Fotos: Tocho, Museo Arqueológico, Venecia, abril de 2019
Dos ladrillos neo-asirios, con una inscripción sobre el rey neo-babilónico Nabucodonosor II (s. VII aC), hallados en Nínive (en la periferia de Mosul, hoy en el norte de Iraq), y un relieve neo-asirio del palacio real de la misma ciudad, sorprenden en un museo arqueológico como el de Venecia, cuyas colecciones comprenden casi exclusivamente obras romanas imperiales.
Estas tres obras mesopotámicas fueron un regalo del franco-británico (y lejanamente español) del noble Austen Henry Layard (1817-1894).
Miembro de una familia noble británica, Layard se educó en Italia antes de iniciar una carrera diplomática en Estambul al servicio del embajador británico ante la Sublime puerta (el Imperio Otomano). Los territorios de lo que son hoy Siria, Iraq y Palestina formaban parte de aquel imperio. Layard fue autorizado, a la vuelta de un viaje al Imperio Persa, a excavar en un tell cerca de Mosul (explorado ya en parte por Paul-Émile Botta, un arqueólogo franco-italiano, cónsul francés en Mosul, que abandonó esta primera misión -decepcionante para él-, para centrarse en un segundo y más prometedor tell, que resultaría cubrir los restos del palacio neo-asirio de Khorsabad, aunque Botta creyera haber descubierto los ruinas de la bíblica Nínive).
Layard halló los restos de la gran ciudad imperial neo-asiria de Nínive, reiteradamente citada en la Biblia como una ciudad infernal (de ahí la fascinación que ejercía entre los estudiosos occidentales) y, posteriormente, la biblioteca de textos mesopotámicos más importante de la historia, del rey Asurbanipal, que contenía copias de todos los grandes textos desde el cuarto milenio aC, en sumerio -una lengua parcialmente ya desconocida- y en acadio -una lengua semita, idéntica al asirio.
Desengañado de la política, Layard, que había creado una fábrica, aún activa, de vidrio en Murano (hoy llamada Pauly & Co, en un paso cubierto a la plaza San Marcos), se retiró a Venecia, donde adquirió el palacio manierista de Ca´Cappello, que mira al Gran Canal, cuya fachada, ya perdida en el siglo XIX, estuvo pintada por Veronese. Este palacio, cuya escalera principal se ornó con relieves del palacio imperial de Nínive, se convirtió en un centro cultural europeo, visitado por ejemplo, por Ruskin.
A la muerte de Layard y de su viuda, el palacio fue finalmente adquirido por la Universidad de Ca Foscari. En los años noventa, en una oscura operación financiera, se intentó vender el palacio, catalogado e intransferible, a grupos rusos y árabes, catalogado, para convertirlo en un hotel de lujo, desplazando la universidad a Mestre. Las protestas del profesorado y estudiantiles, impidieron la operación ilegal.
Hoy, el palacio está cerrado, abandonado, tras haber sido "okupado".
¿La maldición de Nínive?
Agradezco a la directora de la misión arqueológica de Qasr Shemamok -un palacio neo-asirio-, cabe Mosul, la doctora Maria-Grazia Masetti-Rouault, catedrática de la Universidad de la Sorbona, en París, quien estudió en este palacio, todo lo referente a Layard y Ca´Cappello.