Palamedes era un héroe griego, inventor de la escritura alfabética, al menos de algunos signos -autoría que, según algunos autores clásicos, compartía con el príncipe fenicio Cadmo, fundador y primer monarca de la ciudad griega de Tebas, patria del dios Dionisos-, de la ley escrita y de los números. Una figura de orden que sabía escribir, contar, ordenar. Contar la verdad.
Una figura íntegra que medió tres veces para evitar la guerra entre griegos y troyanos.
Palamedes descubrió que un héroe de la guerra troyana había mentido para evitar participar con el ejército griego en la contienda, haciéndose pasar por un loco, y logró que quedara en evidencia.
El denunciado no le perdonó y se vengó. Forjó falsas cartas que demostrarían que el rey de Troya, Príamo, le había pagado para que traicionara a los griegos, y sobornó a un esclavo de Palamedes para que escondiera una bolsa de monedas de oro en la tienda de aquél. Luego hizo que la carta circulara por el campamento griego.
Agamenón, jefe del ejército griego mandó que arrestaran a Palamedes, y lo juzgaran. Murió lapidado -o enterrado en un pozo en el que se echaron piedras.
Palamedes murió víctima de la mentira de un artero héroe griego: Ulises.
Ulises, presentado como una víctima del dios de los mares, Poseidón, que le impedía regresar a Ítaca donde le aguardaba pacientemente su esposa Penélope tejiendo y destejiendo.
Los griegos no se hacían ilusiones. Ulises era un héroe con muchas zonas en sombra. Adulador, falso, astuto y expeditivo, siempre agazapado a la espera de una oportunidad propicia, aunque la espera implicara la muerte de compañeros de fatigas. Ulises era humano, muy humano. Tanto, como los dioses que le protegían.
Ulises seguiría brillando en la política, hoy.
lunes, 30 de diciembre de 2019
domingo, 29 de diciembre de 2019
MANFRED NOA (1893-1930): HELENA (El RAPTO DE HELENA & LA CAÍDA DE TROYA, 1924)
Helena, proyectada en dos partes (la película dura tres horas y media), fue una de las superproducciones alemanas de los años veinte.
Perdida, se halló una copia en Suiza hace nueve años que permitió restaurar la película en 2015.
La segunda parte, titulada La caída de Troya, muestra cómo se imaginaba esta asediada y destruida ciudad tras la Primera Guerra Mundial.
GIOVANNI PASTRONE (1883-1959) & LUIGI BORGNETTO (1881-1957): LA CADUTA DI TROIA (LA TOMA DE TROYA, 1911)
La ciudad de Troya no solo existe en Homero, Virgilio y Brad Pitt.
Con motivo de un próximo viaje de estudios que organiza la Escuela de Arquitectura de Barcelona, se rescatan un par de películas mudas, de gran éxito en su momento y hoy olvidadas, que han ayudado a forjar la imagen de esta ciudad mítica (y quizá real), base de la cultura clásica occidental.
sábado, 28 de diciembre de 2019
ALEX NANTE (1992): RITE ET JEU (RITO Y JUEGO, 2018)
https://alexnante.com/rite-et-jeu/
Escucha legal, de la página web de este joven compositor argentino, nacido en Buenos Aires, uno de los mejores actualmente.
El origen de la imagen de Cristo
Aunque al zoroastrinano dios Ahura Mazda (hoy con un culto minoritario), al hebreo Yahvé, al yazidí Khude y al árabe Alá (entonces un dios local en un panteón politeísta) ya se les honraba en los segundo o primer milenio aC, lo cierto es que los grandes dioses politeístas occidentales y del Próximo Oriente han dejado de ser adorados desde hace unos dos mil años, sustituidos por los "únicos dioses" Cristo y un renovado Alá.
¿Desaparecieron los dioses politeístas?
Seguramente ya nadie rinde culto a Zeus, a Júpiter, a Isis o a Baal. Dichos nombres ya no son invocados. Pero cabe preguntarse si sus figuras han desaparecido.
Si contemplamos detenidamente las representaciones bizantinas de Cristo -que influyeron en las imágenes religiosas occidentales- descubrimos a un dios barbado, portando una toga,sentado en un trono, y con la mano levantada en un gesto de bendición.
