La artista australo-iraquí Khedoori es hoy una de las mejores retratistas del espacio habilitado, del mundo interior -esté fuera o entre paredes.
Dibujos a lápiz, intuidos -pero precisos- más que remarcados, a escala natural, de esquinas, puertas, pasadizos, pasos, puentes -siempre pasos, espacios intermedios que no se sabe de dónde vienen ni hacia donde se dirigen, o de muebles de madera sencillos, a veces caídos, como dejados, a escala natural, puntean grandes hojas de papel encerado, de varios metros de altura y anchura, que cuelgan, levemente arrugados, como telas antiguas -sábanas o sudarios-, cogidos con puntas en la pared, sin marco ni cristal, y que cubren los muros de las galerías dotándolos de una insólita calidez, muros blancos de galerías de arte contemporáneo en grandes espacios industriales que adquieren la atmósfera de un interior doméstico. Quizá no sea casual que Khedoori haya dibujado chimeneas hogareñas encendidas.
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