jueves, 25 de junio de 2009

Crónica de Bagdad. Parte II: el Museo Nacional (parte 1)


Ordenando algunas piezas sumerias, de cerámica, mármol y alabastro, sugeridas por el conservador del Museo Nacional, en las reservas



Gran jarra sumeria de terracota, en las reservas






Joyas sumerias recuperadas de expolios






Relieve recuperado de un expolio: divinidad sumeria y texto acadio: primera atestación de una divinidad hasta ahora desconocida, cuyo nombre significa Fuerte, Bravo. Pieza inédita






Recubrimiento de pared exterior con conos de cerámica coloreada. Arquitectura sumeria





Posible maqueta de bronce sumeria de muralla. Obra inédita y única. Excepcional





Cabeza sumeria



Sala asiria, en la planta baja del museo.



Divinidad asiria pintada en panel de cerámica vidriada, del palacio de Shalmaneser III en Nimrud





Estatua colosal de Lahmu, genio protector de puertas de palacio y de ciudades asirio. Palacio de Sargón II en Khorsabad




Relieve asirio: porteadores de ofrendas (mueble, y maqueta de ciudad, símbolo de su entrega, su rendición). Khorsabad



Relieve asirio: genio alado. Khorsabad



Relieve asirio. Khorsabad



Relieve asirio: porteadores de mobiliario. Khorsabad




Relieve asirio: oferentes. Khorsabad



Genio alado asirio. Khorsabad



Sala asiria. Contiene relieves de piedra de grandes dimensiones procedentes de palacios asirios (Assur, Nimrud, Korsabab, Nínive). En el centro estatuas de divinidades. La de la izquierda fue tirada al suelo y rota en tres partes. Restaurada apresuradamente. La sala ha sido enteramente renovada por el gobierno italiano.





El Museo Nacional de Bagdad ha reabierto en febrero de este año. La entrada, sin embargo, está muy restringida. Situado en el centro de la ciudad, era inabordable hasta hace poco. Los únicos visitantes fuimos nosotros y una delegación británica, apresurada, con chaleco antibalas, que recorrió algunas salas en unos pocos minutos. Nosotros también estuvimos poco tiempo, debido al apretado programa de reuniones. Nos quedamos tres horas. Regresamos al día siguiente.

El gobierno italiano ha restaurado la célebre sala de los relieves asirios: es, por ahora, la única sala abierta con obras pertenecientes a la colección permanente.

Tres otras salas de arqueología, en perfecto estado, muestran obras de pequeñas dimensiones devueltas por ciudadanos iraquís anónimos, procedentes, se supone, de yacimientos saqueados; obras, también de dimensiones reducidas, rescatadas en paises extranjeros (Perú, Jordania, Estados Unidos, etc.) y devueltas a Irak -faltan piezas halladas en una tienda en España (conos de terracota, del rey Gudea, y un collar de oro y piedras preciosas), que el gobierno iraquí trata de recuperar, si bien el proceso administrativo es lento, al parecer-. Las piezas proceden del saqueo del Museo (el número de inventario da fe de su procedencia, en la mayoría de los casos), o de saqueos de yacimientos; y, por fin, piezas halladas en excavaciones legales recientes reemprendidas por arqueólogos iraquíes.

Esta exposición dedicada a mostrar algunas de las principales piezas rescatadas será clausurada próximamente. Las salas serán entonces restauradas y aclimatadas para exponer parte de la colección permanente.

La sala del tesoro de Nimrud -piezas asirias de oro excepcionales- (guardado, sin que Sadan Husein lo supiera, en las reservas del Banco Nacional donde aún se halla) está a la espera de una pronta restauración, con instalación de medidas de seguridad extremas -sensores bajo las vitrinas, etc.-, por parte de una delegación norteamericana.

Varios países ayudan a la restauración del museo y de sus colecciones. Se han recuperado 6000 de las 15000 piezas desaparecidas.

Al parecer, algunas obras de grandes dimensiones fueron sacadas el museo por miembros del ejército norteamericano y se hallan en los Estados Unidos. Éstos habrían llevado a Israel piezas únicas de la cultura hebrea.

Tres salas de arte islámico tambien han reabierto.

Las reservas del museo -que cuenta con almacenes en otras partes de Bagdad- ocupan al menos tres alas subterráneas de grandes dimensiones. Centenares de miles de piezas, perfectamente apiladas en estantes metálicos de gran altura, y en buen estado -el polvo que se abate sobre Bagdad es el único inconveniente-, aguardan salir a la luz algún día. Constituyen, sin duda, la más gran reserva de piezas mesopotámicas, y sumerias, en particular, del mundo, que no cesa de crecer.

Las dependencias administrativas, por el contrario, están en pobre estado.

La amabilidad, autoridad, generosidad y lucidez de la directora, Dra. Amira Edan, y del conservador del museo, Muhsin Hasan Ali, imponen, sobrecogen. El trabajo que tienen por delante es abrumador. Pero el museo ya está en mejores condiciones que los de Damasco, Alepo o El Cairo.

Pudimos trabajar, escoger, seleccionar en las reservas cuantas piezas el conservador ponía a nuestra disposición: vasijas de proporciones perfectas y de formas eternas, tímidas cajas de ungüentos con una sencilla decoración geométrica, placas de terracota, estatuas de orantes con ojos bien abiertos, manos regordetas y una sonrisa de esperanza, platos de alabastro esenciales como una torta de pan ácimo. Las colecciones de centenares o miles de placas de terracota, de cerámicas, de vasijas de piedra y de alabastro, en perfectas condiciones son un testimonio de todo lo que debemos a la cultura mesopotámica. Un frágil testimonio de lo que somos.


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