miércoles, 26 de febrero de 2014

Edipo, Pies Torcidos

El verbo griego antiguo oideoo significa hinchar. La hinchazón más célebre era la de los pies de Edipo, nombre que deriva Oidi-pous, y significa: Pies Hinchados, precisamente.
Un mito contado que el defecto había sido causado por Layo, rey de Tebas, y padre de Edipo, cuando quiso impedir que su hijo fuera lo suficientemente ágil para, cumpliendo, siquiera involuntariamente el oráculo, matar a su padre sin saberlo.
Esta historia es una banal explicación "lógica" de las verdaderas razones de la hinchazón de los pies de Edipo.
Oideoo estaba emparentado con el verbo eidoo. Éste se traduce por idear.
Cuesta ver la relación entre hinchar e idear, dos acciones que no guardan parecido alguno.
Una ideación es una invención o, mejor dicho, un descubrimiento. Lo que se idea ya existe, pero ha permanecido oculto para todo el mundo. Para Platón, la verdadera invención era un descubrimiento o un desvelamiento. De pronto, algo se iluminaba, se descubría a los ojos o a la imaginación que quien se fijaba en él. Quien era capaz de semejante descubrimiento era, necesariamente, alguien dotado de una vista singular: un agudo sentido de la vista. Su mirada se dirigía como una flecha hacia lo que hasta entonces había permanecido en la sombra: disparar una flecha es también una traducción de eidoo. Esto implicaba que quien vislumbraba lo que nadie alcanzaba a ver era particularmente ágil. Actuaba como un rayo. Se lanzaba como una presa sobre la idea, y la exhibía en o gracias a una forma sensible en la que la idea -que en griego significaba forma- se materializaba o se conformaba.
El don de la clarividencia no estaba al alcance de todo el mundo. Solo unos seres especiales gozaban de dicho don. La singularidad que poseían se reflejaba también en su físico. Para ver lo que ha estado siempre a la vista  pero en cuya existencia nadie ha caído, es necesario salir de las sendas prefijadas, de los senderos trillados, de todo lo que ya está marcado, trazado. Ir en busca de nuevas vías permite, precisamente, descubrir nuevos puntos de vista, aspectos inéditos de la realidad. Los que se conforman con seguir los pasos de quienes ya pasaron por un mismo lugar no pueden descubrir nada.
Pero para salirse del camino seguro y conocido, uno tiene que desviarse. Solo entonces se adentra uno por tierras inexploradas y podrá descubrir mundo nuevos, es decir, mundos existentes pero aun no hallados ni hollados.
Este desvío del recto camino exige andares desviados. Los andares rectos llevan adelante por la senda más recta y directa, lo que impide explorar los márgenes.
Unos pies hinchados frustran caminar recto. Por el contrario, el andar es incierto, zigzagueante. Las trazas no son marcas nítidas, sino huellas ondulantes. Los pies hinchados obligan a andar dando tumbos, de un lado para otro. Inevitablemente, quien camina mal se sale pronto de la senda correcta. Por tanto, cruza pronto los márgenes y e aventura, inevitablemente, más allá de los límites trazados y conocidos.
¿Por qué Edipo tenía pies Torcidos?
Edipo  era un mal nacido. Un oráculo había advertido a sus padres, los reyes de Tebas, Layo y Jocasta, que no tuvieran descendencia, pues ésta acabaría con ellos: mataría al padre y se esposaría con la madre. Antes semejante advertencia sobre el mal camino que tomaría un hijo, apenas Pies Torcidos -Edipo- nació- fue expulsado del seno de la comunidad, y abandonado en el bosque, con la esperanza que muriera; pero un pastor -un ser errante- lo descubrió y lo adoptó. Los valores que le inculcó no pudieron ser los rectos edictos de la ciudad. En ésta, en medio del ágora, los problemas y las decisiones que afectaban la vida de la ciudad -de los ciudadanos- se discutían abiertamente, a plena luz del día. por el contrario, un pastor era un ser solitario, habituado solo al contacto con los animales. El pastor, que siempre temía una mala jugada de la naturaleza, no podía habituar a Edipo a las normas de una convivencia que desconocía, y a creer en la bondad y la efectividad de las leyes.
Cuando Pies Torcidos alcanzó la mayoría de edad, abandonó al pastor en busca de noticias sobre quién era en verdad, pues intuía que la selva no era su mundo. Camino de Tebas, donde pensaba inquirir acerca de sus orígenes, halló a un anciano que guiaba lentamente un caro y le frenaba el paso. Impaciente, Edipo lo apartó bruscamente. el anciano, caído del carro, murió.
