martes, 3 de marzo de 2020

Jerigonzas (y chiripitiflaúticos)

Contaba el filósofo Gregorio Luri hace un tiempo, que el teólogo Josep Montserrat, invitado a un congreso, leyó una ponencia que suscitó, apenas hubo concluido la lectura, el extasiado entusiasmo del público especializado. Tras los aplausos, el ponente añadió unas palabras y comentó el origen de su texto. Había fabricado una máquina, en la que introducía todas las palabras de la jerga filosófica actual -nombres comunes y propios-, ordenadas por verbos, sustantivos, etc.. Al activar la manivela, aquella iba soltando palabras al azar que el autor copiaba de inmediato. El texto resultante era gramaticalmente correcto, pero no significaba nada. El tono, empero, recordaba a textos de moda, que era preceptivo citar si se quería ser tomado en serio. Precisamente porque el texto era incomprensible, parecía profundo, cuyo sentido parecía inalcanzable salvo sin duda para los más eruditos -por lo que nadie quería reconocer que no había entendido nada. Tras revelar el juego, el ponente tuvo que salir por piernas y ya no le invitaron más. Pero aún se ríe a carcajadas.

Es muy posible que existan más ejemplares de esta máquina; sino, no se entiende que se publiquen textos de exposiciones recientes como éstos:





Si alguien los puede descifrar....

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