viernes, 12 de agosto de 2016

La última morada (dos "casas del alma" egipcias inéditas)

Dos mesas de ofrendas funerarias del Egipto faraónico , de finales del tercer milenio aC, poco habituales.
Consisten en bandejas de piedra dotadas de lo que parece un largo mango y es un canal de evacuación de líquidos. Se depositaban sobre la arena que cubría el cuerpo de un difunto de clase baja sencillamente enterrado sin momificar. Actuaba tanto como indicador del lugar del entierro como de canalizador de las libaciones vertidas por los familiares para alimentar al difunto. Los líquidos caían sobre la arena.

Este tipo de bandejas, muy sencillas, solían ser de terracota. Soportaban réplicas de alimentos de terracota -alimentos imperecederos para la vida eterna- y una pequeña construcción que reproducía el hogar del difunto y a la vez actuaba del nuevo hogar para el alma del difunto.

Estas bandejas (de las colecciones del Museo Británico de Londres, y del Museo de Brooklyn en Nueva York), sin embargo, presentan una variante. La construcción está íntimamente ligada al plano de la bandeja. Éste representa el suelo en el que el difunto está enterrado. La construcción no sobresale sino que se adentra en la tierra (o la arena). El suelo es un paisaje que se pliega creando un pozo que se recorre mediante un juego de tramos rectos de escaleras dispuestas a lo largo de las paredes del pozo. Las escaleras son una metonimia, un elemento de una casa o una tumba que indican que nos hallamos ante un hogar en el más allá. Aquél no está superpuesto a la tierra sino que es la misma tierra que se "pliega" a las necesidades de un hogar. Las escaleras unen el hogar y la tierra. Son la base de aquél. La bandeja se presenta como las trazas, los elementos definitorios del hogar. Éste aparece tanto como un recinto, un espacio cerrado, definido, cuya cubeta acoge al difunto, cuanto como un lugar de paso que conduce hacia la morada invisible. Al mismo tiempo, este sencillo espacio excavado convierte a la tierra, toda la extensión del desierto simbolizado por la superficie de la bandeja, en un hogar, la última morada del difunto que habita el desierto. La bandeja es la puerta de acceso -el conducto- hacia este espacio invisible y definitivo, situado en lo hondo de la tierra, a la que se accede mediante un movimiento, un descenso en espiral que permite darse cuenta, gracias a las circunvalaciones, de la irremediable y lenta bajada hacia el postrero hogar.

Dos hermosas piezas descubiertas y fotografiadas por Rachel Hershmann para la documentación de la próxima exposición sobre maquetas de arquitectura antiguas votivas en el Institute for the Study of Ancient World de Nueva York, a principios de 2018. 


2 comentarios:

  1. La de la ilustración es extraordinaria por condensar las dos configuraciones fundamentales de la Esfera y del Laberinto.
    Hay ocasiones especialmente logradas en que un mensaje grande entra en un sencillo significante y atraviesa morosamente los siglos.
    Chapeau.

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    1. Es fascinante, en efecto, cómo esas dos bandejas de ofrendas, la primera sobre todo, son una sintética y perfecta ilustración o materialización de lo que puede ser un territorio de acogida, de la perfecta integración de un hábitat, aunque postrero, en la tierra.
      Me alegra que esas obras le gusten gustado tanto como a mí.
      Y doy las gracias de nuevo a quien las ha descubierto.

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