lunes, 10 de junio de 2013

La ciudad y los rechazados (en la Grecia antigua)





Deficientes y mendigos, arte helenístico y romano, Museo de Kassel (Alemania)


Prostituta anciana, arte griego, Museo Británico, Londres

Fotos: Tocho, 2013


La ciudad siempre se definió en relación a unos rechazados llamados los “pharmakoi” o chivos expiatorios, unos verdaderos apestados (como Edipo, el rey de Tebas, por ejemplo) a quienes se culpaba, justamente o no, de males físicos y morales desconocidos que se abatían sobre una ciudad. Solían ser criminales, extraños, y quienes no creían en las bondades de la vida urbana. Una vez descubiertos, se les culpaba, se les condenaba al destierro para siempre y se les expulsaba, a fin de que cargaran sobre sus espaldas con el mal, y lo extrajeran de la comunidad. No podrían asentarse y reposar nunca en ningún pueblo ni en ciudad alguna. La selva era el único espacio que les aguardaba.

Del mismo modo, Platón –cuando el esplendor de Atenas era ya solo un recuerdo- consideraba que los artistas (actores, poetas, bailarines) no tenían cabida en la ciudad, porque sus acciones, a las que se acudía en masa, distraían y hacían soñar en realidades y valores distintos de los urbanos, ajenos a éstos, y tenían que sufrir la misma inmisericorde condena que los causantes de graves desórdenes públicos.

Sin embargo, personas como extranjeros y antiguos esclavos, ambos asentados en Grecia, y miembros de sectas religiosas, fueron aceptados como ciudadanos con plenos derechos en la ciudad griega del siglo VI aC, a fin de poner coto, quizá, a los aristócratas –ya que el número de miembros de las clases populares aumentó-, pero la ciudadanía, que permitía participar activamente en la vida pública de la ciudad y en la toma de decisiones concernientes el buen gobierno, no fue nunca otorgada a tres tipos de excluidos sociales: mujeres, niños y esclavos no liberados –amén de los extranjeros de paso.

Su exclusión se evidenciaba por su reclusión. No tenían cabida en el ágora. Las mujeres, incluso casadas, vivían en el gineceo –el espacio doméstico más alejado de la entrada de la vivienda-, en compañía de los hijos, antes de que cumplieran siete años, dedicadas a tareas textiles y domésticas. El huso y el espejo eran su símbolo. Representaban su quehacer pero también el que no estuvieran autorizadas a mirar a la cara a nadie más que a sí mismas. El espejo –un útil propiamente femenino y de los afeminados- evocaba bien el espacio cerrado –frente a la apertura física y de ideas que el ágora traía y ejemplificaba- en el que los no-ciudadanos se hallaban permanentemente.

Solo una vez las mujeres pudieron reunirse en el ágora. Esto no ocurrió en la realidad, sino en la comedia La asamblea de las mujeres de Aristófanes, en la que éstas decidieron suplantar a los hombres debido al permanente estado de guerra en el que se había hundido la ciudad. No queda claro si el comediógrafo quiso burlarse de una situación considerada absurda o imposible, denunciar el mal gobierno de los ciudadanos que había obligado a que cayera en manos de las mujeres –incapaces de tomar decisiones juiciosas, pese a la igualdad que reivindicaban-, o si defendió un nuevo y necesario papel de las mujeres en  el gobierno de la ciudad.

 El imaginario griego era, sin embargo, más rico y complejo de lo que se desprende de esas notas. Así, por un lado las divinidades protectoras de la ciudad eran diosas (incluso Atenas “pertenecía” a la diosa Atenea, representada como una figura guerrera), así como las que mediaban con el mundo indómito (como Ártemis), cuando, en verdad, éstas, como Hestia, hubieran tenido que velar, sin salir nunca al exterior, por los espacios recoletos o domésticos.
El “otro” incluía también a toda clase de deficientes físicos y mentales. Se han encontrado numerosas estatuillas de terracota con rasgos “anormales” o caricaturescos. No se sabe bien si retratan actores enmascarados, deficiencias reales, expresan burla o, al menos desde una óptica contemporánea, desprenden cierta conmiseración ante personas excluidas (menesterosos, mutilados, enfermos, locos).

La ciudad no se concebía sin la existencia de excluidos: los que rechazaban el orden urbano y los que la ciudad no aceptaba, porque eran injustos o porque turbaban el orden con su presencia retuerta. 

(Texto: Tocho, revisado por Gregorio Luri -www.elcafedeocata.blogspot.com)

2 comentarios:

  1. Excelentes fotografías y texto sobre imágenes griegas poco conocidas (al menos por mí) y del día a día de este fascinante mundo antiguo no tan lejano.

    Muchas gracias por compartir.

    Saludos

    Esther

    ResponderEliminar
  2. Buenos días

    ¡Muchas gracias!
    En la exposición -que está a punto de anunciarse enCaixaforum- habrá una buena selección de estatuillas de "rechazados"

    Muchos recuerdos

    ResponderEliminar