sábado, 15 de octubre de 2022

JEAN NOUVEL (1945): MUSEO NACIONAL DE QATAR (DOHA, 2011-2023)

















































 

Fotos: Tocho, octubre de 2022

Un placer culpable: un museo que no tiene casi nada que mostrar (escasos fragmentos cerámicos arqueológicos que cualquier museo local almacena en sus reservas, trajes y joyas regionales, algún Corán, objetos tradicionales, unos pocos fósiles, facsímiles de documentos de la historia -necesariamente reciente- del sultanato, y poco más, distribuidos en tres plantas de miles de metros cuadrados, que se extienden como la arena barrida por el viento -el museo recrea tormentas del desierto-, alrededor de patios que tratan de crear corrientes de aire, entre gruesos muros de hormigón, de perfiles que no parecen obedecer a ninguna lógica, casi imposiblemente levantados), en una capital ecológicamente insostenible -hierve fuera, y hiela dentro, entre el calor húmedo abrasador y el aire acondicionado a temperatura de cámara frigorífica, en torres de muros-cortina de calidad china-, con un régimen dictatorial, en un país de difícil entrada controlado por militares a cara de perro, con un coste incalculable, en condiciones laborables penosas….
Y, sin embargo, si se logra hacer abstracción de lo que rodea la creación del museo (se logra por momentos), un museo absurdo, inútil, gratuito, y deslumbrante. 
La museografía, la calidad de las proyecciones sobre los diversos planos de las superficies de compleja y complicada forma, la belleza de la presentación de casi nada, los materiales (sobrios, de color arena, con distintas texturas casi inapreciables, que solo el tacto alcanza a distinguir), la distribución, la relación entre las pocas obras y lo que las rodea, la discreción o el tacto, nada ostentoso, con la que se ha gastado un presupuesto inimaginable Museo Nacional de Qatar es una inesperada y modélica institución, al servicio del placer de los sentidos. Culpable, prescindible, intensamente  placentero  y perturbador, que sorprende con el pie cambiado. Uno sale con una cara muy distinta al de la que se tiene cuando se accede, si bien uno tiene que acordarse de lo que ha visto: una maravillosa, cegadora cortina de humo, un espejismo, un sueño y una pesadilla a la vez, cuyo coste humano y financiero pocas personas deben de conocer.  



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