Al llegar ante las puertas de Tebas, Edipo descubrió a la esfinge que asediaba desde hacía años a la ciudad. Impedía que cualquiera entrara en y saliera de la ciudad, salvo que solventara un enigma. Éste tenía que ver con los andares inciertos: ¿quién era que andaba a cuatro patas al principio, sobre dos de adulto y, ya al final, sobre tres miembros?
La pregunta no tenía una fácil respuesta (antropos, el ser humano, era la solución) Era enrevesada, pues describía a un ser cambiante, inaprehensible, indefinible, pues. Un enigma (ai-nomos) era una frase carente de orden y concierto -una frase disonante, chirriante, que dañaba al oído- o estructura (nomos: ley, dictamen, edicto); se trataba, pues, de una frase ininteligible, pues no obedecía a leyes conocidas. Operaba según leyes extrañas, o en ausencia de leyes. Se asemejaba a una frase en una lengua desconocida; a una frase cifrada, pronunciada en clave. Era muy difícil dar con una respuesta. El desorden que reinaba en la estructura de la frase impedía seguir el hilo de lo que contaba. No carecía de hilo, sin duda, sino que éste era enrevesado, como una frase que obedeciera a una composición de la que no se tenía conocimiento. Quien aplicara o siguiera la lógica no alcanzaría a saber lo que el enigma planteaba. Era necesario olvidarse de todo, reglas, normas conocidas. Se trataba de tirar del hilo de la frase; un hilo retorcido. Un enigma era una frase retuerta, tanto por lo que planteaba como por el modo como planteaba el contenido. Ésta se ocultaba. Era imperativo, entonces, echar luz en la frase.
Solo una persona dotada de luces especiales, y capaz de no perderse siguiendo hilos que se enroscaban, sendas que partían en todas direcciones, podía alcanzar el sentido más allá del juego de palabras, de la multiplicidad de sentidos que el enigma desplegaba.
Edipto resolvió el enigma por era un ser especial: un vidente -su videncia era tal que no pudo, años más tarde, soportar la evidencia, y se cegó para no seguir viendo lo que veía, lo que nadie, salvo otros videntes, como Tiresías, veían meridianamente: Edipo era el asesino de su anciano padre, y se esposó con su madre, la reina Jocasta, recientemente enviudada, que había prometido casarse con quien resolviera el enigma e hiciera desaparecer la esfinge, tragada por la tierra después de que el enigma fuera disuelto o resuelto.
El enigma era un laberinto: un encrecruzamiento de sentidos, dotado de vías a doble sentido, de caminos sin retorno; un enigma era un plano o un reflejo de un mundo desordenado y oscuro. Edipo era la persona, dada su dificultad por seguir sendas ya trazadas, adecuada para adentrarse en la maraña de sentidos del enigma hasta llegar, sin perderse, al sentido último.
Pero, en tanto que ser marginal, habituado a los dobles sentidos, al claro-oscuro que revela y oculta, no cabía en la ciudad. Por eso, tras su matrimonio con Jocasta y tras el descubrimiento de la verdad, de su verdad, que solo él podía alcanzar, Edipo se arrancó los ojos y se exilió para siempre. No podía habituarse a la claridad de las leyes, los edictos, las prescripciones y las prohibiciones.Sus pies torcidos siempre le llevarían a franquear fronteras, y a explorar lo que se hallara más allá de los límites conocidos, del horizonte -el límite último: el más allá, el mundo de los muertos y la noche, al que su ceguera voluntaria, y sus andares desviados le condujeron necesariamente.

PS: Un plano de arquitectura es un enigma. Se compone de una trama de líneas, a veces superpuestas, dispuestas en capas que, como en un trabajo de arqueología, tienen que ser levantadas, hasta que la forma estructurada aparezca, y parezca lógica y habitable. El plano requiere ser descifrado hasta lograr darle sentido, hasta alcanzar a ver lo que encierra, y se desvela cuando es recorrido mental y correctamente, "siguiendo" las pistas dispuestas, de manera enigmática, por el arquitecto. Un plano responde a un código. Posee una escala. Las marcas son abstracciones de la realidad -una realidad que no existe, pero a la que el plano, como un oráculo o una profecía, se anticipa. A partir de entonces, cuando uno se proyecta en él, lo habita: se "ve" viviendo ya en él.

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