¿De dónde procede esta imagen? ¿Es una creación cristiana -no podemos plantearnos acerca de la iconografía plástica de Alá, ya que, al igual que en tiempos preislámicos, es irrepresentable naturalísticamente (aunque no simbólicamente, ni es innombrable).
No existen imágenes de Cristo de cuando este profeta vivía. Las primeras imágenes son de finales del siglo I . Lo representan mediante símbolos -peces, palomas, cruces (pero no crucificados-, seguramente por influencia del aniconismo judío, teniendo en cuenta que Cristo era un profeta judío y así fue considerado hasta Pablo, dos decenas de años tras la ejecución de Cristo.
Ya en el siglo II, Cristo empezó a ser representado antropórficamente. Su figura se moldeó a partir de varios modelos, todos clásicos: un Cristo joven, imberbe, togado, sentado rodeado de hombres también togados, una imagen compuesta a partir de la iconografía de un filósofo estoico; y un joven imberbe, de pie, basado en la imagen de los dioses Apolo, Hermes o del semi-dios un Hércules joven, atlético e imberbe.
Estas representaciones, comunes entre los siglos II y IV, fueron posteriormente sustituidas por las de una figura masculina, barbada, togada y sentada. El modelo también era pagano: era la figura de Zeus (o de Júpiter), tal como Fidias lo representó en su templo en Olimpia. Esta imagen es la que ha perdurado. Una imagen curiosa, representando a un dios hijo (más exactamente, a un dios en tanto que hijo) a partir de la figura de un dios padre (del padre de los dioses). El gesto de bendición, sin embargo, procede del símbolo del dios tracio Sabacio.
Zeus se transparenta en la figura de Cristo. Pero esta imagen también demuestra que una imagen, por si misma, no significa nada, ya que solo el contexto, y la mirada o las expectativas de quien la contempla, la dota de sentido.
jueves, 26 de diciembre de 2019
SAN ESTEBAN (5-34)
26 de diciembre: San Esteban. Su fiesta sucede a la del nacimiento de Cristo.
No es casual. Esteban, junto con Cristo, es la piedra angular de la iglesia. Su vida se modeló según la de Cristo.
La leyenda cuenta que su nacimiento anunciaba la fundación de un nuevo mundo. Hijo de unos padres estériles, Satanás lo sustituyó por un demonio y lo abandonó ante el umbral de quien no podía tener hijos. Una cierva, sin embargo, lo alimentó hasta que la puerta se abrió. Ya adulto regresó al hogar de sus padres y el diablo huyó. La luz volvió.
Esteban fue lapidado por los judíos porque rompió con la religión antigua, tanto pagana cuanto hebraica: expuso que los templos ya no eran la morada de los dioses sino de todos los hombres. La divinidad ya no moraba en un templo sino que se hallaba a todas horas en todas partes. El cambio en la concepción del espacio sagrado era absoluto. Lo sagrado ya no era tabú: ya no era un espacio proscrito, vetado. Los límites, las barreras saltaban. Los mortales ya no tendrían lugares inaccesibles. Mortales e inmortales compartirían espacio.
"Fue Salomón el que le [Dios] edificó Casa, aunque el Altísimo no habita en casas hechas por la mano del hombre como dice el profeta:
El cielo es mi trono
y la tierra el escabel de mis pies.
Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificareis?
O ¿cual será el lugar de mi descanso?
¿Es que no ha hecho mi mano todas esas cosas? "
(Juan: Hechos de los Apóstoles, 6, 47-50)
Tres piedras lo mataron. Pablo (Saúl) asistió a la lapidación. Tiempo después, tomando a Cristo y Esteban como modelos, fundaría una nueva religión, ya separada del judaismo.
Esteban se convirtió en el patrón de los constructores con sillares de piedra (piedras de un nuevo espacio), y se le representó con un pequeño templo en la mano, un templo que no está anclado en ningún sitio, un signo de espacio de acogimiento.
De dioses y hombres (según Homero)
“Los dioses destinaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, y solo ellos están libres de preocupaciones. En los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que el dios reparte: en el uno están los males, y en el otro los bienes. Aquel a quien Zeus se los da mezclados, unas veces topa con la desdicha y otras con la buena ventura ; pero el que tan solo recibe penas, vive con afrenta, una gran hambre le persigue sobre la tierra y va de un lado para otro sin ser honrado ni por los dioses ni por los hombres”
(Homero: la Ilíada, rapsodia 24)
(Homero: la Ilíada, rapsodia 24)
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