muebles tengan ruedas es una gran idea, como se comprueba desde hace años con la mayoría de los muebles modernos de Ikea y similares.
Los brillantes autores del experimentos no descubrieron hasta llegado el mes de julio que es mejor cerrar la casa cuando hace mucho calor, un dato revolucionario que exige un mes de pruebas porque ningún usuario, incluso un arquitecto, hasta entonces lo sabía ni lo había experimentado.
La madera se ha convertido en un material de construcción “ecológica”. En los países cálidos, como en el Mediterráneo, la construcción tradicional posee gruesas paredes de ladrillo o de adobe y huecos pequeños, que preservan del frío y del calor por la inercia térmica del material y del espesor de los muros, una propiedad que, con obras de madera, exigiría esquilmar la mayoría de los bosques. Sino, los tabiques de madera lucen, pero quizá no se luzcan tanto a la hora de proteger del clima.
El experimento es arquitectónico pero es también poético. Une agudamente el oximorón y la arquitectura: defiende el uso del sanitario seco -que recurre sin embargo a las aguas grises. Digno de los míticos versos “vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”.
Dichas aguas nacen de la separación y el reaprovechamiento de las aguas usadas en el hogar y de las aguas pluviales, una práctica revolucionaria que ayuntamientos tan modernos como el de San Cugat del Vallés exigen que se cumpla desde hace unos quince años.
La sopa de ajo es un gran descubrimiento.
Agradecimientos a las lúcidas lecciones de AdB.
sábado, 6 de agosto de 2022
JENNIFER BARTLETT (1941-2022): HOUSES (CASAS)
Bartlett no solo proyecto jardines, interiores y casas. El tema obsesivo de sus pinturas fue la casa. Un ente prototípico, uno de los tres elementos fundamentales y creadores del mundo (humano), formado por un triángulo y un cuadrado, formas geométricas básicas. Casas ideales, compuestas a menudo a partir de tramas geométricas semejantes a las del papel milimetrado. Casas reconocibles desde lejos, quizá por una gran parte de la humanidad, casas monumentales por el tamaño de los cuadros, pero cotidianas en su volumen, perdurables, casi inmemoriales al haber sido pintadas sobre placas metálicas, convertidas en signos que puntúan el espacio como todas las señales que organizan y dirigen el movimiento en las ciudades; casas imperecederas, inmutables, sin ventanas, que a veces lograr imponerse por entre una densa trama de líneas o lianas; casas en primer término, casi unos mandalas, una imagen del mundo, un mundo recogido en cada una de estas casas, siempre la misma, declinada en innumerables variantes, como las distintas caras de un mismo ser. Cuadros de casas con el aire imponente y secreto de un tríptico.
Seguramente deberíamos enseñar más la obra de Bartlett en las escuelas de Arquitectura que tantas obras de arquitectos que no invitan a recogerse.