martes, 9 de agosto de 2016

El culto y la ciudad

Un reciente estudio sobre la capacidad de crear y unificar comunidades de la religión (de un mismas creencias y un culto común) parece coincidir con lo que los mitos cuentan acerca de las ciudades y lo que la historia parece demostrar.

Todas o casi todas las culturas antiguas conocen la figura del dios fundador o constructor, que instituye ciudades y levanta edificios. En Mesopotamia, se afirmaba que las primeras ciudades postdiluvianas habían descendido del cielo, en particular la ciudad sagrada de Kish. Yahvé construyó ciudades pese al poco aprecio de la cultura hebrea de la primera mitad del primer milenio aC por los asentamientos permanentes y los templos de piedra. Delfos, la ciudad sagrada griega, era una fundación del mismo dios de dicha ciudad, Apolo. Ningún templo egipcio ni la capital faraónica, Memfis, eran creaciones humanas. 

Esas historias parecen coincidir con lo que la historia sugiere. Instituciones políticas como la realeza, el panteón y la ciudad aparecieron casi simultáneamente en el Próximo Oriente antiguo a finales del quinto milenio. 
Se han aportado varias explicaciones a este hecho, buscando una razón que ligase la aparición de esas instituciones y estructuras (a las que se suman la escritura y el derecho). Ninguna ha convencido.

Es posible que el reciente descubrimiento antes citado eche luz sobre la institución simultánea de cultos y ciudades. Si fuera cierto, extensas y complejas comunidades como las que se ubican en ciudades como Ur o Uruk habrían sido posibles por el poder unificador de la religión que habría, por otra parte, legitimado el poder sacerdotal y real. La creencia en unas mismas divinidades que otorgaban peso a los decretos humanos, habrían dado pie a unos cultos y ceremonias comunes cuya organización y ejecución hubieran necesitado fuertes ligámenes humanos e institucionales que solo se dan en la ciudad. Inversamente, la ciudad habría sobrevivido gracias a esos cultos comunitarios. La fe mueve ciudades, y éstas se estructuraron a imagen de los panteones divinos imaginados o revelados. 

Curiosamente, esta fuerte ligazón entre lo divino y la ciudad revelaría que ésta no es una organización sobrenatural sino plena y exclusivamente humana, puesto que solo los humanos, que se sepa, sueñan en una vida mejor y más allá, a imagen de la que se imaginan gozan seres de otro mundo.

http://www.nature.com/nature/journal/v530/n7590/full/nature16980.html#access

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