miércoles, 7 de septiembre de 2016

El hogar y la selva: chimeneas singulares romanas
















Chimeneas  domésticas romanas de Lucus Feroniae (Italia) y de Baetulo (Badalona, España)

Fotos: Tocho, durante el montaje de la exposición De obra. Cerámica y arquitectura en el Mediterráneo de la antigüedad hasta nuestros días, Museo del Diseño, Barcelona, Septiembre de 2016-Enero de 2017

Lucus Feroniae era una pequeña ciudad itálica, situada al norte de Roma. Comprendía un bosque sagrado (lucus) dedicado a la diosa itálica -adoptada posteriormente por los romanos- de la fuerzas naturales, indómitas, no civilizadas -pero capaces de ser cultivadas-, fieras, la diosa Feronia.
Centro de culto y de comercio, de intercambio: Sabinos, etruscos, itálicos y, tardíamente romanos, mercadeaban en este puesto fronterizo. Su riqueza atrajo a Anibal quien saqueó la ciudad a finales del siglo III cuando las Guerras púnicas, y el cónsul Lucio Cornelio Sila castigó la urbe por su apuesta por los itálicos en contra de los romanos en el siglo I aC. Acabó siendo una colonia romana.

Las casas de Lucus Feroniae tenían plantas bajas, ocupadas por tabernas, y un primer piso con viviendas. Las cocinas se hallaban, pues, bajo techo. Unas curiosas chimeneas, únicas en el mundo romano, datadas de la primera mitad del siglo I dC, de las que se conservan solo tres ejemplares, consistían en tejas planas de grandes dimensiones con una abertura circular cubierta por tres pequeñas bóvedas de amplios vuelos orientadas hacia los vientos dominantes. De este modo, se facilitaba tanto la extracción de humos cuando la captación de vientos que mejoraban el tiro: una manera funcional y poética de aprovechar las fuerzas, a menudo violentas, que la diosa Feronia controlaba y a través de las cuáles se expresaba, que no trataba -lo que hubiera sido en vano- de doblegarla- sino de adaptarse a sus manifestaciones, beneficiándose de éstas, dando la vuelta a su significado. Las fuerzas indómitas favorecían al espacio doméstico, se ponían al servicio de la vida humana, comunitaria, invitaban al recogimiento. De pronto, lo que no tenía límites, el viento desatado, incontrolado, se encauzaba entre cuatro límites y encendía, avivaba el símbolo de la vida recogida. El hogar, signo de permanencia, del asentamiento, cobraba fuerza gracias a la fuerza de la diosa Ferronia que las elegantes bóvedas de la chimenea, tendidas como velas henchidas, visualizaban. La forma de la chimenea combinaba llenos y vacíos, límites y aperturas, volúmenes y láminas, dibujando un volumen lleno de aire, abierto hacia las tres direcciones del espacio, un volumen etéreo, de algún modo, en el que el movimiento y la quietud, el viento y el muro armonizaban.

Una versión más modesta, con cuatro cúpulas achatadas, de finales del siglo I dC, se ha hallado en Baetulo (Badalona). Seguramente aquéllas permitían captar el viento del norte por la mañana, el  mestral que sopla del mar al mediodía, y el viento del sur por la tarde.

El ejemplar mejor conservado de Lucus Feroniae y un buen ejemplar de Baetulo se mostrarán en la exposición antes citada.

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